Las políticas de memoria, las políticas educativas y sus intersecciones son el escenario de los procesos de transmisión escolar de las memorias sobre las experiencias en común de una nación, como por ejemplo, la dictadura. Es un tema difícil, polémico, que abrió una herida en la sociedad argentina, que todavía no cierra; y una demanda de justicia y de memoria que sigue abierta. Se trata de reclamos que hacen a nuestra propia condición como sociedad, a la voluntad de no matarnos, a la posibilidad de juicios justos, a la conciencia de que la vida propia y la vida ajena son igualmente valiosas. El despliegue de estas narrativas permite analizar las confrontaciones, disputas y articulaciones de las memorias sobre la dictadura que tienen circulación en el sistema educativo.
En un texto muchas veces citado, Walter Benjamin planteó en 1940 que existe una "cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra", una cita entre el pasado y el presente, entre el pasado y el futuro. Nos decía diversas cosas con esa reflexión. Por un lado, que se produce en distintos momentos que una inevitable transmisión de lo acontecido, transmisión hecha y re-hecha en distintos momentos. En esa transmisión _en lo que se lega y también en lo que se busca no contar_ hay un gesto filiatorio que produce una relación entre las generaciones, relación que pone en juego las arbitrariedades, violencias e injusticias y también los modos de representarnos el mundo posible. En ese entrecruzamiento de experiencias _tenso y diverso_ se sitúa un terreno clave para la escuela. Hay algo que la escuela hace, por sobre todas las cosas, y es poner a disposición relatos (de operaciones matemáticas, de héroes de la independencia o del ciclo del agua), pero pone a disposición narraciones para comprender el mundo. Herencias, historias locales, identidades generales y particulares, entre muchas otras cosas, componen la transmisión que produce la escuela.
Ahora bien ¿qué transmitir desde las escuelas, y cómo transmitirlo, para que el compromiso con el Nunca Más sea renovado y recreado por las nuevas generaciones? ¿Cómo se transmite esa "bitácora" de un pueblo, un país o una región? ¿Cómo y dónde se lo encuentra?¿Dónde y de qué manera se las representa? El historiador Pierre Nora (1) plantea que los lugares de memoria (edificios, plazas, monumentos), y también las fechas recordatorias y las producciones (películas, consignas, libros) nos ofrecen espejos para el reconocimiento, pero a la vez hacen evidentes las tensiones, los conflictos y paradojas que suscita desarrollar cualquier idea de un "nosotros". Esos puntos de concentración, sitios potenciados, generan multiplicidad de tensiones que permiten mirar las relaciones de individuos y sus colectivos (culturales, nacionales, de creencias) al poner el foco en un lugar como concentración de sentidos. Nora nos invita también a pensarlos como lugares de partida, movilizadores, más que la expresión de identificaciones logradas; por eso cambian, se transforman, prosperan o languidecen y ello nos habla de las relaciones en las sociedades.
También ese carácter de estar en cambio, en posible transformación, debería estar contenido en la transmisión que ofrece la escuela. Debe mantenerse abierta la posibilidad que las jóvenes generaciones hagan con esos relatos una producción propia, una reinterpretación desde su tiempo presente, una revitalización de esa narración en diálogo con su vida cotidiana.
En un número de la revista El Monitor de la Educación de hace unos años, Ludmila Da Silva Catela (2) nos describía la gran productividad de los símbolos que pusieron a disposición las Madres de Plaza de Mayo. Cuentan que la primera vez que utilizaron el pañuelo fue en una procesión al santuario de Luján, en 1977. Como estrategia para reconocerse entre sí eligieron utilizar un pañal atado en sus cabezas. Este "pañuelo blanco" estaba asociado al nacimiento, la maternidad, el comienzo de la vida, se oponía de esa manera al pañuelo negro tradicionalmente asociado con el momento de duelo, así como se oponía a la impureza de aquellos que habían asesinado y hecho desaparecer cuerpos. También describe que el pañuelo "bajó" de sus cabezas y se imprimió en el piso de las principales plazas del país y han pasado a competir con otros emblemas de la Nación, junto a otras evocaciones de héroes e hitos nacionales. Incluso los turistas sacan fotos y preguntan sobre su significado. Dice la autora "los pañuelos han pasado a ser un símbolo de diálogo con la Nación". Además, esas marcas van resignificándose y acumulando sentidos vinculados a otros hechos que requieren recordación: luchadores populares asesinados, víctimas de gatillo fácil, los caídos en los enfrentamientos de los días 19 y 20 de diciembre de 2001, entre otros. Todos interpelan al Estado desde las huellas dejadas en la Plaza. (3)
Estas narrativas también se organizaron sobre sentidos disponibles, pero sobre todo fueron impulsados por la circulación de información que no pudo ser negada con eficacia por los perpetradores y los responsables, por su volumen, por la presencia pública de los sobrevivientes y por la acumulación de evidencias empíricas. En el escenario de nuestro tiempo la escuela ocupa un lugar central y potente para esas mediaciones, interactuando en el marco ético _más ético que moral_ de una discusión respecto a las condiciones para la constitución de un mundo diverso y una vida entre muchos, incluyendo a los no contados y lo no contado o nuevo para dar lugar, posibilitar, reconocer.
Pensar el presente implica decidir cómo nos ubicamos frente a él, y qué selección hacemos de este presente para legar a nuestros alumnos. Los seres humanos hemos sido y somos capaces de cometer grandes crímenes y de hacer cosas horrorosas, pero también fuimos y somos capaces de crear belleza, de producir conocimientos, de dar generosamente, de caminar obstinadamente y de apostar a una vida mejor. No olvidemos ambas cosas en la transmisión.
(1) Nora Pierre, Les lieux de memoire, Gallimard, Paris (1984 - 1992).
(2) Ludmila Da Silva Catela, "Las marcas materiales del recuerdo", en El Monitor de la Educación Nº 6, 2006.
(3) Ídem.