"El órgano más sensible del hombre es el bolsillo", decía Juan Perón. Frente a esa realidad, la única verdad, no hay política opositora que valga. Y menos una tan lábil como la que talla en Argentina.
Por Mauricio Maronna
"El órgano más sensible del hombre es el bolsillo", decía Juan Perón. Frente a esa realidad, la única verdad, no hay política opositora que valga. Y menos una tan lábil como la que talla en Argentina.
De norte a sur y de este a oeste, la presidenta de la Nación pudo esta vez atarse los rulos hasta quedar convertida en la única gran electora del oficialismo. No existió ni siquiera el preanunciado corte de boleta en el denso conurbano bonaerense, que parecía estimular una ruptura de relaciones ante la decisión cristinista de ningunear a los poderosos barones, quienes, esta vez, hicieron subordinación y valor ante la dueña de los votos.
La amplísima victoria de la jefa del Estado le puso una soberana frutilla a un postre que venía espolvoreado con el mismo aditivo: el triunfo de todos los oficialismos provinciales. Que se trata de la economía, lo entendió perfectamente la propia Cristina al recordar en su mesurado festejo que buena parte del mundo se debate en un bamboleo financiero.
Cristina pudo lo que no logró el kirchnerismo en las provincias, demostrando la consolidación del nuevo signo de los tiempos. Nadie emite cheques en blanco ni se aferra a los ismos. La singularidad con la que se decide el voto en las provincias muestra la misma característica a nivel nacional.
Claro que pocas veces en la historia tuvo el país semejante nivel de pobreza opositora, una sucesión de monobloques partidos más por las vanidades que por las ideas. El infantilismo de dividir las fuerzas por la misma cantidad de egos determinó que los opositores terminaran sacándose votos entre ellos en vez de hacerles cosquillas siquiera a la omnipresencia oficialista en todo el país. Al punto que la única provincia en la que fue derrotada Cristina fue en San Luis.
El poroteo de la oposición hacía disputar esta madrugada el segundo lugar entre Eduardo Duhalde y Ricardo Alfonsín, muy lejos ambos de tener una performance que les amerite soñar con un batacazo en octubre. Fue bueno el debut electoral de Hermes Binner en las grandes ligas, fundamentalmente por su escaso tiempo de campaña y su escaso nivel de conocimiento en la mayoría de las provincias. Le faltó al candidato ser profeta en su tierra, Santa Fe.
Otra de las grandes derrotadas fue Elisa Carrió. Fue tan estrepitosa la debacle que Lilita ni siquiera apareció para reconocer la derrota.
Los opositores podrían resignarse con la frase cargada de pragmatismo de Perón respecto al "bolsillo", pero deberían aprender de una buena vez aquello que sostuvo Einstein: "La locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes". Mientras sigan como hasta acá, sólo lograrán hacer más visible la reelección de Cristina.