En estos momentos tan tensos de paros universitarios los egresados de secundaria no son los únicos que “sufren” los problemas de no poder acceder a la educación, también los estudiantes del Instituto Politécnico Superior General San Martín y los del Superior de Comercio Libertador General de San Martín, más conocidos como “Poli” y “Supe”.
Yo soy estudiante del Poli, y la verdad es que prefiero ir a clase a escuchar a cualquier profesor de cualquier materia antes que escuchar a mi madre por la mañana regañándome porque no hago nada de mi vida y me rasco las bolas. Lo cual sospecho que hay cierta envidia involucrada en sus palabras. Es por eso que decidí por cuenta propia volver a la escuela donde completé mis estudios primarios, la Escuela Normal Superior Nº 3. Mi plan era simple: entrar en algún salón de 4º año y solamente escuchar la clase.
Será que la suerte me la olvidé en casa porque al entrar la profesora de historia comenzó a entregar las pruebas que debíamos realizar en los siguientes 80 minutos. Los nervios ya se apoderaban de mí cuando las preguntas eran más difíciles de lo que pensaba y había una alta probabilidad de que aplazara. Ni se imaginan la cantidad de religiones en las que empecé a creer en ese instante, así que me empeñé a rezar con los ojos cerrados. Ya al pasar los primeros 20 minutos de la prueba y al ver que las preguntas no habían cambiado milagrosamente me pareció buena idea utilizar algunos recursos no convencionales como por ejemplo “tirar fruta”, que sería el equivalente de hacer tiro al blanco con los ojos vendados.
Pobre de mí y digo bien pobre de mí porque al preguntar si la profesora comprendía si yo escribía utopía (a ese nivel de tirar fruta había llegado), me preguntó con su tono más despectivo y furioso: “—¿Quién sos vos?”. A lo que no pude contestar nada.
Luego siguió una cagada a pedo de tal nivel que tenía miedo de que me dejaran libre por amonestaciones. Así que me sacaron del salón, me quisieron poner amonestaciones y para empeorar las cosas le tuve que decir a mi madre que me había ido mal en la prueba.
Pero no puede ser así, me dije a mí mismo, la educación es pública y gratuita, y esta escuela es pública y gratuita. ¿Por qué no puedo tener clases? El hecho de que mis profesores estén de paro no significa que yo haya perdido el derecho de la educación. Así que fui al día siguiente y me echaron de nuevo. Y al siguiente también me echaron de nuevo.
Ya perdiendo toda esperanza de educación me propuse entrar a la escuela por última vez y convencer al director con un discurso que lo recordaría toda su vida.
“¿Es acaso la educación pública? Si yo me quiero presentar desde el anonimato a una clase y solamente escuchar ¿Por qué me tengo que inscribir antes en la escuela? Si yo no busco rendir, no busco un diploma, no busco la nota, busco el conocimiento. Cuando Sarmiento pensó en crear estas mismas escuelas no pensó en nada más que la educación. Vos que me echas de la escuela ¿En qué pensás? Y si en vez de un estudiante del politécnico es un chico de la calle que no quiere seguir yendo a su escuela en el medio de la villa. ¿También lo echas? ¿Se merece que lo echen? ¿Por qué?”
Esto es un resumen de lo que le planteé al director, para que pensara un rato. Y es lo que les planteo a ustedes para que lo piensen y se pregunten: ¿Es la educación pública?
(*)Tiene 16 años