“Omar Palma va a ser el técnico de Central, pero todavía no es el tiempo. Nosotros queremos que haga un par de años de experiencia antes de dirigir al equipo”. La frase, palabras más, palabras menos, pertenece a Norberto Speciale, el presidente canalla. Apenas dos días después el Negro asumía como nuevo entrenador auriazul. Lo que empieza mal, generalmente termina peor. La dirigencia nunca estuvo convencida de contratar al máximo ídolo del club, pero prefirió escudarse detrás del paraguas protector que les ofrecía su trayectoria inmaculada. El primer resultado maquilló una alianza tan efímera como todas las uniones por conveniencia. Y el desgaste fue erosionando la delgada piel que envolvía a dirigentes y cuerpo técnico. Una chiquilinada de Speciale y Belloso. No conocían a Palma, no tenían ni idea de con quién estaban tratando. Empezaron a conocerlo cuando separó del plantel al Kily González. Es cierto, las formas no fueron las mejores, pero así es Palma: se toma o se deja. Redundancia: no se hace aquí ningún juicio de valor sobre la salida de Cristian. No es el momento. Pero el presidente desautorizó al entrenador al no rescindir el contrato del Kily. “No quiero quedar como el presidente que echó al Kily de Central”, le dijo Speciale a Ovación. Lo que empieza mal termina peor. Una dirigencia que juega para la tribuna generalmente sucumbe ante su propia inoperancia a pesar de que haya sido elegida por casi todos.