De los ocho años en que Carlos Reutemann estuvo al frente de la provincia de Santa Fe (primero de 1991 a 1995, y luego de 1999 a 2003), no quedan buenos recuerdos para la educación santafesina. Menos para sus docentes. Los ministros del Lole comandaron las “unidades de gestión”, como le gustaba tratar a las escuelas a Fernando Bondesío, el ministro mimado del corredor y que se presentaba como un “gerente educativo”. Comandar era aplicar a rajatabla las recetas neoliberales para la educación, expresadas en la nefasta ley federal.
Fueron ocho años en los que cada santafesino pudo palpar que la educación no era una prioridad. Sí era una prioridad que el magisterio estuviera en las aulas a cualquier precio. Por eso Reutemann aplicó el presentismo docente (una variante burda de los aprietes, las extorsiones) y manejó las “negociaciones” salariales (ni hablar de paritarias) con el mismo criterio que un patroncito de estancia.
Estar a cualquier precio significó que no importara si al interior de las aulas se enseñaba o si una maestra iba a dar clases enferma para no perder parte del paupérrimo sueldo que pagaba el gobierno. Lo importante era que la sociedad viera la “mano firme” ante un gremio históricamente rebelde y no tenga que escuchar las quejas de las familias por la ausencia en las clases de los educadores.
Varias veces maestras y profesores les dieron una lección de dignidad a Reutemann, por ejemplo denunciando la destrucción de las escuelas técnicas y la falta de cargos para dictar todas las materias necesarias y que permitieran igualdad de derechos.
Las maestras le dieron una de las más categóricas lecciones cuando se inundó, también por ineptitud del gobernante, la capital de la provincia. Sin esperar la orden de nadie ni medir horarios, se arremangaron y socorrieron a una población que el Estado abandonaba.
Hace no mucho tiempo, otro de los ministros preferidos del Lole, Daniel Germano, declaró en un encuentro de educadores que había que pagar salarios docentes por mérito y premiar a las escuelas por sus resultados, tomando como ejemplo lo peor del modelo educativo chileno y retrayendo el curso de la historia a una clara expresión del neoliberalismo.
Las corporaciones económicas nunca han abandonado sus objetivos de hacer de la educación un negocio, un bien comercial y un lucro. Y aunque la última década nacional no le haya sido nada favorable a estos fines, siempre encuentran alguna manera para colar sus ideas y aliados bien dispuestos.
Las recientes declaraciones del candidato del PRO a la Gobernación, Miguel del Sel, sobre que “los maestros no dan clases”, son la síntesis de esas ideas. También son el recuerdo de lo que fue la Santa Fe de Reutemann, que después de todo es aliado de Mauricio Macri.
La risita burlona con la que Del Sel acompaña sus declaraciones no es un chiste. Más bien es la expresión de un mal recuerdo sobre el que nunca hay que perder la memoria.