La voz de Elsa "Chiche" Massa se oye suave pero firme. Habla pausado, pero escucharla es tener acceso a un testimonio de lucha inquebrantable. Ella es parte del colectivo de mujeres que integran las Madres de Plaza de Mayo, que este lunes cumple 35 años de lucha.
De contextura física pequeña, advierte que "los años han pasado para todos y para nosotras más". Pero conmueve verla con la misma pasión de siempre con las demás Madres en los actos, escuelas y marchas. Como las de cada jueves por la tarde en la Plaza 25 de Mayo, de Rosario. Allí donde el pueblo las abraza desde hace más de tres décadas.
Con sus 87 años, aún suele ir —cada vez que la invitan y puede— a dar charlas a las escuelas. Es en ese encuentro con los chicos en donde se produce esa cita entre generaciones, para dar testimonio de lucha, pero también para oír lo que lo pibes tienen para decir.
"A las escuelas voy a veces con otras Madres, y no sólo vamos a los colegios de Rosario, porque estuvimos también en Juncales, Alcorta y Totoras, por ejemplo", cuenta Chiche Massa a La Capital.
Confiesa que en cada charla los chicos las sorprenden por su interés, y también por las preguntas ocurrentes. Como el día que les preguntaron por qué aparentemente eran las madres y no los padres las que se pusieron a la palestra de la lucha por el paradero de los jóvenes desaparecidos: "Yo les dije que no es que los padres se mantuvieran ajenos a lo que pasaba, sino que nosotras, por ese instinto materno que tenemos, no nos íbamos a poder quedar nunca quietas sin saber la suerte que habían corrido nuestros hijos".
"Por eso —agrega— no podíamos creer que solamente porque nuestros hijos tuvieran pensamientos distintos puedan tratarlos como fueron tratados".
Ideales. "Nosotras cuando les hablamos a los chicos siempre tratamos de transmitirles cómo eran los ideales de nuestros hijos, y contarles que ellos no andaban en nada malo", apunta.
Ricardo Massa, su hijo desaparecido, egresó con el título de médico en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). "Lo que más me acuerdo de su militancia —pertenecía a la Juventud Universitaria Peronista— era que le preocupaba mucho la educación de las nuevas generaciones", recuerda.
Pero antes de eso, Ricardo había hecho la escuela primaria en la Mariano Moreno, de Paraguay al 1200, y la secundaria en el Superior de Comercio (UNR).
Placa. Con especial énfasis nombra al Superior. Porque es allí donde años atrás los propios chicos del centro de estudiantes decidieron rendirles homenaje a los ex alumnos desaparecidos, bautizando a las aulas con sus nombres.
"Cuando me convocan o paso por ahí visito ese salón, porque para mí sigue siendo un encuentro emotivo ver esa placa. Desgraciadamente no lo he podido dar sepulcro a mi hijo porque no sé donde está, no lo encuentro y sigo buscándolo. Entonces cuando veo su nombre allí, y aunque hayan pasado los años y una parezca que se ha fortalecido, en esos momentos una termina emocionándose hasta las lágrimas".
Utopía. De qué forma abordar un tema tan complejo y a la vez emotivo como el de la dictadura y los desaparecidos con los chicos. Chiche ensaya una respuesta: "Creo que hay que hablar, pero siempre haciéndolo de una forma que no se haga hincapié en lo macabro, lo fuerte, y que esté a su alcance".
Pero sobre todo, propone transmitir que se puede luchar por mejorar las formas y condiciones de vida, pero sin llegar nunca a la violencia: "Eso siempre trae más violencia, y esa experiencia que hemos vivido no se la deseamos nunca más a ninguna generación".
"Esa es la lucha —expresa—, que nunca más un joven pierda la vida por soñar con la utopía de vivir en un mundo mejor. Eso es lo que pregono y les digo a los chicos".
"Tengo 87 años, y no digo que estoy en la plenitud pero me defiendo bien tanto física como mentalmente. Por eso mientras pueda voy a seguir yendo a las escuelas y luchando", dice Chiche, la madre que con su testimonio de vida a todos nos abraza.