¿Y usted, de qué se ríe?
Y sí, reírse es catártico, pero tiene sus bemoles. Umberto Eco escribió una novela entera en torno
a la risa y su “peligroso” poder a ojos del medioevo. Parece irónico hablar de
“ojos” cuando justamente quien ocultaba un tratado de Aristóteles sobre la risa en esa
abadía benedictina era Jorge de Burgos, un bibliotecario ciego (un paródico homenaje de Eco a
Borges).
20 de abril 2008 · 18:21hs
Y sí, reírse es catártico, pero tiene sus bemoles. Umberto Eco escribió una
novela entera en torno a la risa y su “peligroso” poder a ojos del medioevo. Parece
irónico hablar de “ojos” cuando justamente quien ocultaba un tratado de Aristóteles
sobre la risa en esa abadía benedictina era Jorge de Burgos, un bibliotecario ciego (un paródico
homenaje de Eco a Borges). En “El nombre de la rosa”, un monje y su discípulo tratan de
dilucidar los crímenes que se suceden en ese sombrío rincón del norte de Italia. Todo conduce a la
biblioteca y a ese bendito tratado que sostiene que “la risa sacude el cuerpo, deforma los
rasgos de la cara, hace que el hombre parezca un mono”. Pero el bibliotecario va aún más allá
con su oscurantismo, porque si la risa era buena los hombres terminarían hasta riéndose de
Dios.
Argumentos, ataques y defensas de la risa y su familiar cercano el humor se
pusieron en juego la semana pasada con dos hechos que ocuparon espacio en los medios.
Pergolini se rió de un ciego que bailó en lo de Tinelli y Los Simpsons se rieron de Perón. Y ahí
nomás salieron los de Burgos, denuncia va, denuncia viene, y se acabó la joda.
Una frase popular dice que la risa “es la obra social más barata” y
que cura, pero sabemos que también ayuda a construir verdades que muchas veces duelen (de eso se ha
dedicado sabiamente el psicoanálisis). Pero, ¿no creen que hay verdades que desde un cómic o un
show televisivo tienen que ser tomadas con menos seriedad? ¿Cuándo fue que Tinelli dejó de lado el
rating y comenzó a militar por la causa de los que no ven? Y además, ¿sabrá el ex diputado Lorenzo
Pepe que Homero, Moe, Carl y Lenny son parte de una tira de dibujos animados y no de un documental
histórico?
Por ahí, simplemente con que uno elija lo que le da gracia basta. ¿No le da
risa? Cambie de canal, revista, dial, película o de pareja.
Pero además está claro que nadie celebra a risotada limpia que se rían de su
dolor. A mí tampoco me gusta, pero admito que me río del humor negro y su crueldad, tanto
como de los chistes zonzos y ñoños. Claro que elijo con quien compartirlos luego de haber quedado
descolocada ante personas que miran feo, muy feo, la risa de una. Como al ver la película danesa
“Las manzanas de Adán”, en que un skinhead debe reformarse en la casa de un párroco, o
al disfrutar la mexicana “Morirse en domingo”, donde el cadáver de un querido tío
envuelve a los personajes en una comedia absurda y punzante. También me sonrío con la ironía de
la revista Barcelona, donde una a veces siente que se ríe del propio país para no llorar
y me produce carcajadas la maldad por momentos ingenua de la “Nah!” (una revista que se
encuentra en comiquerías o en la web). Me gustan estos epitafios que se ríen nada menos que de la
muerte: “Disculpen el polvo” (de la escritora norteamericana Dorothy Parker) y
“Tuve días peores” y “Enseguida vuelvo” (de los escritores argentinos
Leopoldo Brizuela y Lisandro Goldemberg). Y también me da gracia el cinismo de tipos como Oscar
Wilde cuando sugiere: “Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca
más”.
¿Y usted, de qué se ríe?
Volviendo a Eco, y a sus palabras en “Apostillas a El nombre de la
Rosa”, tal vez el problema de la risa pase porque “siempre hay alguien que toma el
discurso irónico como si fuese serio”.
Por eso, mejor dejar el rigor y el análisis para cosas que valgan la pena y
apelar al humor, como Al Jean, el guionista de Los Simpsons, quien como toda respuesta al debate
de la semana pasada dijo: “No vamos a descansar hasta que hayamos agraviado a cada país
del planeta”. No sé a usted, pero a mí la frase me sacudió el cuerpo, me deformó los rasgos
de la cara y me convirtió en algo muy semejante a un mono.