¿Todo el mundo desea saber si en sus genes existe alguna falla que producirá el día de mañana determinada enfermedad? ¿Los seres humanos estamos preparados para enfrentar el diagnóstico de una patología que nos afecta a nosotros pero además transmitiremos genéticamente a nuestros hijos? ¿Querrían saberlo nuestros hijos? ¿Cuánto valoramos la prevención? ¿Qué impacto psíquico tiene el hecho de ser advertido de problemas de salud en un futuro? La ciencia avanza pero la mente no acompaña al mismo ritmo. Estas son las nuevas preguntas, las que vinieron con el siglo y que abren un paradigma que toca lo científico, lo médico, lo psicológico, lo humano todo.
El cine se viene ocupando desde hace tiempo de plantear estas problemáticas.
A fines de los 90 la película Gattaca mostró cómo sería un mundo determinado por los avances científicos. La gente podía “seleccionar” a sus hijos para que pudieran vivir sin determinados problemas humanos. En el filme hay una escena en la cual le anticipan a una madre, en el momento del nacimiento de su hijo y gracias al análisis genético de una gota de sangre, cuáles son las enfermedades que el chico padecerá. La sentencia no tarda en llegar: su hijo morirá a los 30 años y por problemas cardíacos, por lo que la criatura es señalada como “no apta” para las exigencias de ese nuevo mundo.
Más cerca, en 2009 se pudo ver My sister’s keeper (traducida al español como La decisión más difícil), una película protagonizada por Cameron Diaz que exponía la historia de una nena que fue concebida para intentar salvar la vida de su hermana mayor, quien padecía cáncer desde muy pequeña.
En ese caso puntual, la hermana menor debe someterse a una serie de procedimientos para “ayudar” a su hermana, pero en un momento, ella misma decide que no quiere que nadie más resuelva sobre su propio cuerpo.
En Siempre Alice, un drama que se vio en la pantalla grande recientemente, una lingüista de la Universidad de Columbia es diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer siendo muy joven. La ciencia le da la chance de obtener información genética sobre su problemática y de informarles a sus hijos si quieren conocer si también desarrollarán en el futuro la patología. La decisión de cada hijo resulta diferente.
El peso de lo ético, lo moral, lo religioso, de la propia historia, de los mandatos, y su relación con los avances científicos y médicos, están exhibidos en el cine porque son tomados de la vida misma.
“Desde el punto de vista estrictamente científico a veces nos resulta difícil entender por qué alguien no quiere saber”, se sincera Martín Vázquez, quien de todos modos reconoce que cuando da una charla y pregunta si todos se secuenciarían su genoma para conocer qué probabilidades tienen de desarrollar determinadas enfermedades son pocos los que levantan la mano.
La psicoanalista Laura Valdano habló con Más sobre este enorme capítulo de lo humano relacionado con la genética y la medicina. La profesional tiene un amplio recorrido en el abordaje de estos temas ya que trabaja en el Centro de Mastología de Rosario (Cema) donde se ofrecen análisis genéticos relacionados a un tipo específico de cáncer de mama.
Saber en qué casos, cuándo y cómo ofrecer un estudio genético, y sobre todo, qué significa, qué implica un determinado resultado en la vida de una persona y de su descendencia o sus familiares directos obliga a los profesionales médicos a recurrir a la interdisciplina. Responder a estas nuevas inquietudes, que están impregnadas de la compleja subjetividad humana, es todo un desafío.
“Nos encontramos con ese reto en forma cotidiana en nuestro consultorio. El avance tecnológico abre inquietudes muy profundas al pensamiento humano en general. Desde nuestro campo, el psicoanálisis, considero que debemos acompañar el discurso médico porque es imposible dar respuestas sin considerar la subjetividad humana”, señala.
“Lo primero que tiene que existir es el compromiso ético, la humildad de los especialistas que deben recurrir a otras disciplinas para que se dé contención y apoyo a ese padecimiento humano que no siempre se puede resolver en el consultorio médico”, reflexiona.
“Esa persona a la que se le está dando determinado diagnóstico o a la que se le puede brindar la opción de un estudio genético debe ser comprendida en su complejidad, en su subjetividad. Hay noticias que para determinados seres humanos tienen un costo muy alto, mucho más cuando se suma lo filiatorio, cuando aparecen aspectos de lo que se hereda o lo que uno deja en su descendencia. Se están jugando allí muchas cosas, muchas representaciones y hay que ser muy respetuosos”, manifiesta Valdano.
Para Valdano este nuevo paradigma abre miles de preguntas y ofrece un montón de resistencias. “Por eso desde el psicoanálisis, entre otros campos, debemos ser permeables y aportar a las problemáticas de cada época, y desde ya, estar por encima de nuestras propias resistencias”.
La psicoanalista refuerza la idea: “La vida es muy compleja y no se reduce a un diagnóstico o una enfermedad. Debemos ampliar la mirada. Más allá de un genoma o un órgano enfermo hay un sujeto que piensa, que siente, que fantasea, que teme, que también decide. Allí es donde debemos estar preparados los profesionales para tener algo que ofrecer”.