“¿Qué necesitan niños y adolescentes de los adultos hoy?”, bajo esa pregunta, la semana que viene (del 11 al 13 de junio) educadores y demás profesionales de la educación se reunirán en Buenos Aires para debatir en el Primer Congreso Internacional sobre Problemáticas de Educación y Salud, organizado por la Fundación Sociedades Complejas. “Los chicos de hoy necesitan de adultos que tomen posición y pongan límites innegociables”, manifestó el coordinador del Programa de Convivencia Escolar del Ministerio de Educación de la Nación, Fernando Onetto, y quien además preside este encuentro educativo.
En diálogo con La Capital , Onetto habló de la escuela como lugar de cuidado, donde las familias depositan altas expectativas. También aseguró que los chicos “demandan cercanía, confianza” de los adultos.
—Chicos maltratados, abusados, física y simbólicamente; adolescentes golpeados por distintas violencias. ¿Puede ser la escuela un lugar de cuidado? ¿Cómo?
—El cuidado de los niños y los jóvenes es un mandato social que recae sobre la escuela y una expectativa específica que las familias tienen sobre ella. El segundo mandato es la trasmisión de saberes que valgan la pena para sus vidas adultas. Pero, según mis propias investigaciones el primero es más importante que el segundo. Los padres, las familias esperan en primer lugar que sus hijos estén cuidados en la escuela. Los sectores populares resignifican esta expectativa con más intensidad, la escuela es vista como un lugar de refugio. La escuela como espacio preservado de la violencia exterior. Un lugar sin miedos. No toda escuela lo logra. Señalo tres condiciones para que esto sea posible: el respeto por normas que sean legítimas para los chicos y las chicas, la diferencia del rol adulto del rol adolescente, la escuela como lugar expresivo para los niños y los jóvenes. Esto último habla de la libertad y la creatividad para expresarse, y de la escucha atenta de lo que se expresa por parte de los docentes, aunque esas expresiones cuestionen a la misma escuela.
—¿Qué papel tienen aquí las familias? ¿Y cuál los docentes?
—Las familias y los docentes deberían colaborar en la función de cuidado. Pero tienen roles distintos. La mayor responsabilidad sobre el cuidado recae sobre las familias. Para unos y para otros es necesaria una apertura para comprender los valores, las prácticas de asociación, la visión del mundo que tienen los niños y los jóvenes de hoy. Estos valores en todos los campos, no sólo en el educativo, sino también en el campo político y el sexual, no son “familiares” para los adultos, desafían nuestros hábitos de pensamiento. Para poder acompañar hay que entender el modo de ser niño y joven hoy. Esto incluye lo que son y lo que tienen, de manera indisociable. Aquí, en el ámbito del tener, aparece el capítulo de las tecnologías disponibles como espacios sociales de cuidados y de riesgo.
—¿Qué piden hoy los chicos y adolescentes de sus padres y docentes?
—Piden que se atrevan a diferenciarse sin separarse. Aquí está unas de las tensiones claves entre adultos y jóvenes, sean los primeros padres o docentes. Hay demanda de cercanía, es decir de confianza, de acompañamiento, de comprensión, de negociar acuerdos. Pero también hay demanda (implícita) de diferencia con la cual confrontar. Necesitan adultos que tomen posición, pongan límites innegociables. De lo contrario la incertidumbre que ellos enfrentan y los riesgos concretos para su salud como el alcohol, las drogas peligrosas, el acoso, se vuelven paralizantes. No saben “para dónde agarrar”. El adulto debe ofrecer un mapa. Aceptarlo o desviarse de él será una opción sobre todo para los adolescentes pero existe un parámetro de cerca lejos, a la “izquierda o a la derecha” del mandato adulto.
—De las problemáticas de salud y educación que se manifiestan en la escuela, ¿cuál le preocupa más? ¿Por qué?
—Creo que las diversas adicciones son un obstáculo particularmente dificultoso para el aprendizaje. Un niño o joven que llega alcoholizado o luego de una borrachera de fin de semana no está en condiciones de aprender. También mencionaría la adicción a las tecnologías algo que las investigaciones recientes ponen más de manifiesto. Niños o jóvenes que están hasta la madrugada con sus celulares encendidos en la cama no están en buenas condiciones para participar de las actividades escolares. Por supuesto que otro tema importante son la desnutrición, la mala alimentación (según las clases sociales), los embarazos precoces que son un problema de prevención sanitaria, que dificultan y complejizan la tarea educativa y el desarrollo madurativo de nuestros niños y jóvenes.