Como una maldición que sigue a las administraciones socialistas, la alianza con el radicalismo se encarga siempre de colarles algún escándalo o dolor de cabeza.
Por Diego Veiga
Como una maldición que sigue a las administraciones socialistas, la alianza con el radicalismo se encarga siempre de colarles algún escándalo o dolor de cabeza.
El viernes pasado, la intendenta Mónica Fein recibió un baldazo de agua fría, y no precisamente por sumarse a la campaña contra la esclerosis, tras la detención del hijo de su coordinador de Gabinete por facilitar la prostitución.
Es cierto que David Trigueros no es Néstor, que es un hombre de más de 30 años y que responde por sus actos. Pero también lo es el hecho de que su padre es un funcionario público, y que alguien de su círculo íntimo esté detenido sospechado de integrar una red de prostitución lo deja éticamente mal parado.
El secretario de Gobierno, Fernando Asegurado, lo ratificó en su puesto. Dentro del gabinete dicen que tiene las horas contadas.
Néstor Trigueros llegó a ocupar el cargo de coordinador de Gabinete luego de dejar el de titular en la Oficina Municipal de Defensa del Consumidor. Allí encabezó una campaña y fuertes controles contra los locutorios que cobraban 50 centavos por el uso de las cabinas. La alianza PS-UCR también lo llevó al Concejo, donde ocupó una banca entre 2003 y 2007.
En febrero de 2001, otro cultor de la boina blanca (símbolo de la UCR), Sebastián Bonet, por entonces secretario de Planeamiento de Hermes Binner, también lideró otro escándalo. Autorizó la demolición de una casona de valor patrimonial en el corazón del Paseo del Siglo y le costó el puesto. En este caso, el baldazo fue para Binner.
Otros radicales que causaron disgustos: María Eugenia Schmuck, gran defensora de la gestión Lifschitz devenida en opositora al socialismo, al igual que su correligionario Sebastián Chale.
Lo que se dice una alianza que suele deparar sorpresas.