Se adivina un tinte de rareza en las fuertes declaraciones que formuló Lionel Messi contra el vicepresidente económico de Barcelona, Javier Faus. Para las cabezas que rastrillan algunos años hacia atrás cuesta encontrar una reacción tan contestataria del rosarino. No hay registros de un acto semejante porque su figura siempre fue inmaculada. Intocable para todos. Incluso para una comisión directiva acostumbrada a manejar los destinos del club con un marcado sentido verticalista. Hasta el propio Messi sabía que las críticas de algún dirigente jamás iban a rozarlo. Su condición de prócer siempre disfrutó de una mirada benévola desde cualquier recoveco en el que flameara una bandera barcelonista. Pero algo se rompió entre Leo y la actual dirigencia culé. Es evidente que el desacato de Messi tuvo la fuerza de un cimbronazo puertas adentro. Porque zamarreó una estructura que lucía granítica y en la que ahora empiezan a verse filtraciones. Por más que Jorge Messi, su padre, ayer saliera a ponerle el cicatrizante de las palabras al culebrón, ya nada será igual. Habrá un antes y un después a este cortocircuito mediático. Es que un día aquel pibe de gesto angelical se rebeló contra los atropellos. Ahora podrán hacerse especulaciones a granel. También se asistirán a todas clases de teorías, pero la verdad es que el silencio del mejor jugador de la historia de Barcelona ya no otorga más. Se cansó del manoseo, sobre todo que se pusieran en duda cuestiones fiscales, de su contrato con el club y del genuino objetivo de su Fundación. Ni siquiera la contratación de Martino, que fue como un guiño para Messi de parte de una dirigencia con la que no tiene la misma afinidad que lo unía con el ex presidente Joan Laporta, logró armonizar la relación. De ahí que esta situación ya se le escabulló del molde al presidente Sandro Rosell. Por eso la medida que prepara para zanjar las diferencias es sentarse a renegociar el vínculo cuando Leo se reincorpore al equipo en enero. Si no lo hace, entonces sí se le viene el mundo abajo. Porque Messi ya golpeó la mesa.