Pocas incógnitas quedan abiertas para las elecciones presidenciales del próximo domingo. Descontada la segura reelección de Cristina Kirchner, incluso con un porcentaje de votos que podría llegar a ser histórico, las dudas se centran principalmente en quién se ubicará en segundo lugar. Allí está Binner a la expectativa, en un escenario impensado hace sólo seis meses, y a donde llegó seguramente producto de sus propias fortalezas (léase sus gestiones como intendente y gobernador), pero también gracias a la deserción (Cobos, Macri, Reutemann…) y debacle (Alfonsín, Carrió, Duhalde…) del resto de los candidatos opositores.
El dirigente socialista se encuentra así frente a la gran posibilidad de consagrarse como el no kirchnerista más votado. Sin embargo, esto no lo convertirá automáticamente en líder de la oposición, ya que para calzarse ese traje debería cumplir otras condiciones.
¿Puede un dirigente proclamarse como máximo referente de la oposición con menos del 15 por ciento de los votos? ¿Puede ser jefe de la oposición un candidato que es derrotado en su propio territorio, en el distrito donde gobierna?
Por ello, Binner enfrenta en los comicios del próximo domingo varios desafíos si quiere posicionarse en el escenario nacional de cara al futuro:
1) Debería obtener una cifra más cercana al 20 por ciento por ciento de los votos que al 10 por ciento.
2) Tendría que ganarle a Cristina en Santa Fe (incluso lo precisa para que Antonio Bonfatti gobierne la provincia con más espalda política).
3) Y el lunes 24 de octubre sumará un nuevo reto: lograr la continuidad del flamante Frente Amplio Progresista a nivel nacional tras la puja electoral.
Ante un oficialismo que está consolidado, mostrando gestión y con índices económicos favorables (producto del "viento de cola", de políticas nacionales acertadas o de una combinación de ambos, cada uno elija lo que más le parezca), la tarea proselitista de Binner no parece nada fácil.
Durante estos últimos días de campaña intenta criticar a Cristina por dónde sea. Por momentos castiga por izquierda y por otros por derecha. Sostiene posiciones que suenan bien a los oídos del electorado progresista (que en la provincia de Santa Fe siempre lo ha acompañado con el voto en los comicios municipales y provinciales), pero por instantes sale con afirmaciones públicas que hacen ruido en ese mismo sector de votantes. Sus asesores seguramente le insisten en que debe polarizar la campaña y que tiene que realizar gestos, guiños y declaraciones para conquistar al electorado furiosamente antikirchnerista que en las primarias acompañó a Duhalde y Alfonsín. Así y todo, no deja de llamar la atención que Binner ahora critique a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, hable de "hiperinflación" o le exija al gobierno nacional determinas actitudes, procedimientos o políticas que en Santa Fe su propio gobierno no las lleva adelante.
Pero Binner aparece como el candidato opositor más sólido: tiene para mostrar gestión en Rosario y Santa Fe, que con aciertos y desaciertos ha ido creciendo políticamente. Además, es la única fuerza opositora que presentó públicamente una plataforma electoral con las políticas que pretende llevar adelante en el país.
El socialismo ha tenido un crecimiento sorprendente. Hace tan sólo 25 años ese partido sólo tenía una relativa incidencia en los centros de estudiantes de las facultades de la Universidad Nacional de Rosario. En 1985, y de la mano de Héctor Cavallero, consiguió una banca en el Concejo Municipal de Rosario. En 1987 el socialismo retornó después de 25 años a la Cámara de Diputados de la Nación con Guillermo Estévez Boero como legislador. En 1989 ganó las elecciones municipales de Rosario, y Cavallero se convirtió en el primer intendente socialista de esta ciudad, gobierno que este partido mantiene hasta la actualidad. En el año 2003 el socialismo retornó al Senado de la Nación tras 42 años de ausencia: Rubén Giustiniani ocupó por primera vez una banca socialista en esa cámara en representación de una provincia del interior. En 2007 Binner se consagró como el primer gobernador socialista de Santa Fe, y en julio pasado esa fuerza retuvo la provincia de la mano de Antonio Bonfatti.
"Vamos a ver cuando del ciento por ciento del electorado Binner haya sacado sólo el dos por ciento", dijo hace tan sólo tres meses Javier González Fraga, candidato a vice del radical Ricardo Alfonsín y ex presidente del Banco Central durante la presidencia de Carlos Menem. Lejos de esa chicana, la realidad indica que el socialismo ha crecido de manera exponencial, y este domingo está frente al gran desafío de convertirse en la segunda fuerza más votada del país tras una campaña donde lamentablemente se ha debatido poco y nada.
Reforma impositiva (las clases media y baja pagan proporcionalmente en la actualidad más impuestos que los sectores más acomodados del país), evasión fiscal, distribución del ingreso (el proceso de concentración de la riqueza no se detiene), Indec, inflación, seguridad, sistema de transporte ferroviario y despenalización del aborto, son algunos de los grandes temas nacionales que se vienen. Sobre esto muy poco han hablado los candidatos, y menos aún se han escuchado propuestas. Pero ahora ya no hay tiempo, las cartas están echadas, y la gente dará el domingo en las urnas su veredicto inapelable.