Sandra Arroyo Salgado decidió contemplar el calendario y mantener el silencio. Daniel Rafecas, también juez conocedor de los "tiempos" extraprocesales, consideró que ese mismo calendario lo instaba a decidir y a hablar. La ex esposa del fiscal Alberto Nisman no puede ya esconder su tremendo descontento con la instrucción llevada adelante para esclarecer la muerte del padre de sus hijas y completó el jueves pasado una presentación de medidas periciales, ampliaciones de las mismas y, por separado, un escrito en el que pide la inhibitoria de la fiscal Viviana Fein y la jueza Fabiana Palmaghini. Esta mujer de carácter de acero no cree en la torpeza culposa para reunir pruebas. En reserva, considera entorpecimientos e irregularidades dolosas. Ya no dice que no le cierra la hipótesis del suicidio. En privado, habla de crimen que no puede quedar impune. Así y todo, decidió esperar unos días para irrumpir con sus escritos. "No piensen que me voy a presentar antes del discurso de la presidenta en el Congreso. Yo no estoy haciendo política. Pretendo hacer justicia por mis dos hijas", le dijo la magistrada a sus íntimos. Pero su enojo está intacto. Su decepción por la causa, también.
Por su lado, el juez que tenía a cargo la denuncia de Nisman impulsada por el fiscal Pollicita creyó que era mejor sentenciar sin demoras. Fue en la misma fecha que Arroyo optó por el silencio, a exactas 72 horas de que Cristina Fernández hable por última vez como presidenta ante la Asamblea Legislativa. "Si se quejan de que la Justicia es lenta, que yo cumpla con los pasos procesales del Código no puede darles motivos para el enojo", confesó ante dos periodistas extranjeros Daniel Rafecas. Se ve que el magistrado se siente más cómodo con preguntas de corresponsales que escriben para el exterior antes que considerar el derecho democrático de dar cuenta de sus actos procesales ante sus connacionales.
En la Casa Rosada el fallo que rechaza lo denunciado por el fiscal muerto (fundamentado y con sentido jurídico, por cierto) fue recibido casi con tono de celebración. La presidente fue informada del mismo por su secretario, Carlos Zanini, quien le dijo que era hora de volver a la carga e "ir por todo". Ese será el tono del discurso que pronuncie hoy en el Congreso, amparado por una movilización que se espera impactante por el número de militantes y por la maquinaria desplegada para garantizar, por voluntad o por conveniencia, la concurrencia de miles. Si hasta los trenes serán gratuitos en este domingo en la Capital. ¿Por qué? Porque sí.
Cristina hará un repaso de los 11 años de gobierno antes que proponer, como dice la Constitución, el plan para los 10 meses que restan de gestión. Sin embargo, habrá anuncios como la ampliación del muy buen plan de viviendas Pro-Cre-Ar, del sistema de compra en cuotas y del "Ahora 12" y, quizá, una desgravación impositiva para favorecer a las clases menos pudientes. Algunos anticipan (más bien como pálpito, porque la cerrazón oficial al respecto es enorme) que podría impulsar el cambio del Código Penal en base al trabajo coordinado por Roberto Carlés y alguna idea sobre la ley electoral. De hacerlo y con el número de diputados y senadores con los que cuenta, la presidenta se despediría el 10 de diciembre habiendo reformado todos los Códigos de forma y fondo del derecho argentino. Quien asuma a fines de este año encontrará un plexo de normas totalmente distinto, a gusto del kirchnerismo. La gran mayoría de los candidatos de la oposición parece no darse cuenta o, si lo hace, no sabe qué proponer de forma original. El kirchnerismo avanza convencido de que la democracia es el atropello de los números puros que conforman la mayoría. La oposición tambalea sin mostrar argumentos que le permitan ser considerada una minoría fundamentada y no un conjunto de infantiles negadores o perennes ausentes de los debates. Así de pobre es el momento político de estos días.
Santa Fe. La convulsión iniciada el 18 de enero no dejó demasiado tiempo en la política nacional como para ocuparse de los territorios provinciales que ya se enfrentan a comicios. Sin embargo, uno de los más viejos operadores del PJ, con oficina en la Casa Rosada, opinó sobre lo que serán las elecciones en Santa Fe. La presidenta, cuenta este hombre, no tuvo margen para intentar persuadir a María Eugenia Bielsa a los fines de disputar la Gobernación. Su negativa, se cree en Buenos Aires, da más aire a Miguel Del Sel para seguir creciendo en las encuestas. El norte provincial conocía a la ex vicegobernadora y hubiese sido una opción para capitalizar los votos de descontentos con el socialismo. Hoy, inevitablemente, se dirigirán al ex Midachi. Eso dicen las encuestas que circulan por Balcarce 50.
Omar Perotti, quien osciló entre el kirchnerismo culposo y su criterio propio basado en su innegable capacidad, aparece desdibujado para el electorado. Miguel Lifschitz, el mejor administrador que ha tenido el PS en tareas ejecutivas, parte con un grado de desconocimiento alto fuera de Rosario y una carga de dos gestiones de su partido que fracasaron con estrépito al abordar temas centrales, especialmente la inseguridad. Sin embargo, en la sede del poder de Buenos Aires, el final está todavía abierto.
Del Sel continúa caminando amparado por su carisma y deposita su evidente carencia de política y gestión en sus segundas o terceras líneas nacidas del maridaje entre el PRO capitalino y cierto resabio del peronismo reutemista o disconforme con los K. De paso: no deja de ser impactante el oído amplificado que se le presta todavía al Lole, quien permanece monocorde definiendo siempre casi nada o, apenas, argumentando sólo para defender su imagen. Se ve que para la renovación de la política santafesina falta mucho.