Con un parque automotor en crecimiento en una ciudad cuyo tránsito es caótico, sin dudas es necesario encontrar soluciones. En ese marco, el municipio implementó ordenanzas que tienen ese objetivo.
Por Diego Veiga
Con un parque automotor en crecimiento en una ciudad cuyo tránsito es caótico, sin dudas es necesario encontrar soluciones. En ese marco, el municipio implementó ordenanzas que tienen ese objetivo.
La idea de desalentar el uso del auto particular en el centro es interesante, pero hacerlo a cualquier costo trae problemas. Máxime, si los lobbys tienen cada vez más fuerza en estas decisiones y los servicios públicos están lejos de prestarse con eficiencia.
Es fantástico que se aliente el uso de la bicicleta. Ahora, que la ciclovía conviva en calles neurálgicas con el estacionamiento de vehículos no hace más que sumar caos al ya enrarecido tránsito local.
Dos ejemplos.
1) Avenida Pellegrini: fantástica bicisenda a ambos lados del cantero central pero nadie controlando la doble fila de autos. Ergo, cada vez que un vehículo se detiene para estacionar, es imposible que otro no invada la bicisenda para esquivarlo con el consiguiente riesgo para el ciclista. Si se quiere dar fluidez al tránsito y seguridad al ciclista, ¿por qué no se prohíbe el estacionamiento en esta avenida? ¿Acaso el lobby gastronómico tiene la respuesta?
2) Calle Salta: es increíble que en el tramo que va desde San Nicolás hasta Oroño convivan sobre el margen izquierdo la bicisenda y el estacionamiento de vehículos. Un riesgo para ambos. El lobby de los comerciantes de esta arteria tal vez tenga respuestas.
Si se quiere restringir el uso del auto, los rosarinos deberían tener un aceitado servicio de colectivos. Si se va a prohibir estacionar en el centro, es necesario un buen transporte público. A las 7.30 se viaja como ganado. A la noche, las esperas son eternas. En feriados y vísperas, los taxis desaparecen. Lejos, muy lejos de un transporte eficiente.