El debate provincial por la ley de educación para Santa Fe, que en estos días ha comenzado a desandar su camino en la Legislatura provincial, presenta múltiples aristas que sin dudas requieren de un amplio y participativo enfoque. El rol de la educación formal, las escuelas y la comunidad educativa en la formación de ciudadanas y ciudadanos libres y plenos de derechos, tienen un peso sustancial en nuestra sociedad, por lo que a todas luces en el éxito, la amplitud y profundidad de estos debates, nos va buena parte del modelo de provincia que queremos construir.
En reiteradas oportunidades hemos subrayado el hecho que la discriminación se aprende. Ningún niño o niña nace discriminando. Eso lo vamos adquiriendo en los diversos ámbitos que conforman nuestro proceso de socialización. Por tanto, si la discriminación se aprende, también podemos aprender a no discriminar.
Es decir que es posible transformar actitudes y comportamientos discriminatorios, arraigados profundamente en los imaginarios sociales. Y por tanto la promoción de una sociedad sin discriminación, o que al menos disminuya sustancialmente los efectos de la discriminación, es posible de la mano de la educación.
La reproducción de determinados modelos “legitimados” de familia, género, orientaciones sexuales e identidades, profundiza la brecha existente entre la sociedad en la que vivimos, y aquella a la que aspiramos quienes consideramos que la diversidad nos enriquece y mejora. De igual modo, la posibilidad de educar en sexualidad integralmente, con una perspectiva de derechos humanos, libertad y placer, constituye otro pilar fundamental para pensar el proceso educativo como un proceso emancipador, de construcción de sentido y de promoción de ciudadanía.
Implementación de la ESI
En diferentes ocasiones se ha debatido intensamente sobre la implementación de la ley 26.150, de Educación Sexual Integral (ESI), en los establecimientos educativos de Santa Fe. Y ese debate en reiteradas oportunidades ha caído en lugares comunes, desconocimiento y mala fe por parte de quienes sostienen que la educación sexual debe ser privativa de las familias. Incluso circulan prejuicios en torno a los contenidos de la ESI y la forma en que llegan a las aulas de toda la provincia.
Dichos contenidos, lejos de “promover” determinadas formas de la sexualidad, se proponen educar para un ejercicio pleno, consentido, placentero y libre de la sexualidad, que es uno de los aspectos más importantes en la vida de cada persona. Prevención del abuso sexual infantil, respeto a todas las conformaciones y constelaciones familiares, información sobre infecciones de transmisión sexual, sexualidad y discapacidad y prevención del embarazo adolescente o los noviazgos violentos son algunos de los aspectos que se deben abordar entre los contenidos de ESI y que debemos velar, toda la comunidad educativa, para que lleguen efectivamente a cada niña y cada niño, con la correcta orientación, lejos de los mitos, prejuicios y tabúes que históricamente han rodeado a estas temáticas.
Contenidos “casi satánicos”
Sin embargo existen aún importantes sectores que se oponen a la aplicación plena de la ley de Educación Sexual Integral. Son recurrentes las situaciones de las que tenemos conocimiento en las cuales grupos de padres y madres intentan “defender” a sus hijas e hijos de esos contenidos “casi satánicos” de los cuales deben protegerlos. Amenazan en ocasiones a autoridades escolares con realizar alguna denuncia contra los docentes o la institución, e incluso algún tipo de escrache público.
Nada dicen estos padres y madres, o nada tienen para decir, de la profusa cantidad de material sobre sexualidad al que hoy libremente cualquier niño o niña puede tener acceso por medio de una PC, un celular e incluso la televisión. Quizá si conocieran en profundidad los contenidos a impartir, la perspectiva de trabajo y las posibilidades que abren a una vivencia feliz de la adolescencia y la sexualidad de sus hijas e hijos, otra sería la historia.
Días atrás en ocasión de un feriado tuve la posibilidad de observar tan sólo 15 minutos una novela que se emite en un canal nacional a la hora en que las niñas y niños regresan de la escuela. En tan sólo 15 minutos la sucesión de situaciones vejatorias de la dignidad de niñas y niños, relacionadas con la “naturalización” del abuso sexual infantil, la trata de personas y la violencia de género, me dejaron pasmado. Automáticamente pensé en esos padres y madres que expresan “miedo” por “delegar” en la escuela la Educación Sexual para sus hijas e hijos. Nadie propone que deleguen, sino que compartan esa experiencia. Que acepten la ayuda y colaboración de profesionales que acercarán a las niñas y niños herramientas para un ejercicio pleno de su ciudadanía sexual.
Pensé en cartas de queja, en denuncias, en amenazas, en tabúes, en el famoso “De eso no se habla”. Pensé en la importancia de ampliar la Educación en sexualidad y en diversidad. Pensé en la posibilidad de construir una sociedad mucho mejor, libre de discriminación y violencia. Pensé en infancias felices, libres y plenas. Pensé en escuelas de puertas abiertas sin prejuicios, sin silencios, sin omisiones, sin discriminación. Pensé y pienso que, con el compromiso de todas y todos, es posible.