¿Y si un día se da la oportunidad de aclarar las cosas, o de arruinarlas definitivamente? El protagonista de “Algunas mujeres a las que les cagué la vida” parte de esa premisa, y pocos días antes de casarse decide hacer un viaje al pasado para visitar a exnovias y examantes. Encontrará mujeres despechadas, apasionadas o enamoradas, pero ninguna permanecerá impasible ante el recuerdo de ese “compendio de las peores miserias de todos los hombres”, según lo calificó Miriam Lanzoni. La actriz, sin embargo, aclaró aclaró durante una charla con Escenario que de esa categoría queda “absolutamente” excluido su marido, Alejandro Fantino.
Lanzoni, que integra el elenco junto a María Del Cerro, Laura Bruni, Ximena Capristo y Marcelo Cosentino, adelantó cómo es la obra que se presenta hoy, a las 21, en el teatro La Comedia (Mitre y Cortada Ricardone). La pieza del estadounidense Neil LaBute que ya tuvo una versión en cine, llega a Rosario como parte de una gira nacional.
—Marco, que lo hace Marcelo Consentino, es el compendio de las peores miserias de todos los hombres (risas). Yo no creo que exista un hombre como éste. Eso la hace muy divertida. Antonella, mi personaje, es una chica libre, desprejuiciada, con la que él tuvo una historia muy carnal, muy química y sin ningún compromiso más que la verdad. Es una mujer muy sincera y va a ese encuentro que él le propone a felicitarlo, a eso y a tener una gran noche de sexo, nada más, porque eso es lo que ella guarda en su recuerdo. Y ese tipo la va llevando por zonas tremendas. María del Cerro, interpreta a una exnovia de la juventud, que la abandonó y aunque está casada y con hijos va a buscar una explicación; está la amante, una mujer casada que estuvo a punto de dejar a su esposo por este tipo que le promedió el oro y el moro, que tenían una cosa muy apasionada y ella va a vengarse. Y en esa escena las mujeres se mueren porque ella se venga. Y la “Negra” Capristo que viene a encontrarse desde un lugar muy superado, pero que es el amor de la vida de él.
—En la película basada en la obra a Marco lo llaman terrorista emocional...
—La película y el autor al ser americana tiene un enfoque mucho más dramático. En realidad la comedia surge de esas situaciones dramáticas, como cuando le contás a un amigo “me separé de mi mujer, y me tiró la ropa por la ventana”. Sí, le llaman terrorista emocional, pero no se porqué las mujeres disfrutan tanto de verse reflejadas en esa situación.
—Dijiste que Marco es un compendio de todas las miserias masculinas. ¿Todos los hombres son tan malos o terroristas emocionales?
—Yo no se si los hombres son tan malos o si las mujeres permitimos. Me parece que las mujeres también somos gatas... Yo creo que una mujer depechada es el peor mal de todos los tiempos. Una mujer despechada te puede arruinar. No te tenés que cruzar jamás con una mujer despechada. Tengo amigas despechadas realmente bravas. Hay cosas de las mujeres que somos como monotemáticas. Porque somos más sensibles, somos más de recordar las cosas, tenemos esa intuicioón a flor de piel. Los hombres son más prácticos, pero no menos nocivos. Las relaciones vinculares son muy complejas. Me parece que eso también es el éxito de nuestra comedia que el tema es infinito porque nadie tiene la verdad. Hoy está todo bien y mañana viene tu mujer y o tu marido y te dice que se enamoró de otro.
—¿El texto de LaButte hace justicia por las mujeres?
—Yo no lo veo tan así. Hay algunos de los personaje que sí, y otros que no, y eso es lo bueno, porque depende muchísimo de quién lo esté mirando. Tiene que ver con la historia personal de cada uno. Hay quienes deciden hacerse cargo y decir “nadie me cagó la vida, yo dí lugar y permiso y abrí la puerta y me entregué”. En la obra se expone eso. Después están las que quieren decir “a mi me cagó la vida, yo dejé diez años que me mienta”. Nadie te miente diez años. Te tenés que dar cuenta antes. Pero hay quienes eligen poner todas las fichas en el otro y que el otro sea el culpable, y hay quienes eligen decir “el tipo no se portó bien, pero también cedí”.
—¿Vos estuviste en la situacion inversa? ¿Le cagaste la vida a alguien?
—(ríe) Si tengo que pensarlo en términos prácticos, sí, puede ser que sí. Me casé muy joven, pero tuve muchos novios. Tenía un novio en Chaco, y antes de venirme a Buenos Aires hice la gran Marco: le dejé una nota en lo de mis padres diciéndole que me iba, que me venía a Buenos Aires, que se terminaba lo nuestro, así de concreto y simple.
—¿Y cómo sos en el otro rol, el de despechada?
—No digo que no me hayan hecho cosas, pero tengo un sexto sentido que olfateo cuando se puede venir alguna y trato de estar preparada. Tengo esa intuición gracias a Dios y no me quedo con nada inconcluso, me rajo antes de que suceda nada (risas). Y después, eso de gastar energías en vengarme, y no se qué, me da fiaca. Una vez que alguien se portó mal conmigo pasa a ser nadie, me olvido y no se ni quién es. Es un mecanismo de autoprotección. No me dan ganas de ponerme a trabajar a ver cómo lo arruino. Y digo ya está, se lo perdió, ya lo arruiné (risas).
—¿Se puede aplicar algo puntual de tu personaje a la relación que tenés con Fantino?
—Así como puntual, es demasiado íntimo lo que me preguntás. Los actores siempre les prestamos cosas nuestras a los personajes, no es ajeno a uno lo que uno hace en un escenario o un set de filmación porque no lo podría hacer. Cuando uno compone al malo más malo, uno tiene ese malo adentro, lo que pasa que uno elige qué activar y qué no. Hay mujeres que eligen el camino de ser más modositas, o de esperar, o de ser seducidas. A mi me gusta que me seduzcan, yo no soy de avanzar, no me siento cómoda en ese rol, pero obviamente está en mí esta mujer decidida y libre y que dice “vamos, voy a tener sexo”. No me importa nada, no lo paso por la moral ni por la conciencia. Y me divierte mucho que sea así, no tomar al personaje desde un prejuicio.
—¿Encontrás algo de Marco en Fantino?
—No, no, de Marco no, en absoluto, para nada.
—Es la excepcioón a ese compendio de las miserias masculinas...
—Absolutamente... No podría estar con uin hombre miserable.
—¿Qué balance hacés de tu participación en “Bailando por un sueño”?
—Es un saldo positivo ciento por ciento. Aprendí un montón, aprendí a bailar, entre otras cosas que yo sabía que podía hacer, pero en muy poco tiempo aprendí a bailar muy bien. Yo soy muy disciplinada y me gusta ponerme a prueba con desafíos tan importantes. Fue muy positivo y lo pasé increíble.
—¿Extrañás ese momento de exposición en un probgrama de tan alto rating?
—La exposición para mi es algo buenísimo cuando es con algo, pero la exposición en sí misma no me seduce. Ahí fue buenísimo porque era mostrando algo. Yo decidí demostrar que se pueden hacer cosas con trabajo. Por ahí es el camino más difícil porque el show pide otras cosas. A mi me copó y me gustó un montón, hay un montón de gente que no me conocía o que me vio en otras facetas.
—Los sitios de citas on line, donde existen algunos exclusivos para casados, ¿son una forma de terrorismo para las parejas?
—Me parece que eso tiene que ver con la conciencia de cada uno. Me parece que eso es para un debate largo y sin ninguna conclusión porque es tan personal... Creo que se puede ser terrorista emocional sin ser infiel también. No necesariamente la infidelidad es una manera de faltar el respeto al otro. Esto tiene que ver más con la moral, pero para mi el tema de la fidelidad es cultural más que otra cosa, y es una desición absolutamente personal.