“No está tan mal que nos teman y que se sientan vigilados. El miedo suele ser un buen consejero para los que fijan precios”. Semejante frase fue pronunciada por un funcionario del ejecutivo que coordina con Guillermo Moreno el programa “Mirar para cuidar”, el nuevo encantamiento lanzado esta semana por la propia Presidente de la Nación. Así se piensa por estos días de celebración de la “década ganada” en el poder administrador, ánimo que se exteriorizó cuando Cristina Kirchner anunció algo más que 500 productos congelados o el justo aumento de la asignación universal: la primera mandataria comenzó la campaña electoral.
Podría decirse que este sistema de control popular (sic) de precios demuestra el estrepitoso fracaso de un estado que se autotitula como refundado en 2003. La omnímoda Secretaría de Comercio, ¿no puede chequear apenas 500 productos y debe mandar a las juventudes militantes a que le hagan de inspectores gratuitos? Poco eficiente como para ser considerada una repartición modelo. Podría argüirse que con esto se violan un par de derechos constitucionales o principios éticos como el ingresar con sólo fines detectivescos a un comercio privado o favorecer como método revolucionario la delación y el “ser buchón”. En realidad, todo eso es menor frente a la consagración, desde el propio estado, de un sistema que favorece la tensión entre ciudadanos y deja abierta una demasiado amplia ventana para la concreción de la violencia. Verbal y, por qué no, física.
¿Alguien se imagina a un dirigente de base devenido en policía controlador reclamándole a un repositor o encargado de un supermercado porque la leche fluida o la crema depilatoria (está en la lista, no hay metáfora) no están en góndola o no figuran con el precio determinado por Moreno? Porque el reclamo será a un mero empleado de comercio que, a gatas, gana 5000 pesos por mes y paga cuatro pasajes de colectivo diarios. La instalación de un 0800 para denunciar es un paso secundario que no mitigará la bronca ante la ausencia. Los dueños de esos supermercados no estarán en sus locales debido a sus múltiples ocupaciones que incluyen ir a aplaudir en los salones de la Casa rosada los anuncios presidenciales. Armando Cavalieri, instalado desde tiempos inmemoriales en su sillón (¿allí no hay proyecto de 6 leyes para combatir la burocracia, oscuridad y prebendas como se denuncia en la justicia desde la presidencia?), debería pronunciarse por el efecto de “mirar para cuidar” sobre sus afiliados que pondrán la cara ante los controles. ¿No corresponde?
Da toda la impresión que esta matriz de violencia que se puede desprender entre controladores y controlados o ciudadanos de buena fe que padecen la inflación ocultada por estas cortinas de humo y exigirán el salvavidas quimérico de estos 500 productos a comercios pequeños que son siempre excluidos de los acuerdos. Y esto es bien visto por el gobierno y por eso el peligro. Ya se sabe que para negociar con grandes grupos económicos no puede usarse el tono de liceo de señoritas y el “permiso, por favor”. Pero creer que esa disputa de poder puede masificarse y bajarse a la calle para constituir grupos partidarios que salgan por los comercios a “cazar al incumplidor”, es preocupante.
Un ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que conoce a la Presidente desde que ambos transitaban la militancia política, le explicó esta semana a un diputado peronista de Santa Fe su visión de esta etapa del gobierno. “El 54 por ciento de los votos de Cristina sin Néstor la desnudó por completo. Esto es ella en estado puro”. Palabras más, palabras menos, el programa “Mirar para cuidar” es una expresión cabal del estar con ella o en su contra. La inflación, lo dijo la primera mandataria, no es responsabilidad, en lo absoluto, del gobierno. Es de sus enemigos. “No hemos aumentado un solo impuesto”, aseguró ella en el acto de lanzamiento oficial de la campaña, olvidando, entre otras cosas, el incremento del monotributo o inscripción ante la AFIP de cualquier contribuyente, el alza de precios estatal de Aerolíneas Argentinas, YPF o de los pasajes de ómnibus de larga distancia y prepagas, dispuestos por sus propios secretarios o representantes. No hay mejor recurso para desviar la atención de un defecto propio que generar, aún con violencia, un conflicto por defectos de los otros.
Disputa peronista. La tensión por el armado peronista de listas en nuestra provincia, por fortuna, no surge rodeada de un clima de intolerancia como el que domina la política nacional. En privado, sin embargo, el lenguaje de sus protagonistas va tomando color. Jorge Obeid, devenido kirchnerista otra vez, incluso a la hora de su aparente decisión de apoyar todos los proyectos del ejecutivo incluido el blanqueo de capitales, asegura tener un amplio consenso para la unidad del partido con vistas a octubre de este año. Sin embargo, ya son dos los sectores que muestran los avales para presentar lista por afuera del PJ en las primarias. Y no sólo el peronismo disidente o desencantado con el oficialismo. Un dirigente con nacimiento en el departamento Las Colonias ha decidido a sacar los pies del plato y promete arrastrar en una lista “bien santafesina” a los que no digieren un encuentro entre kirchneristas leales y oportunistas de ocasión. “Agustín Rossi podrá recibir críticas desde su hacer político pero jamás de su lealtad. Los que aparecieron ahora como los padres del acuerdo, dan pena”, grafican estos descontentos.
María Eugenia Bielsa mostró enorme disgusto cuando se sugirió que podía haber “coqueteado” con el sciolismo. Correspondería aclarar que la dirigente con mejor imagen en todas las encuestas nunca pensó su sumarse a otra corriente que no fuera la suya. Esto no clausura conversar, cambiar ideas, cruzar charlas sociales con dirigentes diversos de muchos que pueden cronicarse, lo que no implica adscripción política automática. Sin embargo, fue un operador del gobernador de Buenos Aires el que confió que Cristina guarda una esperanza de ver a la arquitecta rosarina jugando en este año electoral cerca de ella. La esperanza es ajena. La decisión de Bielsa, es en el presente de fuerte negativa. En privado, y no tanto, la ex vicegobernadora dice que no aparecerá en ninguna lista en 2013 y reitera sus reparos hacia Agustín Rossi y al modo de construir del Frente para la Victoria. María Eugenia y su futuro político son un signo de pregunta que puede cerrar sólo esta mujer acostumbrada a la primera persona del singular.