El tipo de cambio atrasado en relación con la inflación viene permitiendo un fenómeno que se ha acrecentado en el verano que está próximo a terminar: miles de argentinos viajan al exterior y consumen con sus tarjetas de crédito porque les resulta barato. Se han visto en cada feriado largo las colas en la frontera para cruzar a Chile y, además, para los próximos meses las reservas de pasajes aéreos para el verano boreal europeo o de América del Norte están saturadas.
Para el sector de clase media que puede disfrutar de este "veranito" de la economía la situación es beneficiosa porque con un tipo de cambio estable desde hace varios meses por debajo de los 16 pesos el costo de hacer turismo afuera no es caro, incluso hasta a veces más barato que en el país.
Sin embargo, con esa mirada sectorial y corta que puede ser interesante sólo para una parte de la población, el país se perjudica porque cada dólar que se gasta en el exterior sale de las arcas del Banco Central que, como no los puede imprimir, debe obtenerlos vía ingresos por las exportaciones o préstamos en el mercado de capitales internacionales.
Sólo en diciembre pasado, según informó el propio Banco Central, los egresos por turismo y viajes al exterior de los argentinos sumaron 932 millones de dólares. Y en enero la cifra subió a 1.266 millones de dólares.
Nada de esto significa que las reservas argentinas estén en caída. Por el contrario, en febrero acumularon un aumento de 3.721 millones de dólares llegando a un saldo de 50.608 millones de dólares, el mayor nivel en seis años y similar al de mediados de 2011. El ingreso de divisas por el blanqueo de capitales, la toma de deuda en el exterior y la llegada de dólares por las exportaciones de la cosecha gruesa explican esa buena cantidad de reservas.
Sin embargo, el reciente anuncio de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que es su banco central, del aumento de la tasa de interés a un rango de 0,75 por ciento a 1 por ciento es una señal de preocupación, aunque desestimado ayer por funcionarios argentinos, de que podría encarecerse el crédito para el país. Más aún cuando se especula que este año Estados Unidos hará otros dos ajustes, en base a buenos resultados de su economía, y la tasa alcanzará el 2 por ciento. Hoy, Estados Unidos paga por sus bonos del Tesoro a 10 años un interés del 2,5 por ciento. La Argentina, cada vez que toma préstamos del exterior, viene pagando en promedio casi un 7 por ciento.
No se trata de hacer un análisis macroeconómico de la situación, para eso están los especialistas, que en realidad nunca se ponen de acuerdo. Pero sí de analizar el tema desde un punto de vista político y hasta filosófico. El conjunto de la sociedad argentina está subsidiando las compras y viajes al exterior de una parte de la población que debería pagarlos al menos un 20 por ciento más, si se considera que ese porcentaje es el desajuste del tipo de cambio. Lo mismo ocurrió durante el gobierno anterior, incluso con el cepo al dólar.
Si el valor del dólar sube, los precios de la economía le siguen el ritmo y eso genera inflación. Los salarios se deprecian y la tensión social presiona al gobierno. Son escenarios conocidos y cualquier variable que se desacomode pone en riesgo a la economía en su conjunto. ¿Y entonces?
Mientras tanto, en un país donde los docentes luchan por mejores salarios, donde la jubilación de la mayoría de la población es el haber mínimo que apenas supera los seis mil pesos, donde hay inestabilidad laboral por fábricas que cierran o suspenden trabajadores, no es justo que las reservas se evaporen de esa manera.
El gobierno tiene que encontrar un camino para reducir esa fuga de divisas y aprovecharlas en políticas de desarrollo. Faltan caminos, escuelas y hospitales por todo el país. En esas obras sí se justifica el destino de los recursos nacionales.