La política argentina recibió varios sopapos de realidad contundente en esta semana. Al discurso de un “país distinto” lo golpeó la lluvia pronosticada y la también advertida ineficiencia hidráulica. A la pose triunfalista del oficialismo santafesino la sacudió su cuarto puesto en las elecciones nacionales y a la convicción de que no hay que dar cuentas de los actos de los funcionarios republicanos la sacudió la indignación por un nombramiento de una casi adolescente frente a un banco del Estado. Y quizá haya habido mucho más. Pero con eso alcanza para demostrar que siempre se está a tiempo de corregir la soberbia en el ejercicio del poder. Porque en los tres casos, la base de lo que separa el decir político con la realidad de todos se llama así: soberbia.
Salvemos las diferencias: los casi 25 mil evacuados en la pampa húmeda producto de las inundaciones son la prioridad y el más desgraciado ejemplo de lo que se dice. El resto importa, pero en un segundo plano. En 2011 el Servicio Meteorológico Nacional advirtió que se vendría un quinquenio de lluvias preocupantes que se caracterizarían por no diferir demasiado en su cantidad anual pero sí en la concentración en pocos días. Precipitaciones concentradas con gran volumen de líquido por vez. Tal fue la altanería de los encargados de gobernar, que creyeron que el calendario era potestad de sus mezquindades y olvidaron que los cinco años siguientes iban, inexorablemente, a transcurrir mes tras mes. Este agosto de 2015 sigue formando parte de ese quinquenio ignorado por la clase dirigente. Así nos fue.
Si es indignante analizar las subejecuciones presupuestarias en la provincia de Buenos Aires en materia de obras estructurales que eviten o mitiguen drásticamente las inundaciones, es increíble presenciar la reacción del gobernador Daniel Scioli frente a la catástrofe. El miércoles previo a las elecciones ya había complicaciones que advertían lo que sucedería. El fin de semana de los comicios se votó bajo el agua y con casi dos centenares de mesas electorales trasladadas ante las geografías inundadas. El lunes, presa de un “estrés de campaña” (sic), quien está a seis puntos de ser presidente de la Nación se subió a un avión y partió a Roma sin turno claro concedido con su médico ortopedista y bajo una agenda supuesta con funcionarios que jamás confirmaron el pedido de visita. Scioli regresó acosado por la presión pública y por el innecesario aprovechamiento de Mauricio Macri, sus funcionarios y Sergio Massa, que recorrían la provincia inundada con la sobrante escolta de sus fotógrafos. La solidaridad es sincera cuando guarda el decoro del anonimato. Lo otro es aprovechamiento político.
¿Pidió disculpas el candidato a presidente del FPV por su error de cálculo con su viaje? Nada de eso. Si hasta aguzó su voz para hacerla sentir molesta cuando se le preguntó al respecto. Extraño en alguien que vino haciendo culto de la mesura en toda su carrera.
Hermes Binner quedará en la historia como el hombre que encabezó la lista que obtuvo uno de los peores resultados del socialismo en elecciones nacionales. El riesgo de ese partido es no colocar en octubre ni un solo diputado de los que renuevan y, por supuesto, cederle al peronismo y a Carlos Reutemann (¡qué estrella lo guía siempre para olfatear las martingalas políticas!) las bancas de senadores. Cuando se conocieron los resultados del eterno escrutinio de boletas paleozoicas de papel todavía se escuchaban las voces de algunos (dice algunos) dirigentes encumbrados del PS que sentían que no tenían que dar explicaciones por el susto con el que Miguel LIfschitz llegó a la gobernación. El socialismo ganó las elecciones provinciales gracias a Macri, que persistió con la idea de sostener como su candidato a un desembozado negador de las más elementales formas de la urbanidad y de cualquier experiencia política. Deberían agradecérselo si es que no pueden pedir disculpas al constatar en las urnas que luego de las gestiones de Binner y Bonfatti los santafesinos les estaban reclamando eficiencia, gobierno como prometieron cuando eran oposición y, sobre todo, humildad. ¿Pidieron disculpas por algo de eso? Tampoco.
Esta semana también fue designada como directora del Banco de la Nación Delfina Rossi, hija del ministro de defensa. Un cargo de esa magnitud es, desde la cúspide de la estructura, el lugar de diseño de la política general de la entidad más importante en su tipo de toda la Argentina. La elegida por la presidenta y el jefe de Gabinete tiene 26 años (un dato apenas cronológico), una formación en el extranjero que de no ser afín a la gestión del FPV sería cuestionada por “cipaya” (no es el caso de este cronista) consignada en un curriculum que evita precisar validaciones internacionalmente aceptadas en los cursos de post grado y una nula, nula, experiencia en la actividad que se le ha encomendado. Todos estos comentarios podrían ser evitados de haberse sometido a la aspirante a un concurso de antecedentes y oposición que garantice la igualdad ante la ley de todos y todas o frente a un sumario de experiencias como la de Miguel Galuccio, titular de YPF, que derrumba todo otra apreciación que no sea la del elogio. ¿Pasa en otras reparticiones que alguien que va a ganar setenta mil pesos por mes como la licenciada Rossi rinda concurso? La verdad es que no. Ni en la Nación, ni en las ciudad ni en las provincias como Santa Fe, en donde nunca se rindió cuentas de la cantidad de sangre propia de los funcionarios socialistas que han venido asumiendo desde hace 8 años en la gestión provincial y desde hace más de 20 en Rosario. Nadie se olvida de eso ni de asesores y cargos variopintos de todos los partidos designados a dedo por proximidad familiar (y de otro tipo). ¿Por qué entonces esta arremetida contra un “cerebrito ejemplar”, como definió Aníbal Fernández a la joven directora del Nación? Porque mal de muchos es consuelo de tontos en el barrio y nepotismo y acomodo cuando se habla del poder republicano. El concurso o, en el peor y excepcionalísimo caso, los antecedentes indiscutidos, evitan estos manoseos que irritan.
¿Pidió disculpas quien designó o fue designado? Por tercera vez se dice que no. Porque pedir disculpas sinceras, enmendar errores o equivocaciones, empezar de una vez y con un caso particular a cambiar lo que ha venido estando mal desde hace tanto tiempo no paga en la política argentina. Y no se habla de lo que sucede entre los dirigentes que seguirán aprovechándose como lo hace un sádico si sabe que hay un masoquista a la mano. Se lo dice desde la observación a los que cada dos años debemos sancionar democráticamente a quienes no hacen que el país sea menos injusto, física y espiritualmente, para todos.