La formalidad del protocolo y la espontaneidad del saludo de los vecinos ya quedaron atrás. Ahora es imprescindible mirar hacia adelante, ejecutar los proyectos, tomar decisiones justas, enfrentar los procesos: gobernar, aun con piedras en el camino. A Mónica Fein le aguardan ásperos debates en el Concejo Municipal sin mayoría propia y donde la oposición ya comenzó a marcar la cancha. La difícil pero lograda (no sin intensos suspiros) delegación de las facultades para que pueda aumentar la tarifa del transporte fue un anticipo de los días por venir. Los partidos políticos contrarios al frente de gobierno siguen ardiendo con la decisión que hoy ya no podría tomarse y hasta sobrevoló la posibilidad de pedir su derogación. Pero no es lo único. Todavía quedan temas paradigmáticos (la playa subterránea o el aumento de las multas por infracciones de tránsito, son sólo algunos). La primera intendenta en la historia de Rosario tiene el aval político de los ciudadanos que la eligieron con más del 50 por ciento de los votos. Deberá conservar esa empatía durante el derrotero que recién está en la etapa de largada. El contexto económico no es precisamente el soñado. Como Estado subnacional, Rosario seguirá dependiendo de la economía global y, para colmo, los municipales ya van por un aumento salarial. Fein asegura que buscar acuerdos es una especie de pasión en su concepción de la política. Es el momento. Concretarlos pondrá a prueba su cintura. De eso depende.