El avance del poder chavista sobre lo que manda la Constitución con claridad inequívoca ante una situación como la ausencia de Hugo Chávez es una muestra perfecta del modo de comportarse del populismo frente a las instituciones y los límites que estan imponen a los caudillos y sus lugartenientes. El populismo desprecia la “mera legalidad”, los “formalismos” —como llamó el vicepresidente no
electo Nicolás Maduro al acto de juramentación que Chávez no pudo cumplir la semana pasada. Su esposa y procuradora general de la República, Cilia Flores, usó la misma expresión en un dictamen. En lugar de esa molesta legalidad, el populismo impone la “legitimidad que otorga el pueblo” al caudillo, en una transferencia absoluta y definitiva del poder, no sólo mediante el voto sino en su fervorosa y permanente adhesión emocional al mandatario-patriarca.