“Es un prejuicio sostener que los casos de abusos se dan en los sectores más empobrecidos”, asegura la psicoanalista Bettina Calvi sobre un delito que afecta a todas las clases sociales, que tiene como víctimas sobre todo a niñas muy pequeñas y cuyos agresores suelen ser personas cercanas: familiares, docentes, sacerdotes. Esta semana fueron noticia los arrestos en la provincia de un sacerdote de Reconquista y de un director de escuela de Avellaneda detenidos por abuso sexual infantil. La especialista remarca la importancia de creer en la palabra de los chicos y chicas.
Bettina Calvi es investigadora de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), doctora en psicología y directora del Programa Proteger (UNR), destinado a generar responsabilidad social en el cuidado de niños, niñas y adolescentes. Desde ese programa un Observatorio monitorea desde el año pasado las denuncias de abuso sexual infantil. Las primeras conclusiones muestran datos alarmantes: “Nos ha impresionado la cantidad de denuncias por abusos”.
Durante esta semana la provincia se vio conmovida con los arrestos de un sacerdote de la parroquia María Madre de Dios de Reconquista y el director de la Escuela Primaria Nº 1.296 Máximo Vicentín de Avellaneda. Fueron denunciados por haber abusado de dos niños de tres años, en el primer caso, y de chicas de 13 y 16 años, en el segundo. Noticias dolorosas a la que se sumó la de un padre que sometía a su hija de 12 años, pequeña que hoy está embarazada.
—Otra vez noticias de abusos sobre chicos y chicas muy pequeños ganaron los medios...
—La vigencia del tema es terrible. Lo que ocurre es que son los casos que nos enteramos porque los detuvieron y toman notoriedad. Ojalá que además de la detención haya condena porque —por lo que trasciende en las noticias— hay muchos elementos para que eso ocurra. La mayoría de los abusos son cometidos por personas cercanas a los niños y niñas: la familia, los maestros, y en el caso de las familias que tienen práctica religiosa, los curas que tienen mucha relación con los más chicos.
—Personas que también representan una autoridad para los más pequeños.
—Este es uno de los grandes problemas porque lo que el niño espera de los adultos es protección, se supone que son emblemas de cosas buenas, pensándolo en el lenguaje de los niños. Entonces es muy difícil que reaccionen rápidamente sobre los abusos que los adultos ejercen sobre ellos. Es doble el impacto: el traumático que genera involucrar a un niño o niña en la sexualidad adulta y el hecho de que quienes son los agresores, los abusadores son personas en quienes el niño confiaba. Por eso decimos que cuando se trata de abusos perpetrados por alguien de la familia adquiere un carácter más grave. Sigue habiendo una gran dificultad de creer en la palabra de los niños y niñas, de que lo que cuentan pueda ser posible. Se escuchan cosas como “mirá si el padre le va a hacer eso”, cuando la mayoría de los casos de abusos que recibo involucra a padres, abuelos, parejas de la madre. Un análisis más profundo nos remite a la idea patriarcal de que mujeres y niños son propiedades de los varones. Y todo lo que digan entonces es puesto en duda. Son infinidad de casos los que se dan en la familia, sencillamente porque cuando los niños y niñas son pequeños es donde pasan más tiempo. También en la escuela y quienes tienen creencias religiosas en la iglesia. Son muy importantes dos recomendaciones: creer en la palabra del chico y estar dispuesto y disponibles como padres, madres, abuelos a escuchar esa palabra, siendo respetuosos, sin hacer escándalos; si no el chico se calla y no hablará más. Y la otra recomendación es para los operadores de la Justicia, quienes reciben las denuncias. Sabemos que están sobrepasados de trabajo, en condiciones que no son siempre las mejores, pero hay que tratar de optimizar el cuidado de cómo se reciben estas denuncias. También es muy traumático para quienes deben hacer esta denuncia. El Estado tiene la obligación y cuenta pendiente de habilitar, de formar más equipos capacitándolos específicamente en el trabajo con las víctimas. Es todo lo que hizo Eva Giberti con su programa (Las Víctimas Contra Las Violencias, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación) que debiera replicarse en todas las provincias.
—¿Qué datos, información ofrece el Programa Proteger sobre los abusos contra la infancia?
—Estamos en el análisis de los datos que arrojó el Observatorio que pusimos a funcionar el año pasado. Sin embargo, podemos anticipar que nos ha impresionado la cantidad de denuncias por abusos. Lo que preocupa es que la denuncia que se hace y se recibe prospere, que el denunciante no se arrepienta por miedo, por las presiones de los propios abusadores. También es muy importante la atención que recibe quien va a denunciar estos casos, que en general son mamás. Es muy probable que si no recibe un buen trato no vuelva por temor a no sentirse escuchada. Son casos muy difíciles para llegar a la imputación por el hecho de que la mayoría de las veces la prueba radica en el relato del niño y en la evaluación psicológica, si aparecen o no indicadores de abuso sexual. A veces los abusos no conllevan situaciones de penetración, y se concluye en el reduccionismo de pensar que si no hubo penetración no fue abuso. Todo hecho donde un niño o niña está involucrado en situación de la sexualidad adulta se trata de un caso de abuso.
—En el imaginario social sigue prevaleciendo la idea de que los abusos sólo ocurren en determinadas clases sociales, por lo general las más pobres.
—Es un prejuicio sostener que los casos de abusos sólo se dan en los sectores más empobrecidos o carenciados de la sociedad, en realidad lo que ocurre es que la clase media y alta denuncian menos porque intentan mantener una apariencia de que “estas cosas no pasan en las mejores familias”. Hemos conocido a través de los medios casos que involucran a profesionales, a jueces. Y respecto de las edades, los abusos se dan contra niños y niñas muy pequeños, sigue siendo prevalente el sexo femenino. El dato de abusos a bebés también ha aparecido en la información que reúne el Observatorio. Hay muchos casos entre las niñas que tienen entre 4 y 5 años, y de ahí en las edades que siguen, también en adolescentes. Pasa que muchas veces las niñas han podido contar años después lo que les ha pasado.
—La escuela puede ser un buen lugar para que un nene o nena pueda contar lo que le pasa...
—Sí, y por eso es tan importante la función del docente cuando una chica se acerca a contar lo que le está sucediendo. Tiene que poder soportar lo que está escuchando y lejos de comentarlo con sus colegas como un tema más tiene que seguir las vías para que pueda ser manejado éticamente, y esa niña recibir la protección que no tiene.
—La pregunta de siempre es qué hacer. ¿Cómo prevenir los abusos?
—Hace poco una alumna me preguntaba si realmente el abuso se puede prevenir. No se puede prevenir como con una vacuna, pero sí podemos poner en conocimiento de la población que estas cosas suceden, que es muy importante enseñarles a los niños que puedan hablar con un adulto de confianza, que deben mantener la privacidad en relación a su propio cuerpo. Siempre opino que es contradictoria la educación que les damos a los chicos y chicas: cuántas veces escuchamos a las mamás obligando a los nenes o nenas a darles un beso a la gente cuando no quieren ni besar ni abrazar. Esto se tiene que erradicar, no hay que obligar a los niños a tener un contacto físico que no desean, a darles un beso o abrazar a alguien si no lo desean, si no quieren. Y siempre estar atentos cuando se los ve preocupados, tristes, abstraídos; poder hablar sin prejuzgar. He recibido casos donde los padres decían que sus hijos están siempre encerrados, sin querer estar con la familia, y a veces eso pasa porque estaban muy tomados por algo que los impactaba traumáticamente, sin contar con un adulto que pudiera acercarse no para retarlos sino a escucharlos. Ante un abuso o sospecha, si se trata de una institución educativa hay un protocolo a seguir, pero hay que poner en conocimiento al Estado, como la Secretaría de la Niñez, la Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes, lo que pasa. Lo que hay que destacar es que no se puede silenciar, es un delito hacerlo.