Nadie parece haberse sorprendido en el mundo del fútbol y de las finanzas internacionales acerca de que el organismo rector de ese deporte a nivel mundial era una cueva de corruptos que engrosaban sus bolsillos a través de sobornos y extorsiones. Pero para el gran público, ajeno a las cuestiones institucionales de una entidad que maneja millones de dólares a través de las competencias regionales y del campeonato mundial cada cuatro años, fue un sacudón incomparable.
La pasión futbolera parece haber estado teñida de corruptela desde siempre. Por qué no pensar que si en la FIFA y sus confederaciones había sobornos para otorgar derechos de televisación y pagos ilegales para nominar las sedes de los mundiales, esa misma línea de conducta también se aplicaba a lo estrictamente deportivo. ¿Se sobornaba a árbitros para que beneficien a determinados países? ¿Los jugadores recibían premios estímulo adicionales? Todo es posible.
Sin embargo, da la sensación de que tras el escándalo de la FIFA subyacen otros intereses de política internacional que van más allá de haber descubierto una institución envuelta en manejos ilegales que, increíblemente y pese a su renuncia, todavía estará conducida unos meses más por quien es el responsable máximo de toda la situación, el suizo Joseph Blatter.
La presentación pública que hicieron los fiscales norteamericanos el día de los arrestos de varios dirigentes de la FIFA (hay aún tres argentinos prófugos) fue llamativamente apenas 24 horas antes de la elección del nuevo presidente de la institución, en la que Blatter era seguro ganador. Pese al escándalo y la aparición de un príncipe jordano como contendiente, el suizo hizo valer las relaciones y los compromisos (¿de qué tipo?) y fue reelecto como si lo ocurrido dentro de la FIFA fuera responsabilidad de otros. Duró pocos días y tuvo que anunciar su dimisión. ¿Fue una negociación a cambio de no quedar preso?
También fue llamativo que en Estados Unidos se haya puesto tanta atención en la FIFA y en desenmascarar delitos mantenidos ocultos durante más de dos décadas y que ascienden a unos 150 millones de dólares en sobornos, una cifra menor en el mundo de la corrupción internacional y que ni siquiera afecta directamente los intereses norteamericanos. La justificación de la acción judicial de los fiscales de ese país fue la utilización de bancos nacionales o sucursales de filiales extranjeras con base en Estados Unidos para depositar, transferir o lavar el dinero mal habido.
Debido al creciente malestar de Estados Unidos y Europa contra el presidente ruso Vladimir Putin por la crisis de Ucrania, donde apoya a los separatistas ucranianos que pretenden integrarse a Rusia, no es del todo descabellado pensar, como se sostiene en la prensa Europea, que todo lo que está ocurriendo tenga un poco más de relevancia que una simple pelota de fútbol. No es casual que Rusia sea el país organizador del próximo Mundial en 2018 y que tras el escándalo se hubiese pretendido arrebatarle la sede (probablemente alcanzada con algún “favor” del imperio ruso), a manera de saldar diferencias de política internacional.
Por la crisis de Ucrania, Rusia recibió sanciones económicas de la Unión Europea y Putin acaba de hacer pública una lista de 89 diplomáticos del Viejo Continente que tienen prohibida la entrada a Moscú. El último secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, viene afirmando desde hace varios meses que el mundo se encuentra al borde de una nueva Guerra Fría. “Algunos dicen que ya comenzó”, advirtió el impulsor de la “perestroika” (reestructuración) y “glasnot” (transparencia), que hace un permanente llamado al diálogo para superar las diferencias entre las potencias que asoman nuevamente en el siglo XXI.
Distinta dedicación. Nadie podría tachar de improcedente la acción judicial norteamericana contra el delito, como el caso de la FIFA, que tiene ramificaciones internacionales y obviamente locales porque el fallecido conductor de la AFA durante 35 años, Julio Grondona, fue vicepresidente de la FIFA desde 1988 hasta su muerte. Grondona, como el caso del ex agente de la Side Horacio “Jaime” Stiuso, sobrevivieron llamativamente a gobiernos militares y civiles de todas las orientaciones. A Grondona y a otros dirigentes sudamericanos del fútbol la Justicia norteamericana los acusa de haber recibido 15 millones de dólares en sobornos, con lo que a los amantes del fútbol se les confirma la aserción de que en el fútbol argentino todo tenía su precio. Un dato menor que confirma esa actividad dudosa apareció, años atrás, durante partidos de eliminatorias a algunos de los recientes mundiales. Una empresa rosarina pudo comprar directamente en la AFA un par de docenas de entradas para uno de los partidos sólo pagando en efectivo y sin obtener recibo alguno.
Pero mientras durante décadas la FIFA mantuvo un sistema corrupto, frente a las narices de la misma Fiscalía norteamericana sucedían escándalos mayores que pasaban increíblemente desapercibidos. Uno de ellos fue el caso del financista neoyorquino Bernard Madoff, quien durante años implementó un fraude con el que finalmente engañó a sus inversores por un monto cercano a los 20 mil millones de dólares. Madoff, conocido en Wall Street y en el mundo de las finanzas como “Bernie”, sorteó auditorías, controles y las regulaciones del centro financiero más grande el mundo, que no detectó que en realidad había montado una estafa de tipo piramidal con la que otorgaba tasas de interés a sus inversores imposibles de conseguir en otro lugar. ¿Cómo hizo para eludir las inspecciones y controles?
Fue así que Madoff, que viajaba de Manhattan a Miami en su helicóptero particular entre otras excentricidades de multimillonario, arruinó a miles de inversores de todo el mundo, a instituciones de caridad y a todo tipo de organizaciones que confiaron su dinero al zar de las finanzas de Wall Street.
Mientras esto ocurría ningún fiscal ni operador bursátil, una actividad muy regulada en los Estados Unidos, sospechaba nada o miraban para otro lado. Recién la estafa estalló en 2008 con la crisis financiera causada por lo créditos hipotecarios “subprime”, de alto riesgo y tasas más elevadas, cuando “Bernie” ya no pudo devolver el dinero que le habían confiado porque sencillamente no lo tenía. Fue arrestado en diciembre de 2008 y sentenciado a 150 años de prisión. Sus hijos trabajaban con él. Uno se suicidó un par de años después del escándalo y el otro murió por una enfermedad incurable. Su secretaria, de 40 años de trabajo en sus oficinas, fue sentenciada a seis años de cárcel y otros colaboradores, como el director de operaciones financieras, también purgan penas de hasta una década.
El escándalo de las hipotecas “subrprime” también pasó inadvertido ante los ojos de la Justicia norteamericana. Durante años se fue generando una burbuja inmobiliaria con créditos para viviendas a deudores de baja calificación que resultaron finalmente impagables. Se armaron paquetes financieros con esa deuda “basura” que se fueron transfiriendo financieramente y que insólitamente contaba con buenas notas de las calificadoras de riesgo, que también resultaron ser un fraude a la hora de analizar lo que ocurría en el mercado financiero.
Estados Unidos y Europa, principalmente, pagaron el costo de esa burbuja que terminó estallando y que no sólo afectó a la economía mundial (incluido la caída de Lehman Brothers, el cuarto banco más grande Estados Unidos), sino a los propios norteamericanos que no pudieron afrontar los créditos y que terminaron en muchos casos con sus viviendas rematadas. Todo ante la vista de fiscales, jueces, autoridades de recaudación fiscal y regulaciones federales del más importante mundo de las finanzas. ¿A cambio de qué?
Uno de esos jueces, aparentemente selectivos a la hora de sospechar del delito, tiene también sede en Nueva York. Thomas Griesa ya es un ícono para los argentinos porque falló a favor de minoritarios e inescrupulosos fondos buitre que no quisieron ingresar a los dos canjes de la deuda propuestos por el gobierno. Fue así que el magistrado ordenó a la Argentina pagar el 100 por ciento de bonos en default por casi 1.400 millones de dólares, cuando en realidad fueron adquiridos por un valor infinitamente menor en una maniobra típicamente especulativa. Si la Argentina hubiese pagado, el resto de los bonistas que aceptó cobrar menos podría haber reclamado el total de su acreencia, con lo que el costo para el país sería el de una deuda impagable por varias generaciones.
Miopía. ¿Cómo es posible que a la Justicia norteamericana se les pasen por alto las burbujas que estaban armando los bancos con la crisis de las hipotecas “subprime” o la multimillonaria estafa de Madoff, pero hayan invertido tiempo y esfuerzo en detectar los sobornos de la FIFA?
Las coimas en el mundo del fútbol favorecieron a un puñado de dirigentes corruptos pero no afectaron a miles de personas como los escándalos financieros originados en Estados Unidos con las “subprime” y Madoff. Es tal vez una muestra del doble estándar norteamericano para sus políticas domésticas e internacionales. Para pensarlo.