La biblioteca de la Escuela Nº 156 Provincia de San Luis está en la planta alta. Es luminosa, hay libros a mano, mapas y armarios que parecen felizmente siempre abiertos. También es testigo de una rica experiencia donde la lectura es una práctica cotidiana. Allí espera el grupo de 4º grado, con sus maestras Margarita Gaeta y Carla Vidal. La puerta se abre y la primera impresión es que los textos tienen un gran protagonismo en ese grupo de pequeños que rondan los 9 años.
Y es así. Pasan apenas unos segundos de charla para que narraciones y autores se confundan en una conversación que se percibe habitual para este grupo. Catriel está apurado para contar que los libros que más les gustan son "los de animales de todo tipo". Su amigo de grado, Alejo, que lo conoce muy bien le recuerda que "sobre todo los de dinosaurios", demostrando que leer para ellos es además de un acto privado un disfrute colectivo.
Atrás, tres o cuatro nenas levantan sus manos casi con desesperación. "A nosotros nos gustan los cuentos de princesas, de amor", dicen. Alanis muestra entonces el libro que acaba de leer: "Historia del dragón y la princesa", de Gustavo Roldán, un autor exquisito que hace poquito dejó esta vida pero sigue empeñado en hacer crecer la imaginación de los más pequeños (y grandes también).
"Me gustó porque es muy gracioso, lo recomendaría, lo mejor que tiene es lo distinto, porque aquí la atrapada no es la princesa sino el dragón", regala la nena su breve crítica literaria.
Selene está en la misma mesa fascinada con la historia de un "hombrecito que lleva una valija cargada de respuestas, hasta que un día se les vuelan" (de Graciela Sverdlick). "Me gustó tanto que lo llevé a mi casa y lo compartí con mi hermano, mi mamá y mi papá", confiesa.
Y siguen las recomendaciones. Alejo lee por estos días "Las aventuras del sapo Ruperto", del uruguayo Roy Berocay; Micaela está atrapada por "El increíble Kamil", de Andrea Ferrari, y en general el grupo se enganchó con "Había una vez un libro", de Adela Basch. Nicole se inclina por las historietas "pero no las de Gaturro, sino las más reales". Aracelli dice que aprendió a compartir los cuentos con su hermano más grande: "Hasta un día que no había luz en mi casa leímos uno de fantasmas con la puerta abierta para poder ver".
Agustín y Juan Pablo descubrieron leyendo que lo que lo suyo pasa por "ilustrar", y así se definen como "los dibujantes" del grado.
Nada casual. Que la literatura y la lectura en general sean tan amenas como los recreos para estos chicos de zona norte (la escuela está en Zelaya al 2300) no es casual. Antes que las propias maestras, Tomás y Franco se apuran a contar que fue en tercero cuando su seño Margarita llegó al grado y los invitó a tener este encuentro diario con los libros.
"Nuestra biblioteca se llama «La alfombra mágica». Tenemos un grupo en internet (Facebook), y nos llevamos libros a nuestras casas. También la seño nos lee en voz alta", resumen los dos mostrando un improvisado carné que acredita su pertenencia a la biblioteca del aula.
La experiencia se inició en tercer grado cuando Margarita Gaeta tomó el grupo y comenzó a armar la biblioteca del aula, con libros propios y más tarde con los que llegaron del Plan Lectura de Nación. "Son libros hermosos, de distintos autores, con buenas ilustraciones y en cantidad", no deja de festejar la maestra que enseguida los puso a circular.
Pero además, "por lo menos tres veces a la semana" -dice- les lee en voz alta textos que eligen sus alumnos o que ella sugiere. Eso se completa con actividades de escritura y comentarios que generan un ida y vuelta contagioso.
Este año, en 4º, las clases son por área. A Carla le toca enseñar matemática y ciencias. "Comparto esta tarea, porque queremos que tengan herramientas para acceder a distintas lecturas", dice y cuenta que en sus clases de números y problemas, cuando alguien termina antes la ejercitación, puede acudir a la biblioteca del aula y elegir qué leer.
"Es mentira que los chicos no leen", afirma la maestra Margarita que desde un tiempo está empecinada por aggionarse también a las nuevas tecnologías. Trabaja con la certeza de que "libros hay, sólo falta animarse a que no queden guardados", desafía.
Según reflexiona, "la literatura es fundamental: los chicos pueden encontrarse con el pasado, con el presente, proyectar al futuro y construir su propia ficción".Agrega que "sólo hay que tener disposición y leer con ellos. Puedo asegurar que a nosotras también nos enriquece".