Hace más de 20 años que Fernando Mut es docente, también que trabaja en una escuela de zonas de quintas, en las afueras de Rosario. Es maestro de grado, enseña en la escuela secundaria y en institutos de formación docente. Es profesor de historia.
Hace más de 20 años que Fernando Mut es docente, también que trabaja en una escuela de zonas de quintas, en las afueras de Rosario. Es maestro de grado, enseña en la escuela secundaria y en institutos de formación docente. Es profesor de historia.
La escuela primaria en la que da clases no escapa a la problemática del trabajo infantil. Y aunque asegura que la situación “antes era peor” no deja de preocuparse por sus alumnos. “Tenemos chicos desde los 8 años que alguna actividad realizan, ya sea en la quinta o en la casa, como cuidar a los hermanitos, cocinar o lavar ropa. Son actividades de adultos. Tenemos alumnas de 10 o 12 años que son muy maduras por la edad, hablan como una mujer”, cuenta el educador.
Y enseguida admite que el mayor problema que deriva de esta realidad es el ausentismo escolar. ¿Y qué hacen ante estas situaciones? “Hablar con los padres, con los vecinos, trabajar con la comunidad. Es lo que más nos rinde y nos asegura que los chicos vuelvan a clases”, dice.
Una de las razones por las que asegura que la situación cambió, pero no desapareció, es el reemplazo del cultivo de hortalizas y verduras por el de soja. Y también “por la ayuda que reciben las familias a través de la asignación universal por hijo, que contribuyó a que muchos estén en la escuela”.
La relación entre el trabajo infantil y el rendimiento escolar es directa. “No todos los casos son iguales, pero en general son chicos que vienen más cansados, con un alto grado de presión y preocupación. Aunque antes directamente no terminaban la escuela y ahora van a la secundaria”.
Advierte que el trabajo en la infancia es algo “naturalizado en estos sectores”. El profesor suma aquí otra inquietud: la de los niños que trabajan en situaciones muy riesgosas. “No son los chicos banderilleros del norte provincial, pero cargan mochilas con veneno para fumigar, con todo el peligro que eso implica”.
¿Cómo enfrentan los docentes esta situación? “Herramientas no tenemos”, dice Fernando para referirse directamente a los caminos burocráticos que deben recorrer para pedir ayuda al Ministerio de Educación. Para él la clave sigue estando en el trabajo con la comunidad. También en la convicción de que “la sola presencia de la escuela puede hacer bastante para enfrentar el trabajo infantil”. Cita como ejemplo que contar con el secundario en la zona ha sido fundamental.