Cuando en 2004 Rubén Naranjo fue reconocido como ciudadano ilustre de Rosario compartió algunas anécdotas de su vida, suficientes como para tener un acercamiento a la dimensión de su humanidad. Esta semana esas historias estuvieron muy presentes cuando una secundaria decidió llevar su nombre.
"Yo tuve una infancia feliz y un hogar donde indudablemente hubo un concepto muy amplio de lo que era la educación, lo cual permitió desarrollarme bien. Al lado de mi casa había un terreno baldío muy grande que fue local de una panadería. Fue demolida y solo quedó el horno al fondo del terreno. Todas las tardes, cuando los barrenderos del barrio con sus carritos terminaban sus tareas, iban a ese terreno y en el horno hacían mate cocido. Me acuerdo perfectamente bien, en aquellas latas de dulce de batata redondas, grandes. Ellos tomaban el mate usando como tazas los envases de los duraznos enlatados. Yo me sumaba a ellos. Tomaba mi merienda con ellos compartiendo galletas marina, que entonces existían. Años después, hablando con mi madre, le pregunté cómo ella había aceptado que yo fuese a tomar mi merienda con los basureros. Me dijo que esa pregunta se la hizo mucha gente, en aquella época, cuando yo tenía siete u ocho años, y que ella entonces decía: son gente de trabajo, por lo tanto no le van a hacer daño al chico. A mí me quedó grabado este hecho, la relación con los basureros y un poco el clima, lo que fue esa vinculación directa con la gente tan humilde, la reencontré en un salto en la vida cuando llegué a la Biblioteca Vigil, donde el barrio, Tablada, había posibilitado la existencia de esta biblioteca", arrancó Naranjo en aquella oportunidad, en el Concejo.
Repasó su trabajo en la Vigil, que permaneció hasta que la dictadura la intervino en 1977. Se definió siempre como un "tipo de izquierda" que no militó nunca en ningún partido, por eso aseguraba que era "un anarcotrasnochado". "En la Vigil, donde eran todos peronistas, me dieron cabida para que hiciese todo lo que pudiera hacer y nunca tuve una experiencia humana más importante en mi vida. En Biblioteca Vigil, no tenía afinidad política pero aprendí tanto... En aquellos años era docente de la universidad, daba clase en Arquitectura y decía: «En la Facultad enseño, en la Vigil aprendo»", recordó en aquel merecido reconocimiento que le hizo la ciudad al maestro, fallecido en 2005.
Compromiso. A la obra de Rubén Naranjo se la conoce también por su compromiso con los más pobres, los marginados y una singular sensibilidad humana. Eso se vio a lo largo de su tarea en la Asociación Chicos, en la Biblioteca Pocho Lepratti, en su trabajo docente y artístico, en la cuidada edición de Amsafé, donde se recogen historias de vidas de maestras santafesinas; en sus clases universitarias, en su revista "El tintero verde", en su participación en las marchas docentes; en su amistad con Rosita Ziperovich y las hermanas Cossettini; en la difusión de la obra de Janusz Korczak, el maestro polaco que murió junto a 200 chicos en Treblinka, bajo el imperio nazi; y, en particular, en su lugar junto a las Madres de Plaza de Mayo. "Hace, calculo, 20 años que las acompaño en sus marchas de los jueves. Con renovado fervor porque yo sé que estando en la plaza con las Madres estoy en un espacio de dignidad absoluta, donde ninguna impostura es posible, donde todo lo que se dice es verdad, donde nadie especula con nada porque el dolor une a todos", compartió en 2004 Naranjo.
Como si se tratara de un repaso de su vida, en primera fila estaban ubicadas las Madres, sus hijas, hermanos, familiares, amigos, maestros, militantes y chicos. Fue el miércoles pasado en la Escuela Secundaria Nº 513 de avenida Perón al 5400, en la zona oeste de la ciudad. En el acto de la secundaria que eligió llevar su nombre.
Para concretar ese deseo, profesores investigaron sobre la historia de Naranjo y recibieron la visita de sus hijas. "A mí me llamó la atención saber cómo en la dictadura él se preocupó por tratar de que la gente se enterara de lo que pasaba, cuando nadie se animaba a hablar", contó Jorge Escubilla, alumno de 4º año de esta secundaria. Nada mal recordar ese dato a 30 años de regreso a la democracia.
Humanista.La fecha elegida no fue casual: ese día Naranjo hubiese cumplido 84 años. El acto protocolar de imposición de un nombre se convirtió en un homenaje y también en una fiesta. Había globos adornando el espacio donde chicos de un populoso barrio terminan la escuela obligatoria. Mandalas colgados en las galerías, en el mismo lugar donde se descubrió un bello mural de cosecha propia (lo pintaron alumnos y profesores) que lo destaca como "un humanista y un militante de la vida".
Hubo lágrimas, flores para las hijas, un cuadro de regalo para la escuela y música interpretada por chicos de la Orquesta de Barrio Triángulo, dirigidos por uno de los nietos de Naranjo.
En los discursos de las profesoras no hubo menciones a normativas, ni formalidades, ni sucesión de datos que a los minutos se olvidan. Pero eso sí, las emociones tuvieron lugar a cada rato. Se corrieron de lo acartonado de estos actos para valorar la obra de Rubén Naranjo. Hablaron entonces de su compromiso con lo social, con los derechos humanos, con la educación. Valores a los que la directora de esta secundaria, Paula Sánchez, invitó a seguir "para caminar juntos en la construcción de nuestra identidad".
Una escuela que recibe a chicos que con esfuerzo terminan la escuela obligatoria, que quizás sean la primera generación en sus familias en cumplir con el secundario. Seguro Rubén Naranjo estaría muy feliz con esta decisión de que lleve su nombre.