Leo a Nietzsche. En momentos de crisis, funciona como revitalizador. Cuando la torpeza gobierna hay que volver a los fundamentos. Y deshabituarse de lo mediano.
Leo a Nietzsche. En momentos de crisis, funciona como revitalizador. Cuando la torpeza gobierna hay que volver a los fundamentos. Y deshabituarse de lo mediano.
El reencuentro con “El nacimiento de la tragedia” me lleva, inesperadamente, a Camus. En épocas cínicas como esta, donde mandan los enemigos del conocimiento y triunfan los oportunistas, hace bien reunirse con los clásicos. En ellos late la savia eterna, la fuerza silenciosa de quienes nunca se rinden. Volver a ellos es, casi, una cuestión de higiene.
“Nuestra tarea de hombres es la de encontrar las escasas fórmulas que
puedan apaciguar la angustia infinita de las almas libres”, escribió en 1940 el gran
novelista y ensayista francés, creador entre otras maravillas de “La peste” y “El
hombre rebelde”.
Sus libros, publicados en grandes traducciones nacionales en años más felices de la
Argentina, son un faro que jamás se apaga.
Hay uno al que quiero particularmente: “El verano” y “Bodas”, editado originalmente por Sur y reeditado por Sudamericana.
En “Los almendros”, incluido en “El verano”, Camus nos cuenta su deslumbramiento ante la fragilidad de las flores blancas de los almendros del valle des Consuls: “Me maravillaba al ver cómo esa nieve frágil resistía todas las lluvias y el viento del mar. Sin embargo, todos los años resistía lo suficiente para preparar el fruto”.
Es la misma (aparente) fragilidad del arte y el pensamiento humanos ante la materia prepotente.
Es la misma (aparente) fragilidad del amor y la ternura ante la astucia y el desprecio de los poderosos.
Pero Camus no se lamenta: “Es inútil llorar sobre el espíritu, basta con trabajar por él”.
Día tras día. Hora tras hora. Las verdaderas almas no se entregan.
Esa fuerza de carácter es “la que resiste todos los vientos del mar en virtud de la blancura y de la savia. Esa es la que, en el invierno del mundo, preparará el fruto”.
Cuando el mundo se torna invivible, hay refugios necesarios.
Nietzsche.
Camus.
No para huir, sino para fortalecerse y seguir soñando.