Unos 5 mil docentes ya forman parte del programa de Educación Sexual Integral (ESI) en la provincia de Santa Fe. Son desde el nivel inicial hasta la secundaria, de escuelas públicas y privadas. Y se habla de todo: desde maltrato y abuso infantil hasta embarazos adolescentes y diversidad sexual. Dos integrantes del Equipo de la ESI provincial explican que es una enseñanza que trasciende a una materia y a un profesor determinados, y hasta a la misma escuela.
Parece que ya no hay excusas para que la educación sexual integral, más conocida en el ambiente de los educadores por su sigla “ESI”, entre a las aulas. Guías y cuadernos de trabajo, capacitaciones docentes gratuitas para todos los niveles y modalidades, un blog y reuniones para compartir experiencias y nutrirse de información, y lo más importante: la norma que avala y reglamenta esta enseñanza, son las herramientas disponibles.
Desafíos. Gloria Schuster, docente y magíster en problemática de género por la UNR, es una de las 13 integrantes del Equipo de la ESI en Santa Fe, y coordinadora de la zona sur de las acciones de este programa. Junto a la psicóloga Verónica Camats, también miembro de este equipo, dicen que uno de los primeros desafíos a superar en estas formaciones es que se comprenda de qué se habla cuando se habla de Educación Sexual Integral.
Es que aquí la palabra integral no sobra. Es la que habilita a pensar en una educación que promueva capacidades y competencias para la vivencia de una sexualidad plena durante todas las etapas de la vida y las dimensiones del ser humano. Es lo que se expresa en la ley nacional aprobada en 2006 y cuya enseñanza se reglamentó en 2008 (lineamientos curriculares aprobados por el Consejo Federal de Educación).
“Es verdad que los docentes traen a las capacitaciones los supuestos de que hablar de educación sexual es hacerlo sobre métodos anticonceptivos. Por eso que tratamos de problematizar desde el primer encuentro hasta el último que se trata de una educación integral”, dicen las especialistas.
De todas maneras, aseguran que el embarazo en la adolescencia es una preocupación constante que llevan los profesores. “Nos cuentan de sus alumnos: ‘Sabían de los métodos anticonceptivos pero igual se embarazaron’. Y nosotros decimos que la información misma necesita de otro proceso que pueda dar cuenta sobre qué otros saberes o cuestiones de derechos o de género primaron, para que a la hora del encuentro sexual no se hayan cuidado o podido decir que no”.
Esto explica en parte que las capacitaciones que arrancaron en 2009 con los profesores de la secundaria hayan avanzado hacia otra estrategia, la de incluir a todos los niveles en un mismo espacio. “En los encuentros hay docentes de todos los niveles y modalidades mezclados. Es fundamental que eso sea así, por el salto cualitativo que se da. Antes cuando eran solo de la secundaria, solo se hablaba de embarazo adolescente, ahora sirve para entender la dimensión de la sexualidad en todas sus complejidades y cómo irrumpe en el aula”.
Metodología. ¿Y cómo se trabaja? La metodología de la capacitación es una especie de ida y vuelta. Algo así como andar y desandar supuestos y conocimientos, siempre atravesados por el diálogo, para luego abordarlos con nuevas perspectivas. “La misma idea es la que buscamos que después se reproduzca en el aula, porque luego no va haber una docente especialista en educación sexual, en una clase que se llame así. Seguramente ningún adolescente va a escuchar a un docente autoritario que se le para enfrente a decirle qué tiene que hacer. Se va a cruzar de brazos y va a ir a otros espacios a buscar información”.
Los encuentros se dan por Nodos. Y la invitación para participar es siempre la misma: dos docentes por escuela (de todos los niveles y modalidades, públicas y privadas por igual), que lleguen de manera voluntaria, “con ganas, sin importar la materia que enseña”. Destacan aquí que tienen una gran confianza en “el efecto multiplicador de estas capacitaciones”.
Schuster y Camats hacen hincapié en la importancia de “trabajar en red”, que lo que proyectan las escuelas tengan anclaje en otras instituciones como vecinales o centros de salud. “Es clave que las docentes comprendan que no toda la responsabilidad es de la escuela”, aclaran.
Otro dato que aportan sobre estas capacitaciones es que “no son teóricas sino formaciones para la acción”; y que se organizan alrededor de los “ lineamientos curriculares para la ESI”, que son los temas que se deben enseñar sin vueltas en la escuela. “Son nuestros parámetros de trabajo, los que nos permiten decir, por ejemplo, que las convicciones religiosas son respetadas, pero también que el derecho a la información veraz clara, objetiva eso es inamovible”, añaden.
—Hay recursos materiales, humanos, una ley ¿Cómo se explica que muchas escuelas no aborden la educación sexual?
—Es posible que aún no se llegue a todas las instituciones, pero estamos intentando que llegue a todos. Tenemos una política que intenta ir viendo, revisando, haciendo. Hay que revisar eso, pero también hay que entender que no hablar el tema es también dar educación sexual.