La historia de Clara es "trágica y hermosa, es la de una nena valiente", anticipa Mariana Otero sobre el primero de los relatos reunidos en su libro "Maestros de alma" (Editorial Raíz de Dos). No sólo está la historia de Clara, sino también otras que recuperan los afectos, los lazos y desafíos cotidianos donde siempre está la presencia de un maestro.
"La abanderada del puente" titula la autora el relato que recupera lo que vivió Clara, que no es otra que lo que atraviesa a muchas infancias: el desamparo, el abandono, la pobreza, los olvidos, el silencio cómplice, y por supuesto también la esperanza. Clara vive en la pobreza y se esmera por estudiar hasta llegar a ser la mejor alumna y nunca reniega de su sueño de ser abogada para defender a los de su misma condición.
Un faro. En "Maestros de alma" también está la historia de cómo una escuela técnica se las ingenió por años para subsistir, comenzando por tener un edificio propio y digno para enseñar. Esto es lo que cuenta la autora en "El faro de San Felipe", como se la conoce ahora a la técnica que resistió a los 90, a la burocracia ministerial y hoy es una luz en un populoso barrio. Un relato atravesado por nombres propios, de quienes creen en el trabajo solidario y cooperativo, y sobre todo que en la escuela se puede diseñar un buen porvenir.
"Atrapasueños" se detiene en el trabajo de las maestras hospitalarias, las mismas que recorren los lugares de internación para asegurarles a los pibes enfermos que aprender es un derecho. "Los chicos están pendientes todo el tiempo de la seños, quieren hacer las tareas y leer. Son los únicos que detestan el fin de semana", ofrece la escritora en este texto.
Y recupera cómo "la escuelita tuvo un nacimiento incómodo. De un día para el otro, un grupo de maestras apareció en un hospital que no les tenía reservado un lugar".
Crónicas y relatos. Mariana Otero es periodista del diario La Voz del Interior, de Córdoba. Trabajar en un medio gráfico puede considerarse una ventaja ante la vertiginosidad que impone la información: se puede ir y venir sobre la palabra, a veces con el apuro de la edición del medio gráfico, pero también es posible recuperar más tarde aquellos detalles que quedaron afuera de la noticia, pero que a la vez hacen a su naturaleza.
Además de escribir en un diario, sigue de cerca los temas educativos, es una especialista en lo suyo. Y lo hace con la sensibilidad necesaria para que sus crónicas no sean una mera descripción cronológica de sucesos, sino más bien historias humanas. Ese trabajo le mereció varios reconocimientos: fue premiada en dos oportunidades por la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), es Periodista Amigo de la Educación (Periodismo Social) y fue distinguida por la Universidad de Buenos Aires, además de recibir el premio "Heroínas cotidianas" que otorga el Inadi a las mujeres que promueven la tolerancia y la solidaridad desde sus puestos de trabajo.
Pero Mariana Otero prefirió compartir lo profundo de los hechos que les tocó contar desde su oficio y volcarlos en un libro. Un libro con relatos para alegrarse y llorar -felizmente sin golpes bajos- con esas vivencias recuperadas. Un libro que se empeña en afirmar que después de todo, la escuela y la educación es el lugar de un prepotente optimismo.