"La escuela construye una esperanza que no es ingenua sino batalladora" afirma la pedagoga Carina Kaplan para ubicar a la educación y sus docentes en un lugar de relevancia social. Un mensaje más que bienvenido, que funciona a modo de caricia en momentos que todas las flechas apuntan a desvalorizar la tarea que tienen escuelas y maestros. Las palabras de Kaplan llegaron casi al final de un encuentro que el miércoles pasado mantuvo con estudiantes del profesorado del Normal Nº 3. Fue a propósito de la presentación de su nuevo libro "La vida en las escuelas. Esperanzas y desencantos de la convivencia escolar" (Homo Sapiens Ediciones).
¿Qué pasa adentro de las escuelas? ¿Cómo es la convivencia? ¿Qué ocurre con los vínculos? Algunas de las preguntas con las que comenzó la educadora hablando sobre las razones de su libro. Un texto que se lee como si fuera una novela, no porque lo sea sino porque se relatan vivencias de lo cotidiano de las aulas, donde los estudiantes son estigmatizados, condenados por su condición social y hasta excluidos de un futuro posible. La invitación de la autora es a preguntar todo el tiempo y no naturalizar esas miradas condenatorias.
Kaplan es doctora en educación por la Universidad de Buenos Aires, profesora e investigadora universitaria y autora de diversas publicaciones y libros. "Las instituciones de formación docente tienen una herramienta poderosa para ayudar a reparar heridas sociales y construir una historia diferente", expresó a las estudiantes del magisterio, valorando la posibilidad de ese intercambio.
La autora habló de las violencias que pesan todos los días en las escuelas, de las físicas y las simbólicas. Sin omitir cómo la sociedad, los medios —entre otros actores—, contribuyen a gestarla. "Hoy es un día particular. Debemos preguntarnos por qué, cómo, un joven es visto por la sociedad como peligroso", llamó reflexionar sobre las teorías conspirativas, por su condición de joven o artesano, que se construyeron sobre la desaparición forzada de Santiago Maldonado.
Empoderar a los jóvenes
Kaplan aludió una y otra vez a los adolescentes que son calificados de "villeros", "negros", que se castigan "porque me miró", —incluso entre pares— entre otros ejemplos que se escuchan y reconocen en los espacios escolares. Siempre desde una posición constructiva y no condenatoria. La propia que en su visión tiene que tener la escuela.
"Si se logra empoderar a esos jóvenes se puede construir un futuro diferente. La educación es una herramienta de transformación de la propia vida y de los otros", argumentó siempre con convicción y firmeza de que la escuela y sus maestros pueden hacer la diferencia.
La tarea de la que habla Kaplan es mucha y empieza por casa. En los encuentros de formación suele proponerles a los docentes un ejercicio: abrir sus cartucheras y nombrar los colores de los lápices que guardan. "Siempre aparece un lápiz «color piel». ¿Y cuál es el «color piel»? No existe ese color", dijo para proponer desandar aquellas prácticas culturales instaladas que incentivan la discriminación y el racismo.
Otro ejemplo que trajo a la charla graficó muy bien este debate sobre los prejuicios comunes en el ámbito escolar. Esta vez la de una directora que atribuía "problemas de aprendizaje" a sus alumnos "por ser bolivianos y por tanto más lentos para aprender, ya que por la altura les llega menos sangre al cerebro". "La escuela no puede quedarse con esta etiqueta social", sin reflexionar sobre este tipo de opiniones, pidió a las futuras docentes, invitando a superar semejantes afirmaciones.
Otra mirada del bullying
En su nuevo libro Kaplan dice que le da una vuelta de tuerca al llamado bullying. "En lugar de hablar de bullying como de una patología individual que se traduce en vínculos enfermizos, perspectiva que suele ser muy influyente, preferimos hablar del dolor social que produce la exclusión o la inferiorización en la vida escolar", analiza en uno de los capítulos. También de los abusos de los que son víctimas los alumnos y las alumnas, convocando no mirar para otro lado, a defender a la escuela como la única posibilidad de salirse de las situaciones de violencias que representa para muchos de ellos.
"La vida en las escuelas" habla de las violencias que pesan en el ámbito escolar, pero sobre todo del "valor de la educación y de la escuela", "la escuela sin estigmas", "la escuela que tuerce destinos", "la escuela reparadora", y "la autoestima educativa", tal los nombres de algunos de los capítulos del texto de la pedagoga.
En el libro de Kaplan se reflejan las debilidades y fortalezas de las escuelas, también del oficio de enseñar. Y algo que convoca a leerlo: en tiempos que a la educación se la estima como una mercancía, la publicación recobra lo valiosa que es la profesión docente para construir futuro y devolver humanidad.