Calor, es obvio, enero muestra su mejor cara, y los habitantes de Rosario se vuelcan al río.
Opciones: La Florida, la Rambla, isla poco y nada, y el exclusivo Banquito frente a La Fluvial.
Claro, también están las piletas del parque Alem y la oferta privada de los clubes. Lo cierto es
que la temporada está a full, es más, desbordada.
Los incidentes en la Rambla el pasado 1º de enero mostraron que sólo con el río
y la arena no alcanza, sino que debe montarse una infraestructura de servicios para evitar
inconvenientes.
La aparición, típica en la época, de palometas fue advertida a puro pulmón por
los guardavidas con ingenuos carteles escritos a mano y a viva voz, en un balneario al que asisten
miles de personas.
Desde que los rosarinos descubrieron el río eligieron a la playa como lugar de
encuentro y recreación, pero sin embargo se mantiene casi la misma infraestructura desde hace al
menos 10 años. Encima, frente a la costanera norte desaparecieron casi todos los paradores de la
isla, gracias a la erosión que sufre la zona, y el precio del cruce en lancha al Banquito se hace
casi inaccesible.
“No hay más lugar”, podría ser la leyenda que portaría un pasacalle
en las cercanías de los balnearios. Pero también podrían intentarse buscar otras posibilidades.
Fomentar acuerdos con Entre Ríos para ubicar espacios de recreación en la isla, y que el transporte
fluvial no llegue a precios internacionales, o desempolvar el urticante tema de los clubes náuticos
y el uso de la costa.
Mientras, y tal cual se realiza cuando se organizan eventos públicos de
convocatoria multitudinaria, idear un operativo para que la zona de balnearios cuente con los
servicios necesarios para cuidar la recreación de miles y miles de rosarinos. ¿Vamos a la playa?