Me cuesta simplificar mi camino por la escuela en una anécdota, seguramente porque fui a varios colegios tanto privados como públicos. A mi querida madre se le ocurrió por circunstancias del momento mandarme a seis establecimientos distintos, algo que siempre le reproché pero que gracias a eso también tuve más libertad de poder definir mi identidad.
De algunos de esos colegios aprendí a hacerme fuerte, introvertida, libre, peleadora, callada, bocona, mandona, sensible y luchadora, claramente eran instituciones muy distintas y estaban conformadas por personas muy diferentes. Si bien en algunos de estos lugares sufrí mucho, no es mi intención hablar mal de ninguna de estas escuelas, todas me enseñaron algo y me ayudaron a forjar mi personalidad. Pero sí me gustaría nombrar a mi preferida, donde estuve solamente tres años, pero que ese corto plazo fue clave para marcar mi infancia y determinar mis elecciones de vida actuales. Estoy hablando de una inmensa institución, muchos rosarinos la nombran, cientos de docentes la enaltecen y miles estudiantes la idolatran, el gran Complejo Educativo Dr Francisco Gurruchaga, la Gurru para los que le tenemos cariño. Un gran semillero de adolescentes comprometidos con la realidad política y social, de distintos partidos, agrupaciones y organizaciones no gubernamentales se forman en este espacio que los hace reflexionar cotidianamente.
Es tan inmensa la marca que nos deja la Gurru que no hace mucho tiempo me encontré con un alumno que está por terminar la secundaria este año y cuando empezamos a hablar de algunas cosas de la realidad que nos atraviesa se detuvo y me preguntó si yo había estudiado en la Gurru. Me quedé anonadada, era nuestra forma tan apasionada y hasta un poco verborrágica de debatir la que nos hacía identificarnos entre nosotros y frente a los ojos de otros.
Gracias a que caí en la escuela pública Gurruchaga hoy mantengo mi grupo de amigas de toda la vida, escogí la carrera de periodismo por (culpa) de mi profe Gustavo Rosa y sus trabajos de investigación; soy hincha fanática de Rosario Central porque mi querida directora de la primaria María Dolores Rodríguez me hizo conocer el Gigante de Arroyito por primera vez y me enamoré para toda la vida. Sin dudas el mejor colegio de la ciudad, y tuve con qué comparar.