Los amantes de la ciencia ficción sabrán a qué me refiero. Philip K. Dick tituló su libro con esta
pregunta en 1968: "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", y años más tarde Ridley Scott
adaptaría su Blade Runner a esta historia. Seres de un mundo decadente (Nexus-6) con más agilidad y
fuerza que un humano. Con una vida operacional de apenas 4 años. Se los identifica por el brillo de
los ojos y porque no pasan el test de la empatía, carecen de ella. No tan irreales, al fin y al
cabo. De esto terminamos hablando con mi sobrino Juan Martín (a quien todos llaman Tato), de 13
años, tras navegar hace unos días juntos por internet.
Todo empezó cuando le escribí su nombre en Google y encontró un homónimo en Madrid: un
economista, de 54 años. Después me llegó el turno. Encontré una Laura Vilche que escribía mensajes
a una revista de cumbias, en Uruguay, y también a Canal 13 de Buenos Aires para felicitar a todo el
elenco de "Patito feo". Firmaba, "Laura de Fray Bentos". Decidí buscarla. Mi tocaya de apenas 20
años se llama Laura Gabriela Vilche (23 años antes de que naciera esta chica mi padres creyeron que
a mi "Laura" lo acompañaría mejor un "Elvira" con el que me convertí a lo largo de mi vida en el
hazmerreír de amigos y alumnitos). Laura Gabriela cuida un niño de 5 años. Ama la cumbia y sabe
bailarla, y habla bajo y pausado (todas virtudes de las que carezco). Está a favor de la papelera
Botnia en su localidad. Dice que esa industria reactiva los empobrecidos bolsillos de los
fraybentinos y que "los argentinos se están pasando de la raya porque hablan de contaminación y no
miran cómo tienen el Riachuelo". Laura Gabriela Vilche sueña, no con ovejas eléctricas, sino con
Tom Cruise y con volver a vivir alguna vez en Salto, el lugar donde nació.
A través de ella llegué por email a otra Laura Vilche; en rigor Laura María Inés Vilche, de
Zárate, Buenos Aires. Morocha como yo (y linda, por lo que se aprecia en la foto que me mandó de
ella y su mejor amiga). En su casa también le dicen "Laly", pero nació en junio (no en enero), lo
que la convierte en una geminiana de 31 años. También sueña; con ser farmacéutica.
Nada menos que hasta aquí llegué sólo a partir de un juego con mi sobrino Tato. Con él nos
deliramos aún más, hablamos de qué es real y qué es irreal; de lo que nos hace parecidos y de
nuestras diferencias; de androides, replicantes, clones y alienígenas; de copias y piratería; de la
música y el cine que nos une y nos separa; de los apodos familiares y los nicks; de mundos
surrealistas y realistas; de viajes, lejanos y cercanos; de la gente con quien tenemos empatía y de
la que nos reímos descaradamente. Y sobre lo que soñamos antes de comenzar a contar ovejas.