"La clase de placer a la que aspiramos no está exenta de dificultad. Pero la epifanía que se produce al encontrar un texto que nos ensancha el alma, que está a veces más allá de nuestro entendimiento, el contacto con los clásicos, con el pensamiento de los grandes escritores de la humanidad, la certeza de que se puede con esas lecturas convierte a la persona en alguien con mejores herramientas, con cierta autoafirmación. De ese placer hablamos, por el que vale la pena dejar de lado placeres más fáciles. Un placer que se puede descubrir a cualquier edad", explica Natalia Porta López y agrega: "Los niños, se dice, se convierten en lectores en el regazo de sus padres, o al lado de aquel adulto significativo que se toma el tiempo y el trabajo de leer con ellos de forma cotidiana. Este mediador puede ser el maestro, un tío lector, una abuela lectora, la cuestión es que se establezca esa tríada: los niños que leen a través de la voz del adulto, la buena literatura y el amor. No debemos subestimar el papel del amor en la educación, eso nos lo advierte muy claramente Daniel Pennac en su libro Mal de Escuela. Por eso proponemos a cada docente que lea algo diariamente a sus estudiantes, no hace falta que tenga que ver con la clase que va a dar, no para obligar a leer sino para que el maestro sea el garante de que ese niño pueda ejercer su derecho a leer, más allá de si en su casa hay libros y adultos que le lean".