Cuando el 9 de febrero un alud de lodo y troncos arrasó con la salteña Tartagal,
las primeras acciones para asistir a los más de 700 evacuados (de 10 mil afectados) partieron desde
las aulas. En medio del barro y la miseria, los maestros fueron los referentes de las familias que
perdieron todo. Con comedores sin agua potable para cocinar, baños con roturas y cloacas sin
funcionar, la escuela pública volvió a ser la institución que llegó a la gente, y en la que los
vecinos podían confiar.
"El 80 por ciento del personal se autoconvocó en la escuela en solidaridad con
el prójimo, colaborando en todo", resaltó Marta López de Chalap, directora de la Escuela de
Frontera Manuel Belgrano.
En tanto, a sólo cuatro cuadras de la plaza principal, Yolanda Bustos, al frente
de la Escuela Vicente de Uriburu, remarcó: "Todos vivimos una situación de pánico cada vez que se
aproxima una nueva tormenta, pero la escuela debe actuar".
El torrente también llegó a 4 kilómetros al sur de la ciudad. Silvia de
Novillos, directora del establecimiento Nº 4.289, San Isidro del Labrador, recordó que los maestros
también son de la zona y dos de ellos estaban con síntomas de dengue. "Desde el día del alud
asistimos a familias de la comunidad toba, —contó— pero los trasladaron porque no
teníamos infraestructura para brindarles servicios".
"El mismo día del aluvión alojamos a 350 personas que habían perdido todo, pero
ahora nos damos cuenta de que algunos no perdieron, sino que directamente nunca tuvieron algo. El
alud nos puso otra vez cara a cara con la pobreza que existe en la ciudad. Cuando quedaban unas 50
personas nos dimos cuenta de que no se quieren ir", dijo la directora Chalap.
La educadora señaló que, además de esperar para limpiar bien el edificio, las
clases no son prioridad por el estado sanitario del edificio y la falta de agua potable para
utilizar en el comedor.
"Los casos de dengue son más de los que se difunden, gente del hospital habla de
unos dos mil, pero en sólo una escuela se registraron seis afectados". Además, aseguró que "el
dengue es un tema de siempre, pero el problema está ahora en la eclosión de la red cloacal que es
muy vieja".
"Hay todo tipo de enfermedades —advirtió—, el alud trajo ratas muy
grandes con cola larga que, para mí, son las del hantavirus. La hepatitis se produce si las cloacas
siguen abiertas, hay casos de diarrea, fiebre tifoidea, hantavirus y leptospirosis, que producen
síntomas como el del dengue. Tenemos 1.100 alumnos, y si uno viene con hepatitis, se puede propagar
peligrosamente".
Por otra parte, reclamó acuerdos binacionales para que Bolivia y la Argentina
operen contra esas enfermedades de la región. Pero afirmó: "Los desmontes originan la tragedia, ya
los árboles no escurren la lluvia. Ahora quieren tapar el dengue y en la capital de la provincia
preocupan las consecuencias que tenga el tema en el turismo".
El dengue en la currícula
El comedor de la Escuela de San Isidro del Labrador debió dejar de funcionar
para sus casi 600 alumnos. "No nos traen más agua. Tras reunirnos con los padres, firmamos un acta
en la que asentaron la imposibilidad de trabajar en el establecimiento ante las condiciones
sanitarias", dijeron.
"El dengue está en la currícula, los chicos lo conocen; pero quienes no toman
medidas reales de prevención son las autoridades", señaló la directora Novillos. También resaltó
que "las autoridades sanitarias afirman que el mosquito que transmite el dengue se reproduce sólo
en recipientes con agua estancada, pero los especialistas admiten que hay variedades de mosquitos
que se reproducen en aguas sucias y eso puede implicar serios riesgos por el lodo y agua que aún
está en Tartagal".
Volver al hogar es también otra cara de la tragedia para la población afectada.
"Recibimos a 210 evacuados, la semana pasada se retiró la última familia, pero las condiciones a
las que vuelven son muy precarias y pueden ser evacuados otra vez, en cualquier momento", contó
Yolanda Bustos, desde la Escuela Vicente de Uriburu.
Luego admitió que la distancia entre las urgencias y necesidades de la población
y el clientelismo que se genera alrededor es muy grande: "Han llegado muchísimas donaciones de todo
el país, pero esta ciudad es muy especial. Hay un serio problema social con los grupos piqueteros;
y la distribución que realiza la Municipalidad significa que, por el clientelismo político, no
siempre llega a quien tiene urgencias".
Por su parte, los estudiantes universitarios no se quedan atrás con la ayuda. En
la comunidad chorote, a 4 kilómetros de Tartagal, profesores y alumnos de la carrera de educadores
sanitarios recorren el barrio. El docente Cruz Carrizo contó que la distribución de alimentos "se
basa en relevamientos realizados para armar bolsones de acuerdo a familias y edad de los
chicos".
La Universidad recibe donaciones de facultades de todo el país y las distribuye
con una metodología propia, para evitar críticas y sospechas que rondan el accionar del municipio y
el Ejército.
La reacción de los maestros salteños recuerda mucho a la acción emprendida por los docentes
santafesinos, cuando en marzo de 2003 la gran inundación causó una catástrofe en la capital de
Santa Fe. En ese momento se organizaron, ubicaron a los alumnos y familias y demostraron una vez
más la capacidad de organización de la escuela pública para atender a las necesidades sociales.