La iniciativa de Mauricio Macri fue entre audaz y temeraria, los resultados empiezan a estar a la vista. La dimensión de la tragedia de Once dejó grogui a la Casa Rosada, en especial a un ala clave, la Secretaría de Transporte. Y también al ministerio que la contiene, de Planificación, que conduce Julio De Vido desde 2003. Macri vio la grieta y se mandó, con brutalidad, sobre la herida reciente.
Quiso devolver los subtes con un contrato de traspaso ya firmado, y con la potestad sobre las tarifas efectivamente ejercida (de 1,10 a 2,50). La estrategia pergeñada por el Jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) carece de sostén jurídico y soslayó al enemigo a vencer. Que honrando su tradición política, no retrocedió, y en la última semana, aumentó la apuesta.
No sólo la transferencia a la CABA de los subtes será aprobada por una ley de la Nación en las próximas semanas. También las 33 líneas de colectivos que circulan exclusivamente dentro de la Capital de la Argentina (no así varias decenas que también lo hacen sobre el área metropolitana del Gran Buenos Aires, incluida la Capital) serán colocadas en manos del segundo Estado más rico del país.
El proyecto de ley, escueto, fue ingresado al Congreso por Senadores, para luego ir a Diputados. No es difícil imaginar cómo se posicionarán los representantes de las provincias en la Cámara alta, aun quienes tengan mayor simpatía con Macri que con CFK, a la hora de restar recursos nacionales para los usuarios de la CABA que, hasta hoy, y en evidente desigualdad, van en detrimento de la financiación de los sistemas de transporte público del resto del país. Los ejemplos de Rosario y Córdoba están a la vista, y no requieren de mayores explicaciones.
De todos modos, aunque la jugada con los subtes ( ahora también con los colectivos de la CABA) lo haya llevado a Macri a un lugar incómodo, está por verse cómo se articulan en el tiempo los otros conflictos políticos que afligen a la Casa Rosada. CFK tendrá su ley de traspaso de subtes y trenes en pocas semanas, aprobada por el Congreso, pero Macri tendrá, tal vez en los mismos tiempos, una ley de la legislatura porteña (que el PRO domina con cierta comodidad) que dirá — detalle más o menos- lo contrario de la ley nacional. La Corte Suprema aparece, entonces, en el horizonte de ese conflicto.
Macri intentó un aprovechamiento destemplado de la tragedia de Once para comerle la cancha a la dama de Balcarce 50. Y luego ofreció una reunión mano a mano con la presidenta, "sin flashes", para "solucionar las cosas". Un obvio procedimiento destinado a posicionarse, y quitarle poder a Cristina, inspirado, pareciera, en folletos de venta directa de perfumes, o jabones de tocador. Pero enfrente está el peronismo, con casi 70 de tradición política — gran parte en el manejo del Estado-, y ahora expresado por una versión sofisticada y demoledora para improvisados, como el kirchnerismo cristinista.
Que Macri no logre, como imaginó, facturar a su favor la operación pos tragedia de Once, no implica que al Gobierno nacional le salgan gratis los 51 muertos. Bastó con ver a Julio De Vido en el anfiteatro del Ministerio de Economía (donde funciona Planificación), en el acto de asunción del nuevo Secretario de Transporte, el santafesino Alejandro Ramos. Se vio a un De Vido enojado que, además de elogiar al joven y ahora ex intendente de Granadero Baigorria, también elogió al secretario saliente, Juan Pablo Schiavi, sentado en primera fila, y convaleciente de una afección cardiaca que — como excusa perfecta- lo sacó de la función. Enardecido por lo que sugirió una falta de reconocimiento a su tarea (y la de Schiavi), De Vido casi gritó "tendremos el reconocimiento del juicio de la historia".
Alejandro Ramos se reunió el viernes a última hora con Cristina Fernández y salió convencido que tiene una oportunidad en las manos. "Trabajá mucho, y transparentá la gestión", fueron las palabras de Cristina, que a diferencia de De Vido, no está tan segura de que el "juicio de la historia" lo coloque a Schiavi en la galería de los próceres.
Esa palabra, "transparencia", en el mundo de la Secretaría de Transporte, tiene una sonoridad especial.
El joven crédito santafesino irá esta semana al Congreso a defender la ley de traspaso de subtes y colectivos de la nación a la CABA. Todo el Gobierno tomará esta disputa política con Macri como piedra de toque para rediseñar una nueva estrategia de inversión en infraestructura de Transporte. Aunque ya nadie podrá recuperar el tiempo perdido. "Se necesita plata", dicen en Transporte, en un año donde todos los números de la economía se tensan. Una parte de esa plata debe salir desde la CABA hacia el resto del país.
Mientras tanto, la Casa Rosada ensaya un control de daños con el episodio Amado Boudou — Ciccone. La denuncia contra el vicepresidente logró escalar a la justicia, está impulsada por un fiscal laborioso, Carlos Rivolo, y será resuelta por un juez emblema de la era kirchnerista: Daniel Rafecas, una de las caras en los juicios de lesa humanidad.
Luego de una etapa de silencio, Boudou se defendió. También salió a exculparlo, entre otros, el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. Bodou no está imputado en la causa, menos aún procesado — como sí lo está Mauricio Macri en una causa por escuchas ilegales-, lo que sería de gravedad institucional. Sin embargo, el sólo hecho de que la denuncia haya tomado estatus judicial, alcanzó para que los medios de comunicación con mayores audiencias, y opositores acérrimos al gobierno, potencien el evento hasta límites que violan el más elemental manual de noticiabilidad. Al cabo, la clave principal en el sistema de comunicación: qué importancia relativa tiene cada noticia, qué va en la tapa y por qué, qué va "arriba" y grande, y qué va "abajo", "chiquito", y sin foto.
Como sea, el daño a CFK por el episodio Boudou fue en parte consumado, aunque podría ser peor de confirmarse — por parte de la justicia- una eventual imputación y posterior posible procesamiento. El daño, como se dijo, está potenciado por su efecto combinado con el episodio Once. Y en el contexto de la disputa con el universo gremial docente, que este año arrancó con especial dureza. El cierre unilateral de la paritaria nacional, por parte del gobierno, a posteriori del primer paro nacional de la Ctera en el ciclo kirchnerista, sumó mal humor en un marzo que se volvió áspero para la Casa Rosada.
Santa Fe tiene su propia comedia dramática con la disputa gremial docente. Luego de un ajustado rechazo (en votos) de la propuesta de la Casa Gris, los docentes estatales santafesinos se disponen a emprender nuevas medidas de fuerza. Con todo, los conflictos, como suele recordar un histórico dirigente gremial, más allá, incluso, de las puntuales demandas de los trabajadores, y las ofertas patronales, despliegan un ciclo. Ascenso, amesetamiento, y declinación. Todo indica que la pelea docente, en Santa Fe, y en el país, está pasando de la segunda a la tercera etapa.