Si se juega como se vive, Newell’s futbolísticamente tendrá que cambiar su forma de vivir. Sin rebeldía y aferrado a un estilo que ya no le es propio, el plantel rojinegro se acostumbró a perder clásicos. Con idéntica petulancia, con el misterio habitual, similar puesta en escena y con el mismo resultado. Plantear desde la retórica a este partido como “el objetivo” no tiene correlato en la acción. Ni desde la política deportiva como tampoco desde lo táctico. Porque ayer los directivos en general, y Sensini en particular, una vez más exhibieron la falta de reflejos para incorporar lo necesario. Porque independientemente de lo que opine el entrenador, era pública y notoria la ausencia de un zaguero. Y al final Lucas Bernardi terminó improvisando, como también resignando el juego que tanto teoriza con el armado de una línea de volantes sin virtudes para la posesión.
Si se juega como se vive, Central ratificó futbolísticamente su forma de vivir. Con Eduardo Coudet pensando en función de lo propio y también con atención a lo ajeno. Por eso su equipo exhibió la inteligencia táctica que supo mostrar en los clásicos anteriores con Miguel Angel Russo en el banco. El partido lo comenzó a ganar desde la planificación. Con similar apego a la simpleza, con idéntica predisposición para descontracturar la previa, sin misterios ni escondites y con el mismo final de alegría para ellos y su gente.
Un clásico se puede ganar o perder eventualmente, pero no en forma sistemática. Porque si esto sucede, es porque no hubo cambios. Y si las modificaciones para corregir no se hicieron hay varias respuestas posibles. Pero para rectificar se necesita autocrítica, la misma que realizan aquellos que ratifican las cualidades que los alojan en la victoria. Porque Central ganó otro clásico como lo hizo en las últimas cuatro ocasiones. Y Newell’s lo perdió también como lo hizo en los últimos cuatro.