"Si no nos actualizamos en la educación general, que aparentemente no lo hemos hecho, en la educación musical mucho menos..." Todos la escuchan con atención. Su trayectoria, su experiencia, sus charlas, conferencias y libros la convierten a Violeta Hemsy de Gainza en una referente de los docentes de música no sólo de la Argentina sino del resto de América y gran parte del mundo.
Esta licenciada en música y psicóloga social de la Escuela de Enrique Pichón Riviere piensa que al Estado le falta ocuparse más de la educación y pretende que el lugar más poderoso de inclusión sea, precisamente, la escuela. Allí donde, según su criterio, la música juega un papel fundamental.
Durante el Congreso Argentino de Educadores Musicales que se realizó la semana pasada en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia y contó con la organización de la sección Argentina del Foro Latinoamericano de Educación Musical (Fladem) -la cual dirigió entre 1995 y 2005- la profesora tucumana dialogó con La Capital, sobre sus inquietudes respecto a la enseñanza de la música en la educación argentina.
-¿Cuál es la importancia que se le da a la educación musical en las escuelas argentinas?
-En nuestra sociedad hay una desigualdad muy grande. No solamente a nivel social, sino a nivel educativo, a nivel salud, etcétera. Nosotros podemos exhibir ante el mundo maravillosos ejemplos educativos pero si no cubrimos las necesidades básicas de nuestra comunidad no hemos cumplido con los objetivos primordiales. Entonces tenemos que homogeneizar, que distribuir y pensar la educación porque en estos momentos hay una gran confusión. Es un momento muy crítico. Pero si no nos actualizamos en la educación en general, que aparentemente no lo hemos hecho, en la educación musical mucho menos. No atacamos a nadie sino que estamos buscando que el lugar de inclusión más fuerte, más poderoso que tengamos sea la escuela.
-¿Cómo se hace para trabajar con la música en contextos tan cambiantes?
-Lo que hace falta es tomar conciencia de la situación. Cuando sea un campo que le interese a la dirigencia política o al Estado entonces se van a hacer las intervenciones que hagan falta. Este ha sido un espacio muy depreciado, muy descuidado. Cuando sucede esto tenés que entrar y ver qué es lo que pasa. Eso es clave. Aquí estamos escuchando gente que hace un taller y que aplaude con toda su alma, porque están contentos de escuchar y participar. Porque la música es muy vigorizante. Por eso el Fladem nació con el objetivo de revisar, pensar y repensar la educación musical en América latina, ver cómo estamos, qué nos pasa y qué podemos hacer.
-Fladem plantea entre sus objetivos rescatar las raíces culturales y musicales de cada país, de cada región. La duda es si esas raíces se sostienen a través de la educación musical, porque es innegable que hay una invasión de música ajena a ese criterio.
-Eso es una parte, pero resulta que la educación musical es un campo muy grande y muy abierto, con múltiples propósitos entre los cuales está el rescate de la identidad. En el momento de llevarlo a las aulas, la escuela siempre ha sido la alternativa de lo que pasa en los medios, que no nos gusta y tiene otros intereses. Lo que pasa en la sociedad, y que hoy en día está superpotenciada, es que se escucha lo que quieren los medios monopólicos, lo que quiere la publicidad, el dinero. La escuela debería ser la posibilidad principal para equilibrar eso para que la gente, además de Tinelli, tenga otras cosas en su mundo interno y en su perspectiva. La labor de la educación es preocuparse por trabajar los valores que son universales, pero si nos olvidamos de las humanidades entonces no somos escuela. Y no solamente lo vamos a tener frente al tema de la identidad, sino también ante el tema de la calidad, el de la profundidad.
-¿Cuesta transmitirle la identidad musical a los chicos y que se interesen por saber quiénes fueron, por ejemplo, Yupanqui, Castilla, Leguizamón o Ayala o qué es una cueca, una zamba, una vidala o una chacarera?
-Hay una frase muy común que viene del fútbol: cuando falla el director técnico de un equipo de la selección, por ejemplo, todo el mundo se le tira encima. Llámese Maradona o el que está ahora, Batista. Lo que falla, la herramienta que nos está faltando es la pedagogía. Estamos viviendo sin pedagogía y sin maestros, porque su figura está depreciada. Es decir tanto las acciones de una como de otro han caído, no existen. Están reemplazados por otros valores. La pedagogía, desde la época de Platón y de antes es un campo donde se acumula la riqueza de pensamiento de la humanidad. Es el arte y la técnica de pasar algo a otros. Hoy en día el pedagogo es prescindible. Y lo vamos a llevar a un ejemplo banal. En el programa de Tinelli el coach es el que está hecho un ovillito en un costado y esperando que alguien le dé las gracias, lo reconozca.
-¿Y entonces?
-Los maestros no están preparados para ir a enseñar eso y no están motivados tampoco. No saben cómo motivar a los chicos. Si el maestro es un buen pedagogo se las va a arreglar. No solamente eso sino cosas más sofisticadas. Pero la figura del maestro es totalmente imprescindible si tiene esa herramienta que es la pedagogía. Hoy en día hay que saber mucho más. La música es un lenguaje de comunicación complejo y completo de formación, integrado, que te hace mover, te hace bailar pero también te hace pensar mucho. O sea, la cabeza de un músico es una cabeza con mucho trabajo mental adentro. No se lo puede describir linealmente en categorías. Es una construcción compleja. La música sirve para todos siempre que la sepas usar.
-Entre los propósitos del Encuentro de Fladem se planteaba una etapa de cambios y transformaciones. Pero el panorama que usted plantea es bastante desalentador.
-Lo que pasa es que no están dadas las condiciones para ser optimistas. Porque todavía las intervenciones a nivel educativo se han venido haciendo en la parte de infraestructura, falta el maestro. El maestro de hoy es inseguro. Lo más que pueden hacer los docentes es llevar algo que parezca que funciona, algo lindo para compartir, a ver si la emboca con lo que el chico está esperando. La música es un campo que no se lo puede descuidar 20 años como ha pasado. Es como si planteara la posibilidad de que desaparezca el Fondo Monetario Internacional y lo suplantemos por otro modelo. Ese ha sido el modelo único y está muy arraigado. En la pedagogía ha pasado algo parecido. Nosotros hemos tenido intervenciones muy poderosas que durante dos décadas han sido bajadas a la comunidad educativa. Hemos sido demandados y manejados autoritariamente. Entonces no se sabe para qué sirve la educación.
-¿Y qué pasa con los alumnos y sus intereses?
-Salen a la calle para pedir por la calefacción, por el medio boleto, pero no se atreven a pedir una mejor educación porque no se han animado aún a pedírsela a sus maestros. Los profesores no son responsables de que no sepan enseñarles y la música es algo así. Que si de pronto un profesor intenta enseñarle a alguien y no lo logre lo que va a decir es que el chico no tiene discusiones y hasta luego. Eso es muy peligroso. Y eso debería ser objeto de un juicio. La gente que tiene mucha sensibilidad y muchas condiciones se siente impotente. Gente con condiciones no entra a los conservatorios. Esa es la situación de la educación musical en este momento. Es bien complejo, no se puede aprender en un congreso de Fladem, ni en medio año, ni en un cursito. Tengo que saber cómo escucha ese alumno, qué lo hace diferente del otro, y tengo que saber qué transmitirles para que pueda manejarse y operar medianamente con el mundo de los sonidos, así como operan con los números. Por ejemplo, en las escuelas hay que hacer campañas para que se utilicen operativamente las maravillas del canto tradicional, que está destinado a darte puntos de apoyo y de sostén, no sólo musical sino para tu crecimiento.
-¿Es optimista en cuanto a cambios?
-Lo que yo planteo en este encuentro del Fladem es que hay que tener conciencia de eso. Y además de divertirnos tenemos que pensar qué hacemos, cómo lo hacemos y cómo y a quién hay que llegar. Y si no llegamos, paciencia, pero lo tenemos que hacer y mostrar. Y no digo qué hago políticamente, sino musicalmente. Eso lo puedo multiplicar si sé lo que hago. Pero generalmente la teoría y la práctica han estado mirando para costado diferentes.