Regresar a la realidad suele ser cruel. En Rosario eso se sintió, y con fuerza. Pasado el efecto narcótico del Dakar, que trajo instantáneas inusuales, esta semana todo volvió a ser como era. El municipio reprograma obras y culpa por ello al Concejo, a quien le endilga no haberle aprobado un Presupuesto más holgado; recrudecen los siempre presentes reclamos por cortes de luz; y la Empresa Provincial de la Energía (EPE) otorga resarcimientos por un servicio que no brindó, justo en una época del año en la que tendría que haberlo hecho con excelencia.
Sabido es que durante diciembre los operadores políticos de la intendenta no demostraron ser muy sagaces a la hora de sellar acuerdos. No obstante, el arco opositor más duro fue el que le abrió la puerta al Ejecutivo para plasmar un aumento de la TGI y aprobar el Presupuesto. La administración Fein lo tomó a regañadientes (esperaban un incremento del 40 por ciento en la tasa y sólo lograron el 19,5). El Presupuesto, en tanto, fue más acotado; pero no por eso exiguo como para obligar a reprogramar el ritmo de obras.
Se habla de bolsillos flacos mientras la planta del personal político de la Municipalidad sigue creciendo. Un duro contraste. Más aún cuando hay vecinos que esperan desde hace años el asfaltado de su cuadra u obras de saneamiento básicas.
Sin agua.En barrio toba la gente se pelea por el agua. Es increíble, pero en pleno siglo XXI y a metros del ancho Paraná, no hay agua. Las mujeres llegan al dispensario con lumbalgias (dolores de cintura) producidas por el diario acarreo de baldes. La semana pasada tomaron de rehenes a los empleados de Assa que habían ido hasta allí a abastecerlos con una cuba. Y hace días coparon el centro de salud barrial para exigir respuestas que tardan en llegar.
Mientras tanto, la EPE anunció resarcimientos para aquellos usuarios que sufrieron apagones durante la ola de calor de diciembre y los primeros días de este mes. Qué contradictorio es que una empresa tenga que indemnizar a sus usuarios por no prestar el servicio justo en la época del año en la que mejor debería brindarlo.
Párrafo aparte para lo que está sucediendo en la terminal de ómnibus. Esta semana su director, Orlando Debiasi, dijo que las obras en la estación estarán listas en febrero. Si eso se cumple será el cuarto corte de cintas que se hará en el edificio de Cafferata y Santa Fe. Una práctica muy usual en tiempos electorales. El ex gobernador Jorge Obeid también solía cortar cintas de obras inconclusas. Inauguró tres veces una escuela técnica a metros del Shopping Alto Rosario. Mónica Fein se suma a esa tendencia.
Si de tendencia se habla, volvió un clásico: correr detrás de las noticias. Bastó que La Capital diera cuenta del reclamo de vecinos de Ovidio Lagos al 4500 por la inminente apertura de una conflictiva bailanta, para que el municipio decretara una nueva clausura del lugar. Ergo, el que no llora no mama. Si los vecinos no hacían público su reclamo difícilmente la megaestructura de control municipal creada con bombos y platillos hubiese actuado tan rápido.
Y así, con el efecto Dakar cada vez más lejano, la postal rosarina dista de ser tranquila en este enero caliente.
Esta semana se avecina un paro municipal, y en los primeros días de febrero volverá a la carga el dilema de aumentar nuevamente el precio del boleto de colectivos.
Para eso será vital en el socialismo reunificar el diálogo con el bloque del PRO. O dejar que Miguel Zamarini, el presidente del Concejo que ya no despierta lealtades en la mesa chica de la intendenta, vuelva a tejer alianzas con kirchneristas, cavalleristas y radicales afines a Jorge Boasso.
Tiempos difíciles de atravesar en "la mejor ciudad para vivir". Esa que recuerda con nostalgia el paso del rally Dakar y el viejo apotegma que dice que todo tiempo pasado fue mejor.