En la película “Sin límites”, estrenada en Argentina en 2011, el protagonista (Bradley Cooper) es un escritor atribulado que no encuentra la inspiración para avanzar en su obra. Hasta que prueba una droga experimental, NZT, que expande al 100 por ciento la capacidad utilizable de su cerebro y le permite sacar provecho de todo su potencial cognitivo. Termina un libro brillante en apenas dos días y en un par de semanas gana una fortuna.
La L-tirosina no es un fármaco diseñado en el laboratorio, sino un nutriente común de muchos alimentos y que también se consigue solo o combinado en suplementos de venta libre. Sin embargo, de manera similar al NZT de la ficción, su ingestión parece mejorar de manera significativa ciertas habilidades mentales, en particular cierto tipo de pensamiento creativo. Por lo menos, así lo sostiene la doctora Lorenza Colzato, investigadora principal del Instituto Leiden de Cerebro y Cognición de la Universidad de Leiden, en Holanda, quien condujo estudios clínicos y concluyó que la L-tirosina puede ser una especie de “doping” inocuo que contribuye a superar bloqueos y aguzar el ingenio frente a desafíos complejos.
“Lo que comemos puede afectar la manera en que pensamos”, asegura Colzato, nacida en Italia hace 40 años y abocada a investigar estrategias para mejorar la performance cognitiva. Su hallazgo incorpora un inesperado y provocativo enfoque a la amplia gama de “recetas” para cultivar la creatividad que preconizan desde gurúes del management y la superación personal hasta neurocientíficos, educadores, artistas, filósofos y místicos.
En el estudio, publicado en la revista Psychological Research, Colzato y dos colegas evaluaron el desempeño de dos grupos de 16 adultos frente a dos tests cualitativos de creatividad. Previamente, todos habían tomado jugo de naranja con o sin añadido de L-tirosina: un aminoácido o ladrillo básico de las proteínas que abunda en alimentos tales como porotos de soja, pollos, espinaca y almendras (ver infografía).
En una de las pruebas la propuesta era listar la mayor cantidad posible de usos para diferentes objetos cotidianos. Por ejemplo, para el objeto “lápiz”, una devolución con buen puntaje (por lo variado y heterodoxo de las respuestas) podría ser “escribir cartas”, “tamborilear sobre la mesa” y “destapar los orificios de un salero con la punta”.
En la segunda, los participantes tenían que encontrar una palabra que se relacionara con otras tres. Frente a los vocablos “rodado”, “gregoriano” y “liso”, por caso, el término que mejor encaja con todos es “canto”. O para las palabras “mercado”, “visor” y “población”, la conexión es que a todas se les puede añadir el prefijo “súper”.
El primer tipo de ejercicio examina el pensamiento divergente, un estilo libre de generación de ideas frente a desafíos que admiten más de una solución correcta, como en la “tormenta de ideas”. El segundo test, en cambio, evalúa el pensamiento convergente o “profundo”: aquel que se mueve en una única dirección, hacia un momento “eureka”, y origina una única respuesta lógica para un problema particular.
Pues bien: aquellos voluntarios que tomaron el jugo con L-tirosina mostraron mayor creatividad en las pruebas de pensamiento convergente o profundo. Las implicancias son extraordinarias. Para los autores, el hallazgo sugiere que las dietas ricas en ese nutriente o la suplementación resultan ser una estrategia “barata, eficiente y saludable para apoyar los procesos creativos”.
Colzato y sus colegas creen que la L-tirosina funciona porque es precursor de la dopamina, un neurotransmisor involucrado en diferentes funciones cognitivas. Y sospechan que su ingestión puede explicar, al menos en parte, la genialidad de Steve Jobs. Recuerdan que el fundador de Apple atribuía el secreto de su éxito a una dieta rica en frutas y verduras: alimentos que también contienen el aminoácido.
Sin embargo, en diálogo vía e-mail con Más, Colzato resaltó que el consumo de L-tirosina puede ser “sólo uno de los factores” que avivan el ingenio. “A menudo, las personas muy creativas usan muchas técnicas en paralelo. Por ejemplo, Jobs también era un experto en meditación, una práctica que se ha demostrado que aumenta la creatividad”, destacó.
Otros especialistas redoblan la cautela. “Es cierto que hay algunos nutrientes con funciones específicas en el cerebro”, señala la licenciada Sol Vilaro, integrante del Departamento de Nutrición de Ineco y coautora del libro Comida para un cerebro saludable (2014). “Pero lo que se sabe, y cada vez hay más publicaciones científicas al respecto, es que los hábitos alimentarios y de vida sanos influyen más en la salud cerebral que el consumo de un nutriente aislado”.
Danilo Donolo es doctor en ciencias de la educación, ex profesor de la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba) y uno de los académicos argentinos que estudió con mayor consistencia los procesos creativos en distintos ámbitos. En un libro de 2014, Creatividad e innovación. ¿Cómo lo hacen en investigación y ciencia?, Donolo y su colega Romina Elisondo proponen diez tips o consejos prácticos para convocar a las musas, incluyendo elegir los mejores problemas al alcance, plantear buenas preguntas, buscar aliados, dedicarle tiempo y esfuerzo a la actividad, viajar, diversificar las lecturas y romper los límites del propio campo.
Pero ¿seleccionar la dieta puede ser un truco adicional? Ante la consulta de Más, Donolo se muestra perplejo, pide unos días, analiza las evidencias y repasa todas las historias personales de creativos que recabó durante sus investigaciones. Su veredicto es que “no hay nada probado, más allá de intuiciones circunstanciales”.
Colzato es consciente de los reparos, pero asegura que la relación entre dieta y cognición es un terreno inexplorado y que va a brindar nuevos frutos en los próximos años. “El problema es que los científicos no hablan entre ellos”, argumenta. “Quienes investigan la creatividad no están familiarizados con los aminoácidos, y los nutricionistas suelen interesarse en los alimentos saludables en términos de calorías pero no en sus efectos sobre la mente”.
Si está en lo cierto, y los resultados se replican en mayor número de voluntarios, la L-tirosina podría transformarse en un fermento para la imaginación creativa, como era el café para Beethoven y Balzac, las anfetaminas para Graham Greene o el NZT para el escritor de “Sin límites”… pero sin sus riesgos y efectos estimulantes. También, sugiere Colzato, podría ser una ayuda para estudiantes que tienen que rendir un examen.
De todos modos, Colzato alerta que sólo podrían percibir beneficios quienes ya tengan niveles bajos del aminoácido en su dieta. Y que pese a que no tiene ningún contraindicación o repercusión colateral, no habría que exceder la ingesta máxima recomendada por la Organización Mundial de la Salud, que para una persona de 70 kilos es poco menos de un gramo diario. O sea: lo que hay en un bife de lomo a la plancha, en 12 claras de huevo o en dos cápsulas de suplementos.
¿Demasiado bueno para ser real? Otra de las investigadoras de Leiden que firmó el estudio con Colzato, Annelies de Haan, no reprime su entusiasmo. Escribió en su blog: “La L-tirosina parece ser la herramienta perfecta para incrementar nuestra habilidad de conectar las experiencias que hemos tenido y las cosas que hemos aprendido, para finalmente ver la solución a un problema”. •