Berta Temporelli es maestra de escuelas primarias de Rosario. Abrazó la docencia
a fines de los 60, pero desde mucho antes el compromiso con lo social. Militaba en el Movimiento
Revolucionario Peronista cuando le tocó vivir de cerca el Rosariazo, que conmovió a la ciudad entre
mayo y septiembre de 1969 y dejaría una marca histórica de lucha contra la dictadura de Juan Carlos
Onganía.
Ahora, a 40 años de aquel acontecimiento repasa los hechos desde la mirada de lo que pasaba en
las escuelas y en el movimiento docente.
—¿En qué escuela enseñaba cuando pasó el Rosariazo?
—Ya hacía tres años que me había recibido, en ese momento trabajaba en la Escuela Nº 114,
que en esos años estaba en el Bajo Ayolas. Ingresé haciendo reemplazos, hasta que el año 1969 me
encontró en la Escuela Nº 61 ubicada por entonces en Garibaldi al 400 y era más conocida como "La
matachanchos", porque había funcionado un saladero. En mis "Memorias de guardapolvo blanco"
(escritos donde cuenta sus pasos por la enseñanza), recuerdo las galerías angostas de esa escuela y
las caritas morenas de los chicos tiritando de frío, con la ropita raída. Era la época en que
soñábamos que algún día íbamos a cambiar el mundo y terminar con las injusticias.
—¿Y qué pasaba con el movimiento docente en ese momento?
—No existía como tal el gremio docente, porque por esa época se seguía considerando a la
docencia como un apostolado. El grueso de los educadores no estaba asumido como trabajadores,
pienso que ese ha sido el gran salto que se dio con los años. La militancia nos daba otra visión de
lo que ocurría. De todas maneras y aunque no había organización sindical, no quiere decir que los
maestros no tenían sensibilidad social pero la volcaban más en la vocación, en el trabajo con los
niños, en el asistencialismo.
Siempre el salario
—¿Y cuáles eran las reivindicaciones de esos años?
—Fundamentalmente, las mejoras salariales. Siempre en la docencia hubo muchas injusticias,
recuerdo haber trabajado todo un año y cobrar ese reemplazo al año siguiente.
—¿Cómo vivieron los maestros el tiempo del Rosariazo?
—De a poco se hablaba con las compañeras del tema, porque en general las que militábamos
no éramos muy bien vistas. Pero comienzan a hacerse asambleas con los que éramos emergentes en cada
escuela, nuestro local de reunión era la Casa del Maestro. Los acontecimientos de 1969 hacen que se
vayan sumando voluntades, inquietudes. Hay un hecho puntual que marca un hito, fue cuando decidimos
adherirnos solidariamente a un paro de otros trabajadores y un supervisor recibió una amenaza del
II Cuerpo de Ejército. Las directoras deciden que firmemos al otro día la asistencia como si no
hubiésemos participado de la huelga. Había mucho miedo, la mayoría de las maestras decide firmar y
un grupo no porque lo considerábamos una actitud claudicante. Nos iniciaron un sumario, que luego
en 1973 quedó sin efecto.
—¿Y qué pasaba en las aulas a fines del 60? ¿Se discutían los hechos de ese momento
histórico?
—No, para nada, esos temas no se tocaban, de política no se hablaba. Aunque puertas para
adentro del salón, como muchas otras docentes, dije lo que quise. Antes del 73, eran temas tabú,
como hablar de educación sexual. Ahora los chicos están más informados.
—¿Qué otro recuerdo tiene de los hechos que rodearon a la protesta del 69?
—Se piensa que el Mayo Francés influyó en nuestra participación de los hechos de 1969, sin
embargo para ese entonces ya teníamos posturas de avanzadas, donde se levantaban banderas profundas
contra las diferencias sociales y las reivindicaciones de los trabajadores. Teníamos participación
activa, por ejemplo en actos relámpagos donde quemábamos banderas norteamericanas para protestar
por la presencia de algún funcionario del país del Norte. Pensábamos en una revolución para cambiar
el mundo, en una sociedad más justa. Nos conmovíamos con la muerte del Che y aun como peronistas
admirábamos la revolución cubana. Teníamos banderas más profundas para nuestra realidad que el Mayo
Francés.