Hace algunas décadas era impensado que en un barrio golpearan a un médico.
En las zonas más peligrosas los profesionales eran respetados por los más violentos.
Había un acuerdo tácito entre quienes eran proclives a delinquir. "Al médico que viene a atendernos, no se lo molesta".
Los tiempos han cambiado. Hoy la ambulancia entra custodiada por gendarmes o policías, y el médico que a la madrugada deja el auto en una zona no muy iluminada mientras hace una visita es probable que al regresar lo encuentre violentado, en el camino tenga que pagar "peaje" o directamente lo asalten.
Ese deterioro social y la pérdida del más mínimo respeto a los servidores públicos no hace más que seguir deteriorando la calidad de vida de quienes menos tienen. No son pocos los barrios en los que la inseguridad directamente cercenó a los vecinos su libertad. No son libres de transitar a determinadas horas, no pueden pedir un taxi porque el tachero se niega a entrar por temor a ser robado y desde hace un tiempo hasta deben padecer demoras en la llegada de una ambulancia porque los médicos están esperando que llegue la custodia policial.
No es casual que la inseguridad sea la demanda primordial de la sociedad, que todos los días da pautas de cómo ese problema —al que ningún estamento estatal (Nación, provincia y municipio) logra dar respuestas— sigue avanzando sin tregua.
Lo más triste es que nos estamos acostumbrando a este tipo de noticias y, lamentablemente, ya no sorprende que una ambulancia tenga custodia policial.