Transitamos tiempos donde se hace necesario para nuestra sociedad, repensar y transformar la educación. Frente a una coyuntura donde al reclamo docente por salarios dignos, sostenimiento de leyes y políticas públicas que garanticen el derecho a la educación, ciertos sectores dominantes responden intentando reflotar ideas rancias y refutables en pos de una supuesta mejora de la "calidad" o "revolución educativa".
Vivimos un período de neoliberalismo recargado, de una fuerte ideología del talento y la meritocracia, donde la idea de no-futuro es impuesta a ciertos sectores sociales, produciendo fuertes resonancias subjetivas, daños y disonancias en la percepción que un joven puede tener de su futuro, que cuando no les es hipotecado, en el peor de los casos es condición de una profecía auto cumplida. Por ello nos vemos en el compromiso de pensar y proponer otras pedagogías, otras experiencias y modos de estar y hacer en la escuela.
Las nuevas generaciones cuestionan y ponen en evidencia todo aquello que se encuentra obsolescente, agotado y rígido en la escuela. Vivenciamos una fuerte tensión entre juventudes y espacio escolar, que van desde los jóvenes que no le encuentran sentido, a los jóvenes que se salen de él. Donde lo que se les prescribe a un gran número de ellos, es que sus sueños son imposibles, desechables, tan más cuanto degradables.
Quienes transitan su educación secundaria, ciertas veces tienen dificultad de alojar algo de sus deseos en los espacios institucionalizados que habitan. Es por eso que se hace imperioso que lo educativo pueda proponerse de manera más abierta, más descentrada; que vaya a un encuentro con las juventudes y no al revés, como habitualmente sucede. Una escuela que de manera situada pueda incorporar en su propuesta, los espacios y territorios donde los jóvenes despliegan sus vidas. Una escuela que les permita alojar sus sueños.
Cada generación transita, más acá o más allá, un camino de tensión entre cierta incertidumbre de ser/hacer lo que quiere ser/hacer, y/o la presión por ser/hacer lo que otros pretenden que sea/haga. Hay quienes frente a ello transitan vía Highway (sin dificultades de ninguna índole y con soportes suficientes), quienes permanecen en Crossroads (con incertidumbres y soportes precarios) y quienes se tropiezan en un Cul de Sac (arrinconados en la inmediatez y sin salida).
Escucharlos, reconocer su derecho a elegir que hacer de sus vidas, dialogar con y acompañar a jóvenes en el tejido de sus sueños para construir un proyecto de vida, en el desarrollo de proyectos laborales, profesionales, culturales y sociales, es una tarea indispensable que suceda en la escuela.
Un desafío
Enlazar deseo y futuro constituye un desafío para las jóvenes generaciones, y la escuela es un espacio de privilegio (1) (como afirma un gran amigo) para la orientación vocacional, para habilitar un espacio que propicie armar guiones escritos con lápiz que admitan ensayar modos de habitar la vida. Y como tal, debe ser un espacio lo suficientemente maleable para que permita tejer esperanzas más allá de las condiciones materiales que los determinan. Para ello es ineludible reconocer al joven como actor, sujeto y protagonista. Como alguien que puede pensarse a sí mismo y que puede intervenir sobre sus propias condiciones.
La orientación vocacional en la escuela puede poner en entre dicho la prescripción de destino realizada a muchos jóvenes. "La escuela es un lugar para recuperación de sueños" (2) nos advertía Silvia Bleichmar. La psicoanalista nos señalaba hace no mucho, que decirle a alguien que vaya a la escuela o que sigan estudiando porque así se ganarán la vida y no para producir algo diferente, es contradictorio con darle un sentido a la vida. Hay algo más que prepararse para solo ganar la subsistencia.
La orientación vocacional puede resultar un muy buen espacio de acompañamiento en la escuela, donde es posible poner a jugar y conjugar los sueños; un lugar donde tener ante quien preguntarse, un buen modo de encontrarse con las juventudes para construir sentidos, y que ofrece un lienzo donde es posible hilvanar los sueños y los deseos, con un hacer... un espacio para precipitar que algo suceda.
Así, la tarea de nuestro pensamiento es poner entredicho, redefinir y repensar la distribución de lo posible y lo imposible... a veces lo imposible sucede.
De los sueños, sabemos que los hay fugaces, despiertos, olvidados, perdidos, rotos, frustrados, anhelados... pero de algo estoy convencido —tal y como nos canturrea al oído la Murga Agarrate Catalina—, "que nadie puede encadenar el sueño de volar"... "no existen los sueños imposibles de soñar"... Y eso es un acto de resistencia, de creatividad... una apuesta a un otro futuro.
(*) Secretario Científico de la Asociación de Profesionales de la Orientación de la República Argentina (Apora). Profesor del curso de actualización disciplinar de Orientación vocacional y educativa que dicta el IUGR.
(1) Entrevista realizada a Sergio Rascovan, publicada el 5 de noviembre de 2016 en el Suplemento Educación, La Capital.
(2) Bleichmar, S. (2012). Subjetividad en riesgo: Herramientas para su rescate. Noveduc, pág. 132.