De una situación embrollada salió una resolución judicial que antes que nada advierte sobre la inconveniencia fatal de ser precipitados ante hechos preliminares. Los casos penales tienen eso. La contundencia de una acusación siempre parece bastarse a sí misma al principio y no necesitar de nada más. Empezamos a creer que lo que tenemos probado de antemano en la conciencia es inamovible e incuestionable. Y con ello armamon castillos que pueden desmoronarse. Cuando eso pasa nos descubrimos de vuelta angustiados y a fojas cero.
La acusación contra Hugo Tognoli fue un hecho provisorio. Su falta de mérito también puede serlo. Nadie lo sabe. Por eso los que antes advirtieron en el inicio de esta crisis una buena oportunidad de pescar en río revuelto ahora se ven arrastrados por la correntada. Y por eso mismo nadie debería celebrar nada ahora. Los problemas que hay en Santa Fe por la expansión del narcotráfico, por los históricos arreglos de sus personeros con franjas policiales, por la violencia que desparrama en los distritos donde se enclava, todo eso sigue existiendo al margen de las incidencias de este expediente.
Hubo situaciones de crueldad e insensatez en este caso. Un valioso legislador nacional del PJ que tuvo un hermano imputado en una causa penal de la que luego fue desvinculado sostuvo que el jefe depuesto no había actuado solo. ¿Qué significa eso sino un prejuzgamiento? Funcionarios del gobierno provincial bordearon la neurosis advirtiendo de que la causa contra Hugo Tognoli no era más que un operativo de prensa. Para que alguien arme una acción de esas tiene que haber condiciones en el territorio donde se monta. Y los hechos de esta causa, con un narco apañado dando directivas a una comisaría, distan mucho de ser cristalinos.
Tal vez ahora que la presión del caso encontró una válvula de escape con la resolución judicial las cosas puedan recobrar la serenidad necesaria para tantear la magnitud del desafío que implica enfrentar a la narcocriminalidad con sus efectos derivados en aflicción comunitaria por la violencia y las adicciones.
Y si crisis es oportunidad, el momento no es para desaprovechar. Y así poner en el objetivo a los traficantes consolidados con operativos que permitan su confinamiento. Desterrando para ello el espurio método de las pesquisas policiales iniciadas por "olfato" o por "sospechas" jamás fundadas en investigaciones con orígenes demostrables, terminando con las requisas fraudulentas, con los testigos dudosos que refutan las actas de procedimiento, con detenciones por azar en controles de rutina. Para ello es necesaria una policía profesional, capacitada, equipada y remunerada en sintonía correspondiente a lo que se busca.
Pero también es imprescindible una dirigencia política a la altura del reto. Que no ceda a la tentación de la chicana miserable cuando la gravedad institucional del problema queda dramáticamente al descubierto. Hay en Santa Fe, junto a los otros, dirigentes responsables en todos los nucleamientos, preocupados sinceramente y con capacidad de generar formas asociativas frente a un tema común. Ahora que las papas quemaron en serio la ocasión se reveló como una oportunidad despilfarrada. Aunque el tiempo no juega a favor, tal vez sirva de lección para la próxima.