Hubo un tiempo en que la inseguridad no era competencia de la Municipalidad. Todo lo que tenía que ver con el delito superaba estos estamentos y buscaba respuestas a nivel provincial y nacional. Pero la tasa de homicidios creciente y el malestar de la sociedad influyeron para que el tema se metiera como una cuña en la agenda local. Tanto, que en 2012 el Concejo hasta tuvo que crear una comisión específicamente dedicada al tema.
De acuerdo a datos oficiales del Palacio Vasallo, entre el 5 de junio y el 9 de octubre de este año esa fue una de las comisiones que más reuniones llevó adelante. Sus integrantes lograron quórum en 14 de los 15 encuentros semanales que hubo en ese periodo. Sólo fue superada por la asistencia perfecta de la comisión de Servicios Públicos.
En la comisión de Seguridad que preside el justicialista Diego Giuliano cada lunes sus integrantes reciben a vecinos que repiten el mismo discurso: arrebatos, salideras, gente que vive entre rejas. La tradicional coyuntura con la que conviven los rosarinos.
La comisión se convirtió en algo así como un reducto para canalizar penas. Una especie de terapia grupal donde se busca contención y alguien que aporte soluciones.
Con ese objetivo esta semana llegaron hasta allí los comerciantes de la zona de la plaza Montenegro. El reducto que se extiende entre San Luis, San Martín, San Juan y la cortada Barón de Mauá, había sido noticia la semana pasada luego de que el concesionario del bar del centro Cultural Roberto Fontanarrosa cerrara sus puertas tras el ataque a una clienta en el baño del local.
Ocho años había estado el director del Centro Cultural denunciando los problemas de inseguridad de la zona. ¿Si el municipio no le brinda seguridad a su ícono cultural por excelencia situado en pleno centro de la ciudad, que queda para los dispensarios y centros territoriales más alejados?
El archivo responde parte de esa pregunta. En marzo de este año el Centro de Salud 20 de Junio (Flammarión al 5100),en el barrio Tiro Suizo, cerró sus puertas un par de semanas debido a que los médicos se cansaron de trabajar allí. Los asaltaban todos los días. Lo había inaugurado Miguel Lifschitz como un “dispensario modelo”.
Más acá en el tiempo, en septiembre, sucedía lo mismo con el Centro de Salud Ramón Carrillo, ubicado en Tucumán al 5400. ¿La gota que colmó el vaso? A una trabajadora social le fracturaron la mandíbula para robarle la cartera y el celular.
Las respuestas oficiales ante estos sucesos son espasmódicas. Robos a taxistas: corredores seguros (se anunciaron más de una decena de veces). Golpes a médicos: refuerzo policial. Vandalismo en el centro: instalación de garitas.
Como el experimento del científico ruso Iván Pavlov, quien descubrió el reflejo condicionado experimentando con perros y vio que ante un estímulo hay una reacción, en materia de seguridad en estas latitudes parece pasar lo mismo.
Pero esa reacción se suele diluir en el tiempo. Los patrullajes se hacen más laxos, los corredores ya no son tan seguros y las garitas policiales se convierten en baños públicos.
La última reacción fue la salida a la calle de la flamante Policía de Acción Táctica. Se trata de jóvenes que egresaron del Isep hace un mes. La mayoría es de localidades del norte provincial y no conocen Rosario. Viven en pensiones que pueden pagar con los escasos 8 mil pesos que cobran, casi no ven a sus familias porque no les alcanza el tiempo para viajar tan lejos y se prestan los chalecos antibalas porque no hay para todos.
Si estos efectivos ya exponen esos malestares a un mes de haberse convertido en policías, ¡qué quedará para los más antiguos! Tal vez la llegada de un gendarme al área de Seguridad imprima un cambio. De lo contrario, el reflejo condicionado de Pavlov seguirá siendo costumbre.