La calle como escenario del agitado tránsito de automovilistas y peatones que sufren accidentes, que no respetan normas, y no se respetan entra sí, tiene que dar lugar a pensar alternativas de cambio. "Tránsito Pensado" es una obra de teatro en clave clownesca que concientiza a través del humor poniendo de relieve reiteradas inconductas de ciudadanos al volante. Es un proyecto teatral que ha llegado a diversos ámbitos educativos transmitiendo un mensaje que logra educar de modo no convencional. Está dirigida por el licenciado en historia, docente y actor, Mario Romeu; y los actores son Vanina Piccoli, Ariel Torres y Carla Vignoni (www.transitopensado.com.ar). En charla con LaCapital, Romeu adelanta algunos detalles de la propuesta.
—¿Cómo surge esta idea de teatralizar el tránsito en las calles?
—Con un grupo de ex alumnos del taller de comicidad de la Academia del Humor (AH), en Teatro La Morada, produjimos este trabajo. Siempre me interesó el tema de educación vial, por lo que vivo en la calle y porque tuve una alumna que sufrió un accidente automovilístico, donde lamentablemente perdió la vida. Más allá de este hecho dramático, asistimos diariamente al derecho del más fuerte. La inseguridad en el tránsito, el tener un hijo pequeño y estar sufriendo porque los automovilistas lo respeten un poco. Todo eso me llevó a proponerles a mis alumnos trabajar sobre el tema, con la idea de que sea una alternativa didáctica con componentes lúdicos. El proceso creativo fue alrededor de jugar ideas o escenas cotidianas de tránsito urbano y quedaron las que nos parecieron más emblemáticas. No se tiende a educar desde la cuestión de reconocer las señales de tránsito, sino de cuestionar las conductas, actitudes que uno tiene con el estatus del auto, de la gran velocidad; de la actitud del "no pasa nada". A través del humor en formato de sketchs, así transcurre este rompecabezas en donde entrar y salir del juego son parte de la propuesta actoral.
—¿Cómo aparecen estas conductas en Tránsito Pensado?
—Pensamos en que no tenía que terminar todo en choques, en golpes bajos; entonces fuimos por el lado del humor ridiculizando actitudes de nuestra idiosincrasia. En Colombia se ha apelado a que un Mimo en una esquina ridiculice a quien comete infracciones, son ideas, recursos. El estar con este tema te lleva a estar cada día más concientizado y a ver la conducta propia. Es muy difícil abstraerse de lo que ocurre en general, si uno como conductor no respeta las señales termina adscribiendo a una cultura sin darse cuenta. Pareciera que es más fácil acelerar antes de que un peatón entienda que le das el paso, es muy difícil hacer lo correcto., Uno se engancha en esas malas prácticas de automovilistas y peatones y se sufren efectos negativos, de ambos lados también.
—¿Cómo se problematiza la toma de conciencia?
—El cambio no se va a lograr del día a la noche o sólo sanciones, por eso un buen camino es la educación, la concientización, sino hay una política educativa que vaya goteando permanentemente sobre estas prácticas tan arraigadas, es muy difícil que se revierta y el costo por no revertirlo es muy grande, se muere mucha gente. Opino que no existe la misma indignación ante alguien que matan en un accidente de tránsito, que ante un muerto en una situación de robo. Está naturalizado, no hay explicaciones, no hay sanciones significativas ante quien comete ilícitos en el tránsito. Estamos atrapados en un sistema de difícil salida, sino hay un gran cambio educativo, de conductas y hábitos, va a a ser muy difícil salir del cóctel: infligir normas-accidentes.
—Ante la ecuación: más autos, menos espacios, menos paciencia, ¿cómo convivimos?
—Las ciudades están pensadas más para los autos que para los peatones, Tonucci dice que las ciudades están pensadas para la gente que está en edad productiva, para el sistema capitalista, para las personas de 20 a 50 años, aproximadamente. En una esquina de avenida con seis manos, tenés 30 segundos para cruzar; cómo hacés si sos un adulto mayor o un niño. Se sigue pensando en los que tienen mayor poder de velocidad y circulación, o sea, los vehículos en general. Se hace difícil pensar la ciudad para niños, ancianos, discapacitados; para mí es un tema muy serio. Más allá de los valores de que "los piolas son los que van a gran velocidad, de que los que tienen auto son los que tienen prestigio, mujeres y demás" es un boomerang que se nos puede volver muy mal, en contra. Te topaste con alguien a gran velocidad, se produce el choque y no hay vuelta atrás.
—¿Cómo se logra despertar el interés educativo que reviste Tránsito Pensado?
—Después de un año empezamos a sentir algún rebote más cercano a lo que deseamos, la obra fue pensada para realizarse en espacios diversos como escuelas, clubes de barrio, pequeñas salas, plazas, la calle misma. Tiene un montaje muy simple, la idea es que circule por ámbitos exteriores, aún no la hemos hecho en la calle. El Ministerio de Educación nos confirmó la posibilidad de difundir "Tránsito pensado" en los 5 Nodos provinciales y de compartir la obra con docentes que están haciendo una capacitación en educación vial. También la Compañía de Seguro La Segunda nos ha invitado a cerrar un seminario, se puede decir que estamos ingresando a otros espacios. La respuesta ha sido buena, pensamos que es un producto que hace falta. Siempre uno se pregunta si lo cultural y artístico es un bien necesario, a esta producción sí le hemos encontrado ese sentido. Si pensamos que estamos segundos en Latinoamérica, después de México, en el ranking de muertos por accidentes de tránsito, que nuestro granito de arena sirva para empezar a revertir una negativa situación en la que se necesitan esfuerzos de los gobiernos políticos, de la escuela, de las compañías aseguradoras, de ONGs, de la sociedad toda. Y que la seguridad vial se instale como tema permanente y deje de ser una golondrina de verano.