La designación del radical K Gerardo Zamora como presidente provisional del Senado demuestra en los hechos dos situaciones en paralelo, pero que en cierto punto se tocan: el poder disciplinador del que sigue contando Cristina Fernández de Kirchner hacia el interior del peronismo oficialista y la desconfianza que tiene la propia jefa del Estado en los senadores del PJ.
“Es una orden de la presidenta, no jodan”, les dijo el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zaninni, al grupo de senadores encabezados por Miguel Angel Pichetto que lo fue a ver a La Rosada para manifestarle el malestar en el bloque para votar a un radical, y encima, recién llegado al Senado.
La entronización de Zamora hizo caer en desgracia a Beatriz Rojkés, la esposa del gobernador tucumano, José Alperovich.
Rojkés ostentaba el cargo que desde ayer ocupa el santiagueño. Según algunas versiones, Cristina la convocó a la quinta de Olivos para explicarle que decidió su salida para preservarla de los ataques opositores que hacen blanco en ella y en su marido. Sin embargo, otros rumores hablan de que la presidenta estaría al tanto de algunas comunicaciones entre Alperovich y Sergio Massa.
Sea cual fuere el motivo, la presidenta optó por encumbrar a Zamora, quien al igual que los Alperovich en Tucumán, construyó una verdadera dinastía política en Santiago del Estero. Cristina parece tener una especial debilidad por esa cosmovisión del poder cuasieterno.
Zamora, un radical expulsado de la UCR en 2010, se hizo ferviente kirchnerista en los tiempos de la Concertación Plural, el engranaje político que ideó Néstor Kirchner en 2006 y que culminó un año más tarde con la fórmula Cristina Fernández-Julio Cobos. Tras el naufragio de esa entente, el santiagueño se mantuvo en el redil oficialista. Ayer Cristina pagó esa fidelidad, pero dejó una herida ancha y abierta entre los caciques peronistas del Senado, quienes consideran una herejía colocar a un radical en el segundo escalón de la sucesión presidencial, por detrás de Amado Boudou.
Este dato no es menor: el vicepresidente tiene un frente judicial complicado y puede llegar a ser procesado por el caso Ciccone.
La jugada de Cristina es muy personal y arriesgada, y tiene que ver con la observación que hace de los movimientos subterráneos que se producen en estos momentos en el peronismo, donde se comienza a oler que el poder puede mudar hacia otras referencias, por caso Massa o Daniel Scioli.
Ya son varios los gobernadores peronistas que se mostraron públicamente alineados con Scioli en su proyecto presidencial para 2015. Y los que no vocearon su deseo, lo pueden haber hecho con llamados que creen secretos. En la Cámara alta, a diferencia de Diputados, existe una sinergia entre los senadores y los gobernadores. Todo, o casi todo, se termina sabiendo en ese mundo peculiar que lleva la sigla PJ.
Ante esto, Cristina prefirió poner al frente a un ex radical que a un peronista. Por ahora, y sólo por ahora, el sapo fue disciplinadamente tragado.