Es probable que siempre lo haya sentido a Belgrano más un compañero de vida que un prócer. Desde luego, podría pedir disculpas por tamaño atrevimiento de mi parte, pero así lo siento con el respeto, compromiso, afecto y admiración que uno puede prodigarle a una persona entrañable como él.
Belgrano está en cada mástil del territorio argentino y, por supuesto, gallardo, altivo, soñador, valiente y único, en el rosarino. Está en el cuaderno de los hijos, en la camiseta de cualquier selección nacional, en los billetes, en las avenidas, en los centros culturales, en los torneos de fútbol que jugué de pibe, en el patio de la escuela entonando Aurora, en la manos del compañero más sobresaliente que iza la bandera y en nuestra nueva desazón porque nuevamente no somos abanderados como ese pibe.
Belgrano está en los libros de historia altos de tapa dura con historias oficiales, y está en otros libros revisionistas con tapa blanda pero nada cambia para él. Es un solo Belgrano, más completo en todo caso según la pluma y mirada de cada quien; pero no hay varios Belgranos, porque aún entre sus lados oscuros y más luminosos sólo hay un solo Belgrano.
Un grupo de locos. Desde hace 13 años formo parte de un grupo de locos que creyó en la esperanza propia y quiso contagiarla o en todo caso, compartirla con millones de desesperanzados que también
quisieron compartir su esperanza y locura.
Todo estaría cosido, todo: la esperanza junto a las derrotas, a los orgullos y las vergüenzas, a las broncas y desasosiegos, al compañerismo, el futuro, el pasado y el presente; los de arriba, los de abajo, los rubios, los morochos, los ricos, los pobres, los ilustrados, los analfabetos... los del norte y el sur, los Andes y el mar, los de adentro y los que están afuera. Se cosería con los hilos de la más sencilla
vocación y evocación de ciudadanía, pero no para una guerra o catástrofe, sino para formar parte de una sociedad que nos tuviera en ocasiones como público pero también, y fundamentalmente, como protagonistas de la historia propia.
La idea de Alta en el Cielo nació el 3 de junio de 1999. Al día siguiente entre amigos y familiares ocupados, desocupados, profesionales, amas de casas, hijos chicos y jóvenes del programa La Mamadera se sentarían las bases de un sueño real: volver a empezar entre tanta desesperanza.
Se buscó un elemento común que nos hablara sin palabras y nos recuperara del individualismo de aquellos tiempos, del “sálvese quien pueda”.
Testimonios. Alta en el Cielo no sería una salvación, pero sí permitiría que la desintegración social que se avecinaba causara el menor impacto posible. Argentina iba camino al 2001 y aún no lo sabía, nosotros tampoco. Y fue precisamente en 2002 en que Alta en el Cielo justificó su existencia. El tejido social se abría y el propio pueblo no lo permitió.
Los testimonios hablan de lo que significó la integración entre aquellos que se ignoraban en sus lugares, y con la excusa de coser una bandera se juntaron: “El tejido está medio roto, creo que hicimos puntapié nosotros para empezar a reconstruirlo, porque es verdad que en la plaza estábamos el centro de jubilados, los ex combatientes, las escuelas públicas de gestión privada y estatal, el comisario, el obispo, los jardines, las escuelas especiales, el instituto superior de formación docente, el consejo escolar, la delegación municipal. Empezar a juntarnos fue dar algunos pasos para reconstruir el tejido social y ya eso es mucho ¿no?”, decía una docente de la localidad de Laferrere, en 2002, en su visita a Rosario y luego de traer la bandera que confeccionaron allí.
También recuerdo a Anahí, de 4 años, que caminando con su mamá por el Monumento y viendo las hileras de banderas flameando en los mástiles dijo: “¡— Uy, mirá mamá, mirá cuantos pedacitos de bandera!” Claro, ella es hija y nieta de dos de las mujeres que cosían la bandera gigante y las banderas de verdad le parecían pequeñas.
O bien aquella anécdota que tenía a Malena y Victoria, gemelas de 7 años, de protagonistas indirectas. La maestra pregunta quién creó la bandera, y un compañero de ambas nena grita: “La abuela de las gemelas seño”.
Sin chauvinismos. La bandera fue creciendo junto a nuestros hijos y ellos junto a la bandera. Alta en el Cielo no compite con la real, la de verdad, aquella que Belgrano nos legó ni mucho menos; como
tampoco “le gana” a ninguna de otros países porque no es ese el propósito. Por el contrario, ojalá hayamos logrado acercar a los chicos y jóvenes a los colores sin chauvinismos ni xenofobia. A esta bandera la cosen también los extranjeros y es notable con cuánto afecto y entrega de hermandad lo hacen.
Argentinos en el exterior hablan de lo que significa coser la bandera en su lugar, desplegarla entre otros y luego enviarla al país con amigos. En ocasiones cuentan con qué orgullo traían en una mochila
ese paño, con la importancia de un tesoro y el honor de ser el portador de tamaño encargo: llevar y entregar la bandera a las Damas Rosarinas.
Cada 20 de Junio es un hecho único; y pronto habremos de concluir la tarea maravillosa de coser la tela y cosernos como sociedad. El próximo 19 de junio, a las 17, se darán las últimas puntadas al último tramo de bandera, rito que mantenemos desde hace 13 años. Un rito donde una de las costureras, toma el último metro y gritamos todos a su alrededor con la cuenta regresiva de los centímetros que faltan para concluir: 1 metro, 90 cm, 80, 70, 60...
Allí esas mujeres fueron y son un claro ejemplo que la gente común construye la historia con todo desinterés; y que es posible ser felices con honor en el orgullo sin solemnidad ante la figura de
Manuel.
27 de febrero. Este 27 de Febrero, día glorioso porque Belgrano declara aquí el camino a la independencia, tendremos la oportunidad de vivir el proceso de despedida hasta el 20 de Junio.
Los que puedan y lo deseen no se pierdan los festejos de este día de gloria y fiesta junto a sus hijos. Mas allá de Alta en el Cielo, Belgrano fue un ser único y capaz de ser y hacer, entre todas sus virtudes, una bandera que nos señalaría el camino. Y 200 años después, un pueblo, el suyo, el que soñó con su amor, compromiso, orgullo, honor, entrega, coraje, dolor y esperanza, vuelve a coser su bandera para decirle: “Aquí estamos general, con nuestros hijos la cosimos porque sí, porque amamos nuestra historia en las buenas y en las malas mucho más, porque «vamos a andar / con todas las banderas / trenzadas de manera / que no haya soledad...»”
Y hay que saber algo más: que el 80 por ciento de esta bandera está hecha por los chicos de todas las escuelas del país, las que en su patio cada día izan su amor hecho bandera.
Gracias a la gente de Rosario y el país por volver a creer aunque cueste tanto. Pero fue mejor creer y fracasar que no creer y en eso estamos, eligiendo coser con el alma enhebrada en una aguja.
Nadie podría coserla solo ni desplegarla solo. Trece años después, se comprueba que así fue: la gente unió la tela y la tela unió a la gente.