Rolando Espinosa camina despacio apoyado en su andador. Pide disculpas por su lentitud una y otra vez, como si fuera culpable de algo. El predio del Instituto Superior de Educación Física (Isef) Nº 11 Abanderado Grandoli lo contiene. Allí, este chico de 23 años llegó pidiendo una oportunidad en la carrera de periodismo deportivo. Allí, hoy es uno más, como debe -o debería- ser con las personas con capacidades diferentes. Para las autoridades de la escuela, es la primera experiencia de este tipo y están muy contentos de poder ser los posibilitadores.
"Nací en Rosario el 28 de marzo de 1988. Tengo 11 hermanos, siete varones y cuatro mujeres y soy uno de los más chicos. Tengo a mi mamá y mi papá falleció hace cuatro años. Yo iba a una escuela especial que se llama Trascender, la 1382. Ahí estuve un tiempo hasta que mi mamá y mi hermana vieron que, como aprendía bastante bien a leer y a escribir, tal vez hablando con la directora de la escuela, Verónica Sotomayor, tal vez me pudiera ía integrar de a poco a una escuela común", comienza Rolando su diálogo con LaCapital. Tiene puesta una camisa negra a rayas y una corbata al tono. Su hermano Marcelo no se separa de su lado. "¡Qué producción te hiciste para hablar con la gente del diario!", le dice risueñamente el director de la carrera de periodismo del Isef, Sergio Quevedo.
hacer la diferencia. Rolando tiene una discapacidad motriz bastante marcada y problemas de dicción. Eso no lo hace diferente. La diferencia la marca cuando pone en marcha su intelecto. Y conciente de ello, siempre pidió oportunidades para demostrar todo lo que podía dar y hacer.
"Tengo una discapacidad motriz. Nací prematuro, de seis meses, por eso este problema. Pero lo que quiero dejarles en claro a todas las madres que tengan un hijo con cualquier discapacidad es que si les ven alguna posibilidad de progresar que luchen, porque siempre van a encontrar a alguien que les dará una oportunidad", aconseja el futuro periodista deportivo. Y dice que una de las pocas veces que se sintió discriminado fue "cuando no me dejaron pasar a la escuela común. Yo no me pedía que me integraran rápidamente. Pero quería hacer el intento, no obligaba a nadie".
Lo disimula, pero siente molestia cuando recuerda que en la escuela especial a la que asistía no querían dejarlo pasar a una común. "No me tenían mucha fe. Pretendían que me quedara porque decían que no tenía capacidad para estar en una común. Después, gracias a mi psicóloga y al gran apoyo de mi familia ingresé a la Escuela Nº 560 Provincia de Jujuy, que queda en bulevar Oroño y Sánchez de Bustamante. Iba tres días a la escuela especial, lunes, martes y viernes, y dos a la común. Así estuve seis meses y como me veía bien hablé con la directora y le pedí una oportunidad para quedarme. Tenía 17 años. Los de la escuela especial se enojaron mucho. Querían que me quedara. Pero prometí que si me iba mal yo mismo iba a volver". Por suerte, eso no pasó.
Como estaba entre chicos mucho menor que él, Rolando ingresó a la Nocturna Nº 26 Juan Martín de Pueyrredón que funciona en el mismo lugar. Allí el director, Alejandro, le dio la confianza necesaria para demostrar que él podía. "En 2007 terminé la primaria y en 7º grado fui abanderado. Tuve buenas maestras, como Malvina Rivero y María de los Angeles Sánchez", recuerda con afecto.
En la secundaria. Llegó el tiempo de la secundaria. "Comencé en la Eempa el 10 de marzo de 2008 en ese mismo establecimiento. Ahí estaba Estela, la directora, quien también me dio una chance y quien hizo construir un par de rampas para que me movilizara con tranquilidad. Me recibí con un promedio de 8,17 y nunca me llevé una materia", se jacta y larga una estentórea carcajada.
Sorprende cuando dice que eligió la carrera de periodismo deportivo por Enrique Macaya Márquez, el veterano comentarista televisivo de fútbol. "Sí, es así, es por Macaya. No salgo nunca de mi casa. Mi casa es la escuela, y la escuela es mi casa. Vivo escuchando radio y mirando televisión. Siempre me gustó Fútbol de Primera. Siempre me gustó la dupla que hacía (Macaya) con Marcelo Araujo y siempre los puse como referentes del periodismo. Macaya es un sabio del fútbol, tiene mucha experiencia, cubrió 14 mundiales y es muy inteligente. Yo escucho otras voces. De acá de Rosario me gustan Julián Bricco, Marcelo Ramírez y Gabriel Maldonado", reflexiona y elige antes de largar nombres.
sobre la carrera. Habla de su experiencia en la escuela de periodismo del Isef 11, donde acaba de terminar el primer año con todas las materias aprobadas. "En la que mejor anduve es en redacción", apunta. Pero no se olvida de destacar que "acá en el Isef 11 también me dieron la oportunidad, pero capaz que en otro lado no me la hubieran dado. Además, tengo un grupo bárbaro de compañeros, entré bien con ellos y ellos se adaptaron a mí, que es lo más importante. Estar acá es como jugar el partido de fútbol que nunca pude jugar. No sé hasta dónde voy a llegar, pero el hecho de estar sentado en este lugar significa que algo hice. Vine a anotarme el año pasado y no tuve ningún problema. Me trataron como uno más, que es como yo quiero ser tratado. No quiero que por ser discapacitado me traten diferente o tenga privilegios. Y aparte tengo que hacer esto por toda la gente que puso la cara por mí". Siempre habla de oportunidades. Y a veces pareciera como si la vida se las fuera dando de a poco, regulándoselas. Pero se las da confiada.
Trabajo. Es fanático de Boca y sabe que "si tengo la oportunidad" cuando trabaje en un medio deberá dejar esa postura de lado. Aunque se asume muy crítico. "Pero siempre de buena leche", aclara con el índice en alto. También piensa que el periodismo deportivo argentino es uno de los mejores del mundo desde el punto de vista analítico.
Tras la pregunta de cierre vuela sobre un tema que, por ahora, no le preocupa: la salida laboral. A pesar de tener un buen sentido crítico y analizar detallada y criteriosamente situaciones del fútbol doméstico, sobre todo espera que algún medio le dé la posibilidad de trabajar. Y, si es factible, como relator, aunque ahora poco importe ese detalle. "Después, si sirvo o no dependerá de mí. No sé si me la merezco, pero quisiera esa chance porque trabajé para eso", remata el futuro comunicador. Y le clava un derechazo al palo más lejos al arco de la discriminación.