El debate por el aumento del boleto dejó al desnudo esta semana lo que generalmente la política esconde bajo la alfombra: hipocresías, discursos para la tribuna, cambios de cargos por votos e ineficacia para estar a la altura de uno de los problemas más acuciantes para los rosarinos. Y así, en medio de tanto sainete, el vecino de a pie se encaminará mañana hacia un paro de taxis y tal vez alguna medida de fuerza de los colectiveros la semana entrante.
El martes pasado, el gobierno nacional al fin anunció luego de varias semanas de suspenso la llegada de subsidios para cubrir los aumentos salariales de los choferes y parte del precio del gasoil. En rigor, y en un país federal que se precie de tal, no debe sorprender que la Nación cumpla con su rol. Pero son tiempos de cambio. Y en estos tiempos todo se festeja o se anuncia con grandilocuencia.
Lo concreto es que esa llegada de fondos nacionales le sirvió al PRO para correr por izquierda al socialismo provincial, al que le exigió que también aportara lo suyo.
Y así, ese viento que levantó el debate por el aumento del boleto dejó en evidencia la escasa ayuda del gobierno de Santa Fe en materia de transporte.
Cuesta creerlo, pero ya pasaron por la Casa Gris un ex intendente (Hermes Binner) y un ex secretario de Gobierno municipal de Rosario (Antonio Bonfatti) y ninguno de los dos se preocupó por auxiliar las crisis del transporte de esta ciudad con los fondos que verdaderamente merece.
Esta vez, el viento le dio en la cara a Miguel Lifschitz, al que ya venían chicaneando los macristas. El gobernador destinó 100 millones de pesos, por única vez, para comprar nuevas unidades y fomentar el transporte eléctrico. Y como sus pares de la Nación, también lo anunció con grandilocuencia. Se insiste. Son tiempos de cambio en los que parece que prima anunciar lo que se debería haber hecho por naturaleza.
Ahora bien, con subsidios nacionales y un aporte extraordinario de la provincia, las miradas giraron entonces hacia el Concejo, ya que para atemperar la crisis del transporte restaba aún la aprobación de un aumento de la tarifa.
La suma y compra de voluntades comenzó a un ritmo frenético, tanto que hasta el propio presidente de la comisión de Servicios Públicos, Carlos Comi, anunció por Twitter que el aumento del boleto se trataría el lunes y tres horas después tuvo que retractarse.
Es que mientras el antiguo aliado de Lilita Carrió tuiteaba, sus compañeros de bloque negociaban votos con el PRO. Y en medio de un Concejo muy fraccionado, la negociación se hacía en un campo minado: la reunión de Labor Parlamentaria. Se trata de la comisión a la que concurren todos los presidentes de bloque, pero como en Rosario hay 12 bloques (sí, leyó bien, 12) unipersonales, a esa reunión concurren 18 concejales: sólo 10 quedan afuera.
Ergo, ese cónclave es casi igual a sesionar en el recinto. Lograr acuerdos ante tanta multitud sin dudas es una tarea titánica. Y más cuando no se está a la altura de las circunstancias.
El jueves pasado, con los taxistas reclamando un aumento de tarifa y la crisis de los colectivos golpeando la puerta, estos 18 concejales estuvieron primero discutiendo más de una hora una declaración de repudio al intento de golpe a Dilma Rousseff en Brasil; y luego se pelearon por un proyecto de declaración con críticas al ex gobernador Carlos Reutemann por las inundaciones de 2003. Esa iniciativa hirió la susceptibilidad de un antiguo colaborador del Lole, a tal punto que se retiró de la reunión y tuvieron que ir a buscarlo a las escalinatas de Palacio Vasallo. Una estudiantina.
En medio del toma y daca aparecieron cargos en el Banco Municipal que inclinaron algunas voluntades, pero la negociación ya estaba empantanada y fracasó entrada la noche.
En el arco opositor que no dio quórum argumentaron (con razón) que el tema del boleto debía discutirse en comisión y no a las apuradas. En ese arco aparecieron algunas voces defendiendo el bolsillo de los trabajadores. Habría que recordarles que muchas veces fueron la llave que destrabó otros aumentos de tarifas.
Pero como se dijo antes, son tiempos de cambios. Las crisis desatan vientos que dejan al desnudo hipocresías que la política prefiere esconder. Y en el medio queda el vecino. Ese que mañana no tendrá taxis, y tal vez el jueves tampoco tenga colectivos. Eso sí, habrá que repudiar el golpe a Dilma.